Francisco Pradilla, el aragonés que renovó y actualizó la pintura de historia en España

Hoy se cumplen 100 años del fallecimiento del artista, que fue director del Prado y cuya obra gana nuevos perfiles con la conmemoración

'Doña Juana la Loca', el cuadro que le valió fama mundial a Francisco Pradilla.
'Doña Juana la Loca', el cuadro que le valió fama mundial a Francisco Pradilla.
Heraldo.es

"Ha muerto Pradilla y, con él, parece que se entierra a toda una España". Así avanzaba HERALDO en primera página, el 2 de noviembre de 1921, la noticia del fallecimiento del pintor aragonés el día anterior en Madrid. Hoy se cumplen 100 años de la muerte de un artista que gozó de una fama inusual en vida, que cayó posteriormente un poco en el olvido, y que en los últimos años está empezando a ubicarse en el lugar que verdaderamente merece dentro de la historia del arte español. Pradilla fue uno de los más destacados pintores de historia del periodo de entresiglos. Pero no solo eso.

Nacido en Villanueva de Gállego el 24 de julio de 1848, Francisco Pradilla y Ortiz es un ejemplo de los logros que puede alcanzar quien hace de la cultura del esfuerzo el eje central de su vida. Salvo su férrea voluntad, no tenía nada a favor para ser artista. Su familia, muy humilde, le envió a aprender con el escenógrafo y decorador zaragozano Mariano Pescador, que a su vez le animó a estudiar en la Academia de San Luis. En 1866 se trasladó a Madrid, donde entró en el taller de Ferri y Busato y continuó estudios en la Escuela Superior de Pintura y Escultura, que dirigía el aragonés Ponciano Ponzano. Tras alcanzar cierta notoriedad publicando trabajos en revistas como ‘La Ilustración española e iberoamericana’ en 1873 formó parte de la primera hornada de artistas becados en la Academia de España en Roma.

Los años que vivió en la capital italiana, en los que primero estudió y trabajó sin denuedo; y luego, ya consagrado, abrió un estudio por donde pasaban los principales marchantes de arte de Europa, fueron claves en su vida.

José Casado del Alisal, director de la Academia y autor del famoso cuadro que representa ‘La campana de Huesca’, visitó un día al joven pintor en su estudio romano y reparó en uno de los numerosos bocetos que tenía desperdigados. En él estaba representada Juana la Loca. Le gustó tanto que le recomendó que fuera el tema del cuadro que tenía que presentar para justificar la pensión.

El óleo, de 5 por 3,40 metros, que presenta a la reina velando el cadáver de su marido, le consagró: fue Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1878 y en las Exposiciones Universales de París, de ese mismo año, y de Viena, en 1882.

El éxito de sus cuadros de historia centró su carrera: el Estado compró ‘Doña Juana la Loca’ y el Senado le encargó una pintura con el tema de ‘La rendición de Granada’. Pradilla llegó a vivir en la ciudad andaluza unos meses de 1880 para documentarse para el proyecto.

Para entonces ya había realizado dos cuadros que le había encargado el Ayuntamiento de Zaragoza, los retratos de Alfonso I el Batallador y de Alonso V el Magnánimo. Dos piezas emblemáticas, aunque superadas por ‘La rendición de Granada’. Este cuadro, también de dimensiones monumentales (5,42 por 3,50 metros) le supuso otro gran éxito, dentro y fuera de nuestras fronteras (fue premiado en Múnich en 1893).

Pintor de fama internacional, Pradilla se erigía así como una de las figuras artísticas de un momento en el que la sociedad española, también la europea, volvía los ojos a su pasado en busca de páginas gloriosas que plasmar en imágenes. ‘Doña Juana la Loca’ y ‘La rendición de Granada’ han sido reproducidos hasta la saciedad desde entonces y no hay nadie que haya estudiado en España que no se los haya encontrado en sus libros de texto. Otras obras maestras (‘El suspiro del moro’, ‘El bautizo del príncipe Don Juan’ o ‘Doña Juana la Loca recluida en Tordesillas’) no han alcanzado tanta fama como las dos pinturas citadas.

En 1896 fue nombrado director del Museo del Prado, cargo que colmaba sus aspiraciones. Había tenido antes un breve mandato de ocho meses al frente de la Academia de España en Roma, tiempo en el que descubrió que las labores funcionariales y de gestión podían apropiarse de casi todo el tiempo que necesitaba para pintar. Pero aceptó la dirección de la pinacoteca.

Fue un error. Aunque ya había sufrido algún varapalo personal, como la quiebra de la banca Villodas, que se llevó por delante buena parte de sus ahorros, las penurias del museo, sus limitaciones administrativas, agotaron su paciencia. "Aquello es un semillero de disgustos", escribió en HERALDO poco después de dejar el cargo en 1898.

El desencanto, ya con 50 años, le hizo recluirse en su estudio madrileño, donde periódicamente recibía las visitas de personalidades como el rey o intelectuales como Benito Pérez Galdós.

Falleció tal día como hoy, en 1921, y a su muerte se organizó en su propio domicilio una exposición con las obras que guardaba en su estudio. Miles de madrileños acudieron allí a ver los ‘pradillas’ más íntimos, los que se había guardado para sí.

El historiador del arte Wifredo Rincón aseguraba recientemente que "Pradilla fue un frustrado pintor de paisaje". Con ello quería subrayar que su éxito en la pintura de historia había oscurecido todo lo demás. Pero la conmemoración de este centenario está aportando ya nuevos perfiles de la figura de un artista que brilla como pocos en el firmamento del arte español.

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