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Fernando Navarro: "Escribo de un espacio mítico inventado, no de la España real"

El escritor y guionista granadino acaba de presentar en la librería Cálamo su primera novela: 'Malaventura', donde rinde homenaje al 'western'

Contraportada. Fernando Navarro, autor de malaventura, una novela posmoderna del Oeste y del mundo andaluz. / 30-03-2022 / FOTO: GUILLERMO MESTRE[[[FOTOGRAFOS]]]
Fernando Navarro (Granada, 1980) visitaba Zaragoza el pasado miércoles.
Guillermo Mestre.

Nacido en Granada en 1980, Fernando Navarro es un guionista talentoso. Debuta en la novela con ‘Malaventura’ (Impedimenta), una historia telúrica del sur con criaturas complejas y extrañas donde hay todo: hechicerías, crímenes, persecuciones, forajidos, reyertas, desesperación y angustia, y la mirada de los niños que observan la suciedad, el hambre o el amor. Presentaba la novela el pasado miércoles en Cálamo con la escritora Aloma Rodríguez.

¿Le debe ‘Malaventura’ (Impedimenta) algo a ‘El bandido adolescente’ de Ramón J. Sender? 

La novela le debe mucho a algunas lecturas del pasado, todo un cóctel, y esa es una de las que me gusta porque Sender me interesa especialmente, igual que me gusta la ‘Crónica equinoccial de Lope de Aguirre’. A mi padre le encantaba ‘La tesis de Nancy’.

¿Y esos términos, tan ‘aragoneses’ como zagalicos y mucas otras terminaciones en ico? 

Nosotros también los usamos. En zonas de Granada se usa mucho (se dice, ‘la tierra del Chavico’), Almería, zonas de Alicante y Murcia. En la capital no se dice mucho; yo he pensado más en el habla de lugares del desierto.

No sé si sabe que hay otro hermanamiento a través del oeste. Ustedes rodaban en Almería, aquí se rodaba en Fraga, escenario de ‘espagueti westerns’.

Lo tenía ahí. Me lo habían contado mis amigos aragoneses: desde el llorado Félix Romeo a Ismael Grasa y Daniel Gascón. Al fin y al cabo dos de los grandes desiertos del sur de Europa son los Monegros y Tabernas. Mucha veces viendo donde se ruedan las películas, aparecen Burgos, el sur, Madrid y, por supuesto, Aragón.  

¿Había tenido siempre en la cabeza la idea de hacer una novela del oeste?

Sí, siempre. Soy un guionista que quiere pasar inadvertido. Y aquí quería retratar antes que nada el paisaje. Me habría gustado redactar una película del oeste. Es difícil porque las películas son de época, no son rentables y a veces tienes que hacerlas en inglés. Busqué la manera de hacer mi ‘western’, y pensé qué mejor que esto: una novela, donde hay mucha más libertad.

¿Siente pasión por el género?

A mí me gusta el ‘western’ como género literario. Mucho. Me gustan los libros de Valdemar, en la colección Frontera, los libros de Elmore Leonard, etc. Es un género que leo. Y a la vez es un género natural literario para mí.

Su novela es del oeste, pero la ha llenado de todo: es muy andaluza, aflamencada, sangrienta, desesperada y muy gótica...

No había nada deliberado para hacer una mezcla entre el ‘western’ y el terror. Eso bullía en mi cabeza. Yo escribí una película gótica vallecana como era ‘Verónica’ (Paco Plaza), he escrito un ‘western’ andaluz como era ‘Toro’ (Kike Maíllo) o un ‘western’ nevado como ‘Bajocero’ (Lluís Quílez), son las cosas que me atraen. Mis gustos personales son de serie B. Y es natural que acaben entrando los fantasmas y el narrador Lovecraft. Veo el mundo un poco así, como un relato gótico con matanzas y tiros.

"Mis gustos personales son de serie B. Y es natural que acaben entrando los fantasmas y el narrador Lovecraft. Veo el mundo un poco así, como un relato gótico con matanzas y tiros"

¿Tiene la sensación de que en los espacios hay fantasmas?

Sí. Lo tengo claro. Para mí todo el libro es un relato de fantasmas. A mí la impregnación sobrenatural de los espacios y de los objetos me llama. Todas las novelas son de fantasmas.

A veces parece una película de Álex de la Iglesia con ecos de Juan Rulfo.

Creo que Álex ha sido uno de los primeros que, con criterio y con presupuesto, intentó crear una España fantástica. O no fue el primero, porque ahí está Chicho Ibáñez, pero sí creo que ha conseguido una tradición más continuista. Lo de Juan Rulfo es algo que yo no tenía en la cabeza y que al final dices: «Pues tienen razón. He escrito un ‘western’ de fantasmas, polvoriento, y se acaba pareciendo en cosas a ‘Pedro Páramo’ o ‘El llano en llamas’».

Como en Juan Rulfo, está muy presente la violencia…

De la violencia no puedo escapar. Casi todo lo que escribo, para el cine o la literatura, acaba tocado por la violencia, la crueldad, pero es algo inevitable e igual de fuerte que el amor. La atmósfera creo que en realidad tiene algo de tiempo detenido. Salvo las referencias que hacemos a Franco y a los bandoleros, no se puede decir mucho más de cuándo sucede.

Es clave el bandolerismo...

Sí, sí, aunque ese mundo ya se había abordado en la serie de ‘Curro Jiménez’ y en la lírica de García Lorca. Lorca, entre otros, convirtió a los forajidos de la Andalucía mítica en hombres de acción, los sacó de lo etnográfico y los convirtió en seres de acción, y yo retomo ese mundo y le doy una vuelta posmoderna.

El libro es todo un ejercicio de estilo literario. ¿Qué buscaba?

Más que la historia en sí misma o el argumento, tengo una gran obsesión por el ritmo. Aprendo de la calle, de los amigos, de los bares y sobre todo de las canciones y de sus personajes, de la emoción, del rap. La música es clave.

"Lo de Juan Rulfo es algo que yo no tenía en la cabeza y que al final dices: «Pues tienen razón. He escrito un ‘western’ de fantasmas, polvoriento, y se acaba pareciendo en cosas a ‘Pedro Páramo’ o ‘El llano en llamas’»"

¿Qué imagen quería dar de España o de Andalucía?

Ninguna. Este es un libro onírico, alucinado. Retrata un espacio mítico intemporal que igual se proyecta en el pasado que en el futuro, y no querría que nadie pensase que esto es la España real o la Andalucía real. No lo es.

De acuerdo. ¿Qué tipo de guionista se siente?

De entrada, uno que querría pasar inadvertido. Soy trabajador, metódico, y reivindico el oficio. Me cuesta cada vez más explicar qué quiero hacer: es muy importante en mí la intuición, el dejarme ir. Igual que en esta novela, los personajes me vienen a la cabeza. No llevo cuadernos de apuntes, no les trazo planes o vidas a mis criaturas. Y, como le decía, me importa mucho, estar alerta. Oír a la gente, retener frases de los amigos, escuchar canciones, que son una de mis pasiones. Todo me sirve.

Por cierto, su libro está lleno de frases en la famosa faja. Casi intimida.

Ja ja ja. Un buen amigo como David Trueba me decía que eso ya es así. Y que es imparable. Es posible que cada vez lo sea menos. Las frases son de amigos entrañables que han leído el libro y me han expresado su opinión y su afecto. David y Jonás Trueba, Rodrigo Cortés, Ignacio Martínez de Pisón, Jon Bilbao, que también escribió un libro del Oeste, Miguel Ángel Hernández, Daniel Gascón... La verdad es que yo haría como Joy Division: creo que no pondría nada en los discos.

Ya. Pero ¿no le parece que tantas frases revelan un poco de inseguridad?

¿Un poco? ¡Por favor! Revelan mucha inseguridad. Estoy muerto de miedo.

Bueno, lo dice alguien que tiene proyectos inmediatos con Jaume Balagueró o Jonás Trueba.

No puedo quejarme. Trabajo y proyectos no me faltan. Y, entre el cine y esta novela, en la que he trabajando mentalmente durante mucho tiempo, años, sigo escribiendo artículos sobre temas musicales que me apasionan. La música me ayuda mucho a todo: a vivir, a comunicarme y, por supuesto, a ser guionista de cine.

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