Rayos X y escáner para descubrir los secretos de lo invisible en el patrimonio

La Escuela de Conservación y Restauración de Aragón aplica técnicas clásicas de diagnóstico de imagen para determinar el estado de las piezas y cómo intervenir en ellas.

A la izda., Guillermo Torres y Carmen de Peña, de la Escuela de Restauración de Aragón, junto a Ignacio Frías y Sandra Torrecilla, del servicio de Radiología del San Jorge.
A la izda., Guillermo Torres y Carmen de Peña, de la Escuela de Restauración de Aragón, junto a Ignacio Frías y Sandra Torrecilla, del servicio de Radiología del San Jorge.
Escyra

Hallar pigmentos ocultos, identificar materiales, comprobar el alcance de un ataque de termitas o evaluar el resultado de un tratamiento. Estos son solo algunos de los objetivos que persigue la aplicación de técnicas clásicas de diagnóstico por imagen como los rayos X o el TAC por parte de la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Aragón (Escyra), con sede en Huesca, para determinar el estado de las piezas y cómo intervenir mejor en ellas.

Como explican Guillermo Torres, jefe del departamento de Restauración, y la profesora Carmen de Peña, estos procedimientos aportan mucha información «de los secretos de lo invisible». Por ello, se muestran agradecidos con la colaboración del servicio de Radiología del Hospital Universitario San Jorge de Huesca. Esta vez prestaron su ayuda José Ignacio López (jefe de departamento), Álvaro Boria (médico radiólogo), Sandra Torrecilla (TSID) e Ignacio Frías (DUE).

Entre las piezas escaneadas este vez había un calvario de madera de la ermita de San Blas de Broto. Las imágenes del TAC permitieron descubrir en la zona de las piernas unos bordes que identificaron como restos de un pigmento blanco de plomo que al ser radiopaco no se veía a primera vista "y que tiene un gran valor histórico ya que pertenecen a su policromía original, lo cual es muy raro de encontrar en una pieza románica", resaltan. También pudieron comprobar el grado de pudrición de la figura "porque los cambios de densidad indican muchas veces deterioro interno de los materiales".

Imagen escaneada del calvario de Broto.
Imagen escaneada del calvario de Broto.
Escyra

Estas técnicas facilitan las intervenciones ya que ayudan a ver por dónde se puede acceder mejor a una zona dañada. "Cuando hay elementos metálicos internos muy grandes crea aparataje, es decir, destella tanto al hacer la radiografía que no deja verlo. Pero algunas piezas de papel maché tienen una estructura metálica dentro y localizas perfectamente dónde están esos refuerzos".

También son muy útiles para hacer un seguimiento. Y citan el caso de una vértebra fósil de ‘Europelta carbonensis’, una especie de dinosaurio de 113 millones de años en la que trabajan en colaboración con la Fundación Conjunto Paleontológico Dinópolis Teruel. Este tipo de restos tienen un problema por la presencia de pirita, que acaba desintegrando la pieza. "Con los rayos X hemos documentado cómo está la vértebra ahora y en un futuro se podrá volver a radiar y ver si ha aumentado el deterioro o se mantiene con el tratamiento. Porque a veces intuyes que puede haber algún problema pero exteriormente no lo parece", destacan.

Además, realizaron radiografías de un barco floral de hueso del siglo XIX para poder definir el sistema de ensamblaje de las diferentes piezas ya que son secciones muy delgadas de apenas 1 milímetro. "Hemos visto que es por ranura o por una especie de espigas muy pequeñas similares a clavos", afirman.

Placa del barco de hueso del siglo XIX.
Placa del barco de hueso del siglo XIX.
Escyra

Una vez al año, aproximadamente, los expertos de la Escuela de Conservación y Restauración tienen la oportunidad de utilizar el servicio de Radiología del hospital, "que ya sabemos que no están para estas cosas, sino para otras más importantes, y por ello siempre acordamos unos días y unas horas en las que ‘molestemos’ menos". Además, los técnicos no se limitan solo a realizar las placas y los escáneres sino que también editan las imágenes y hacen unos montajes tridimensionales utilizando programas de traumatología y anatomía humana para facilitar el trabajo de los restauradores. De ahí también que estos últimos tengan que priorizar y decidan someter a estos procesos de rayos X y TAC "solo a las piezas que lo necesitan en función de los interrogantes que tenemos".

Estas técnicas han sido cruciales en muchos casos como, por ejemplo, la Virgen de Loarre. "Era una escultura muy interesante que alojaba un clavo de forja de dimensiones importantes en un lugar que no tenía explicación desde fuera. Y gracias a la radiología, vimos que tenía varios clavos y nos ayudó mucho a poder entender por qué estaba allí ya que era una técnica clásica de unión de piezas en la que la cabeza se tallaba aparte y luego se incorporaba. Luego nos ayudó a intervenir porque tenía varios clavos en direcciones divergentes que vimos gracias a placas desde diferentes ángulos", recuerdan.

También un retablo del siglo XVIII de Rasal sufría un ataque de termitas y las imágenes tridimensionales les permitieron conocer el alcance de las galerías "y por dónde podíamos acceder". 

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