VIAJES Y MONTAÑA

Anne Lister, la pionera feminista que coronó Monte Perdido y el Vignemale

Dos libros, de Pirineum y Siruela, fijan la atención en esta aristócrata que anduvo en 1830 y 1838 por Ordesa, Torla, Panticosa, Benasque o Jaca

Retrato de Anne Lister, realizado por Joshua Horner hacia 1830.
Retrato de Anne Lister, realizado por Joshua Horner hacia 1830.
Museo Calderdale.

El libro coral ‘Mujeres. Migración a la modernidad. El siglo XX en el Pirineo aragonés’, coordinado por Sergio Sánchez Lanaspa y editado por Pirineum, se inicia con un perfil de la aristócrata y dietarista Anne Lister (1791-1840), que ha pasado a la historia como «la primera lesbiana oficial»: amó a diversas mujeres (Eliza Raine, Marianne Belcombre y Anne Walker, con quien vivió como si fuera su auténtica esposa en un tiempo donde la homosexualidad estaba perseguida), lo contó en 24 volúmenes y dos cuadernos con un lenguaje cifrado. A la vez, Siruela publica ‘Gentleman Jack. Terrateniente, seductora y diarista del siglo XIX’ de Angela Steidele, que insiste que esta mujer era una adelantada a su tiempo. Fue objeto de una serie, en 2019, que produjeron HBO y la BBC. Está muy vinculada con Aragón: fue la primera mujer que subió el Monte Perdido, y lo hizo en agosto de 1830, y ocho años después, acompañada por Ann Walker, escaló el Viñamala, con guías, crampones y su característico abrigo negro en el que se envolvía para dormir. Tras la aventura pidió a un notario que certificase su ascenso.

Anne Lister nació en Welton (Humberside, Inglaterra) en 1791. Quedó huérfana de padre a los 4 años, y pronto sufrió la pérdida de su madre y de tres de sus cuatro hermanas, y se marcharía a vivir con sus tíos James y Anne Lister. Cuando se murieron los dos, hacia 1830, sería su heredera universal y alimentaría un doble afán: mantener la mansión de Shibden Hall y sus campos y dar rienda suelta a sus inquietudes, que eran muchas.

Adquirió una buena formación académica, mediante el aprendizaje del mundo clásico, la filosofía griega y música, y no tardaría en realizar con su tía Anne sus primeros viajes; juntas realizarían el Gran Tour, que se había puesto de moda en Europa. A la vez inició sus diarios, que tardaría muchos años en ser hallados por un sobrino suyo y más aún en ser editados, tras un prolijo estudio para entenderlos. Los redactó desde los 15 años hasta pocos días antes de su muerte.

Sergio Sánchez dice que «su primer viaje a los Pirineos fue bastante casual». Acompañó a Lady Stuart, esposa del embajador inglés en París, en una especie de ‘tournée’ por diversos balnearios, entre ellos el de Saint-Saveur de San Juan de Luz. Decidió contratar a un guía muy cualificado, Pierre Jean Charles, al que pagaba cinco francos al día, y subieron al Monte Perdido el 26 de agosto de 1830. Anne Lister escribió que «sentía curiosidad por probar el efecto del aire a tantísima altura» y notó que «la brisa era ligera y tonificante», tal como escribe Steidele en su libro.

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Sophie Rundle y Suranne Jones dan vida a Ann Walker y Anne Lister en la serie 'Gentleman Jack'.
HBO/BBC

Ordesa, Torla, Benasque, Jaca...

Lister también dice en sus diarios –publicados en España por Ménades en 2019– que «la soledad era absoluta, y la profunda calma que había era una sensación que nunca antes había sentido». Bajar les costó tres horas, avanzaron por «el majestuoso desfiladero» de Ordesa y llegaron a Torla, «un pintoresco pueblecito». Años más tarde diría que «ningún momento de mi vida me ha causado una impresión tan profunda como el monte de mi regreso de Monte Perdido». Estuvo varios días por la zona, se relacionó con los pastores y elogió «los preciosos ojos negros y las largas trenzas de las mujeres».

No lo tuvo fácil: dice su biógrafa que un comentario suyo indica que «fue arrestada y encarcelada en la capital provincial, Jaca». Luego fue conducida a Benasque y dejó un bello testimonio: «Tuvimos música, baile y canto (…) Jamás he comido unas uvas tan deliciosas, bellas y grandes, ni bebido unos vinos tan fuertes».

El viaje al Vignemale (Viñamala) ya fue más deliberado y lo haría con guías y su característico atuendo, al que le dedica muchas líneas en su diario. Iba a caballo con su compañera Ann Walker, que era una gran amazona. Visitó, de nuevo, Torla, Jaca y también Panticosa. Había tanta gente en el hotel que tuvieron que dormir sobre las mesas del comedor y los guías en las cuadras. Mientras Ann lo pasó de maravilla, a Anne Lister le sentó fatal el viaje y soñó que se «encontraba entre montañas imposibles de escalar». Moriría poco después, en 1840, durante un viaje al Cáucaso.

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