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Rubén Vidal: "Desde que soy papá conecto antes con la creatividad"

Nació en 1970 en Barcelona. Experimenta con el alabastro de Aragón como soporte para su pintura y anhela volver a Alcañiz tras 13 años en Berlín

Rubén Vidal, en su taller de pintura y escultura.
Rubén Vidal, en su taller de pintura y escultura.
Jérome Jossin

¿Qué le trae por aquí tras 13 años pintando en Berlín?

Me atrae volver a España, a mi casa de Alcañiz. En Alemania echo de menos la luz, el sol, los amigos la familia, la gastronomía y el calor de la gente al que estoy acostumbrado. Me gusta pintar al aire libre y allí no puedo porque, en invierno, a las tres y media de la tarde se hace de noche.

Llega a un programa de residencia artística en Albalate del Arzobispo para experimentar con el alabastro como soporte de la pintura. ¿Qué tal las pruebas?

Nunca había pintado sobre él. No se ha explotado su transparencia y traslucidez y quiero ir en esa dirección.

¿La iniciativa podría impulsar el aprovechamiento del alabastro?

Creo que sí. Hay todo un mundo de investigación por delante. Intentan que Albalate se convierta en un centro importante del alabastro, la escultura y el arte. Abrir esta puerta es muy interesante.

Sigue usted la estela de Goya, que ya usó este material.

Goya utilizó todo: piedra, papel, cartón, muros, techos y también el alabastro, pero no aprovechaba la traslucidez de este material, sino su superficie carnosa y atractiva. Luego, usaba el buril para sacar luces, algo maravilloso. Otros soportes, como el papel, llega un momento que se saturan y no admiten más arrepentimientos, pero el alabastro no tiene fin, puedes lijar y empezar de cero. Yo pretendo que la luz atraviese la piedra y el color, tener dos cuadros en uno; uno con luz frontal y otro, si se le aplica, con luz posterior.

¿Ve posible volver definitivamente a Aragón?

Es mi sueño. Mis dos hijas, que son pequeñas, y mi mujer están felices en el Bajo Aragón.

¿Le tiran sus raíces? Se crió entre Alcañiz –ciudad natal de su padre, el añorado periodista y escritor Darío Vidal– y Barcelona, donde vivían.

Me crié entre Alcañiz, Barcelona, Zaragoza, Sevilla, Italia y Alemania, pero mis únicas y verdaderas raíces están en Alcañiz. Aquí me encuentro arropado por amigos y familia, siento que mi corazón pertenece a este lugar y aquí es donde quisiera volver.

¿No le asusta la escasez de galerías de arte?

Curiosamente, Berlín es la ciudad donde más galerías hay, pero yo he vendido casi toda mi obra para América, Italia, España y Francia. Me gustaría seguir la línea de un gran artista, Enrique Trullenque, que vivía en Alcañiz y exponía en todas partes. El mundo ha cambiado. No estamos aislados ni muchísimo menos. En lugares menos poblados, la calidad de vida es muy superior a la de las grandes ciudades.

¿Un buen cuadro sigue siendo un lujo al alcance de unos pocos?

El arte está al alcance de todos los bolsillos. Los artistas damos todas las facilidades para pagar, porque es muy bonito que una obra vaya a casa de alguien que se ha enamorado de ella y la va a disfrutar.

¿Las crisis económicas no afectan al mundo de la pintura?

Las crisis en el arte han existido siempre y los artistas sobrevivimos de la misma manera. La gente a la que le gusta el arte siempre consigue adquirirlo.

Cuenta con 24 exposiciones individuales y 19 colectivas en Italia, Francia, Alemania y España. ¿Por dónde traza su futuro profesional?

Le estoy tan agradecido a la vida que no tengo otra aspiración que seguir como hasta ahora, viviendo de lo que me apasiona. Es un regalo para mí poder trabajar.

¿Cómo es el día a día de un autónomo del arte?

Después de ocuparme de mis hijas, entro en el taller. Desde que soy papá aprovecho mucho más el tiempo. A los cinco minutos he conectado con la creatividad y estoy plenamente inmerso en mi trabajo. Me olvido hasta de comer. Cuidar de mis hijas me conecta con lo humano, importante en el arte.

¿Hay tiempo para el ocio?

Claro. Tras vivir en Berlín tan abrigados y encerrados en casa, disfruto viendo correr a mis hijas por las Saladas de Alcañiz. No me canso de mirar el profundo azul del cielo, que en Alemania no existe.

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