Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

María Santos-Sainz: "Muchos de los grabados de Goya hoy serían editoriales gráficos"

La profesora de la Universidad Bordeaux Montaigne publica en español ‘El último Goya’ (Marcial Pons), donde  analiza los últimos años del pintor

María Santos-Sainz, ante la escultura de Goya del Museo del Prado de Madrid.
María Santos-Sainz, ante la escultura de Goya del Museo del Prado de Madrid.
Enrique Cidoncha

El libro se publicó el año pasado en Francia. ¿Es una traducción literal o ha incorporado cosas?

Ha habido cierta reescritura, he querido reforzar la dimensión de reportero de Goya, en la que ya incidía en la versión francesa. Algunos especialistas españoles creen que Francisco de Goya no tenía nada de reportero, que es la tesis que yo defiendo. Pero Goya es tan rico que admite múltiples interpretaciones. Soy profesora de Periodismo, no historiadora del arte, y por eso me he acercado al personaje desde un punto de vista que no es el habitual. Además, al reescribir el libro en español, que es mi lengua materna, creo que me he metido más en la piel del artista y el relato ha ganado en potencia.

Usted defiende que el nacimiento del Goya reportero llega con los ‘Desastres de la guerra’. En ellos Goya es pionero, por ejemplo, en mostrar los efectos de un bombardeo sobre la población civil. Algo muy actual ahora.

También como reportero tiene varias facetas. Los ‘Desastres de la guerra’, desde luego, son una crónica de todo lo que él vio, vivió y le contaron. Pero no hay que desdeñar lo que tienen de periodístico ‘Los caprichos’. No solo los grabados en sí mismos, que son sátiras ilustradas de la sociedad de su tiempo, sino también en los rótulos que les puso. Son esos ‘pies de foto’, en combinación con las imágenes, lo que convierte esos grabados casi en caricaturas, que por su vigencia hoy podrían aparecer publicadas en las páginas de publicaciones como ‘Charlie Hebdo’. ‘Los caprichos’ son también muy periodísticos porque denunciaban y alertaban sobre la deriva de la época que le tocó vivir. Muchos de los grabados de Goya hoy serían editoriales gráficos: en ellos el artista interpela al lector, se revela como un historiador del presente y, en cierta medida, habla también a la posteridad.

Sorprende un poco ese compromiso en alguien que durante buena parte de su vida formó parte de la élite social, disfrutando de las excelencias de la Corte y frecuentando a la nobleza.

Eso le hace todavía más valioso y confirma lo de que se le puede revisar desde múltiples lecturas. Hoy, vistas en conjunto su obra y trayectoria, lo podemos definir como un artista comprometido. Estuvo en la Corte, codeándose con los poderosos, pero también en el tramo final de su vida se puso al servicio de los olvidados, de los invisibles. Albert Camus dijo en su discurso de aceptación del premio Nobel que el verdadero escritor no se pone "al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren". Y eso justamente es lo que hizo el pintor aragonés. Quiso denunciar situaciones que a su juicio eran inadmisibles. Y eso le convierte en alguien tremendamente actual: toda la iconografía que nos dejó en torno a la guerra es plenamente vigente hoy en día.

El enfoque al abordar al artista, ¿es distinto en Francia que en España?

Desde luego. Hoy en Francia al pintor aragonés se le dan lecturas políticas y filosóficas que no se han trabajado apenas en España. Estoy pensando en libros como ‘A la sombra de las luces’, de Tzvetan Todorov, de hace unos años.

El sociólogo francés ha indagado en la dimensión filosófica de Goya y ha llegado a asegurar que es un pensador a la altura de Goethe.

La historiografía española, en cambio, ha ido más por la línea del artista cortesano y no ha explorado mucho vertientes más cívicas del pintor. O, si lo ha hecho, a mi juicio, no ha dado en el clavo. Ortega y Gasset, en el libro que le dedicó, por ejemplo, llega a decir que escribía como un albañil. Y no puedes reducirle a esa categoría porque en los comentarios de sus grabados late otro Goya, instruido, lector...

Otro estereotipo que ha querido combatir es el del hombre solo y abatido que se refugia en Burdeos lleno de tristeza.

Es una imagen equivocada, sí. Lo que demuestra Goya al exiliarse en Francia es un gran coraje, porque él, que había frecuentado los mejores salones de España, partió al exilio ligero de equipaje, sin ayudantes ni servidores, sordo y a una edad avanzada. Y lo que demostró desde un primer momento es la firme intención de reinventarse.

¿A los 78 años?

Bueno, Burdeos lo que hace es potenciar algunos de los rasgos que ya habían empezado a asomar en su biografía. En cierta medida para él es un triunfo personal, porque se libera de los encargos, libera una gran energía pero, al mismo tiempo, se reconcentra en su vida familiar, con Leocadia, con sus hijos, con amigos como Moratín o Silvela, que también están exiliados allí. De esa segunda familia de Goya no se habla mucho.

Y usted la considera fundamental, sobre todo Leocadia Weiss, su compañera en esos años.

Ella era muy comprometida. De hecho, Leocadia era más exiliada que el propio Goya. Su hijo Guillermo había estado en la Milicia Nacional y no pudo volver a España hasta la amnistía de 1833. Políticamente era muy liberal, y yo creo que fue más importante de lo que habitualmente se cree en estos últimos años de vida del pintor.

Quizá explica ese ‘rejuvenecimiento’, esa vuelta a sus orígenes.

Aunque durante buena parte de su vida frecuentara los palacios y la Corte, Goya siempre tuvo una gran inclinación hacia lo popular. Procedía de una familia modesta y le gustaba ir a las ferias, a las verbenas populares, algo que hizo con mayor frecuencia en Burdeos. Por eso pintó a una modesta lechera, por fidelidad a sí mismo. Pero lo más destacado de estos últimos años es ese autorretrato que se hizo, mayor y achacoso, en el dibujo del ‘Aún aprendo’. Y que era certero porque entonces, él, que ya lo había tenido todo en el mundo del arte, estaba experimentando continuamente:las nuevas técnicas de la litografía, la pintura sobre marfil.... Exploró hasta el fin de sus días.

"Se quedó como el que duerme"

‘El último Goya’ se presentará el próximo día 24 de enero a las 12.00 en la sala Guitarte de la Academia de San Fernando, Madrid. Participarán, además de la autora, el periodista Alfonso Armada y el académico Juan Bordes. El libro recontruye también los últimos días de vida del pintor, de cuya muerte se guarda una descripción a cargo de Leocadia Weiss, en una carta que le dirigió a Moratín.

"En abril de 1828 Goya padecía varios achaques –relata María Santos-Sainz–. Había recibido la visita de su nieto Mariano, junto a su madre, estaba indispuesto... Tiempo atrás se había caído por las escaleras. Emocionalmente tuvo que ser muy complicado y conflictivo para él el gestionar a sus dos familias". El 16 de abril de 1828 falleció. Según contaba Leocadia Weiss en la carta citada, durante su agonía "conocía a todos; hasta 3 horas antes de morir veía la mano, pero como alelado; quiso hacer testamento, decía, en nuestro favor, y respondió su nuera que ya le tenía hecho. No hubo un momento después seguro, pues la debilidad le impedía el escasamente entender lo que decía y disparataba; así ha estado 13 días, y falleció del 15 al 16, a las 2 de la mañana... Molina y Brugada le vieron morir y yo estuve en el cuarto hasta dos minutos antes, pero desde las 12 me faltaron las fuerzas para arrimarme a su cama a causa de la respiración fuerte del vientre; pues a las 12 y media acabó tan sereno y se quedó como el que duerme y hasta el médico se asombró de su valor...". 

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