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Pablo Picasso: las obsesiones de un pintor íntimo y su pasión por los mitos y el amor
El Museo Goya y el Patio de la Infanta muestran óleos y los grabados de la 'Suite Vollard' del pintor malagueño
En este año que se conmemora el 275 aniversario de la muerte de Francisco de Goya, la Fundación Ibercaja, ha querido celebrar esta efemérides con una exposición dedicada a Pablo Ruiz Picasso (Málaga, 1881-Mougins, Francia, 1973). Sabida es la influencia que el aragonés impregnó en la obra del malagueño, así como ese carácter difícil e individualista que caracterizaba a ambos. Pero esta muestra persigue caminos más abiertos donde la línea del buril y el trazo del pincel se continúan en el tránsito sin parangón de la historia. No hay paralelismos dirigidos, sino la libertad y la autenticidad en el acto, arrebolado y febril, de la creación. Picasso en una entrevista en ‘The Arts’ de Nueva York, realizada por Mario de Zayas, en mayo de 1923 se expresaba así: «La idea de la búsqueda es origen de no pocos despropósitos y ha llevado a los artistas a elucubraciones puramente mentales. Posiblemente es el principal error del arte moderno.
El intento de búsqueda ha envenenado a cuantos no comprendieron todo lo que había de positivo y de decisivo en este arte y han tratado de pintar lo invisible, que por serlo, no es pictórico...». El acto de pintar es por tanto el hecho que debe sobresalir sobre las elucubraciones que mascullan la búsqueda de una falsa intencionalidad.
Esta es la tercera exposición que Ibercaja ha organizado acerca del universo de este artista que fue capaz de cambiar los algoritmos, en la ordenación de los campos en la pintura. La primera fue ‘Picasso íntimo’ en 1995 y la segunda ‘Los lenguajes de Picasso’ en 2005. Además este año ha participado en la muestra ‘Goya en la mirada de Picasso’ en Bancaja de Valencia. Una institución que ha cedido de su colección la ‘Suite Vollard’, piedra angular de la presente exposición.
Una colección de cien grabados realizados entre septiembre de 1930 y junio de 1936. Noventa y siete estampas que componían la serie original a las que se añadieron en 1937 tres retratos de Ambroise Vollard, marchante y amigo personal de Picasso. La colección es como un relato de este periodo, en el que el artista vierte sus obsesiones y expresa sus experiencias. En una entrevista con el periódico ‘L’Intransigeant’ (15 de junio de 1932) con motivo de una retrospectiva, le confesó a su interlocutor y amigo Tériade: «Mi obra es como un diario». En toda la ‘Suite Vollard’ la protagonista principal es Marie-Thérèse Walter (1909-1977), el gran amor de Picasso de los años treinta.
En esta colección el artista desarrolla sus obsesiones personales en torno a cuatro asuntos temáticos: ‘El taller del escultor’, el Minotauro, Rembrandt y La batalla del amor. El primero incluye el trabajo más intenso de la serie, al aglutinar 46 de los 100 grabados, en los cuales desarrolla reiteradamente la relación erótica entre el artista y su modelo y amante, Marie-Thérèse Walter, coincidiendo con el periodo en que Picasso trabajó como escultor en Boisgeloup (1931-1935).
La pequeña serie de ‘La batalla del amor’ está relacionada con la anterior y en la misma, el pintor desarrolla su concepción del erotismo. Las planchas de la serie de ‘El Minotauro’ son mas dramáticas, en las que el artista se identifica con ese personaje, con su impulso sexual pero también con su soledad, con su sufrimiento, sin olvidar las metáforas a la tauromaquia. Y en la serie ‘Rembrandt’, Picasso reinterpreta al pintor holandés contraponiéndolo a su forma de entender el clasicismo.
Además la exposición cuenta con obras relevantes conectadas con los temas que aborda la ‘Suite Vollard’, cedidas por el Museo Thyssen- Bornemisza, Centro de Arte Reina Sofía, Picasso de Barcelona, Artium Museoa, la Colección Telefónica y la Colección del Banco Sabadell. Y como colofón los ‘Venti pochoirs originali’. Una técnica que Picasso utilizó en mas de doscientas ocasiones a lo largo de su carrera. Se trata de un procedimiento en la que se recortan plantillas de cartón o madera, coloreadas por el artista y después estampadas sobre el papel. Esto permite sobreponer planos y cambiar perspectivas, por lo que los cubistas la emplearon con gran interés
