Pionera en Ordesa

La Cola de Caballo, en el Parque de Ordesa.
La Cola de Caballo, en el Parque de Ordesa.
Rafael Gobantes

El pasado lunes, Irene Vallejo recordaba a algunos grandes hombres que no lo fueron tanto: se apropiaron de las ideas y trabajos de mujeres que vivieron a su sombra. Con su maestría habitual, Vallejo se remontaba a Teseo, que abandonó a Ariadna en la isla de Naxos después de que ella ideara el truco que ayudó al héroe a vencer al Minotauro. Estas ‘apropiaciones indebidas’ afectan a todos los ámbitos, también al del montañismo y a las pioneras que se aventuraron a subir las cumbres pirenaicas con sus incómodos ropajes y escudriñadas por todo el mundo. La inglesa Anne Lister fue una de ellas y también una de las más destacadas. Nanou de Saint-Lèbe lo cuenta en su libro ‘Viajeras por los Pirineos’. La escritora relata que las inglesas llegaron a la cordillera a partir de 1815, y no para tomar las aguas, sino para "descubrir un país nuevo". Acompañada del guía Jean-Pierre Charles, Lister coronó el Monte Perdido en agosto de 1830, tras una ascensión "a La Luz de las velas" que los llevó a hacer cima a las ocho de la mañana. Años después, en 1838, la montañera acometió otra aventura, la de estrenar la cumbre del Vignemale, con el guía Henri Cantouz. Según cuenta Saint-Lèbe, Cantouz acompañó al Príncipe de la Moskova al día siguiente y este borró las pruebas que acreditaban que Lister había llegado antes a la cumbre. Lister no subía a las cumbres por la gloria, sino "por placer", pero se indignó con la trampa del presumido aristócrata. Así que logró el testimonio del guía para "hacer honor a la verdad". En el centenario del Parque Nacional de Ordesa, merece un recuerdo y un homenaje.

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