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José Manuel Broto: "Aragón me ha dado mucho y quería corresponder con mi obra"

El pintor, nacido en Zaragoza en 1949, forjado aquí, en Barcelona y París, acaba de donar diez obras de gran formato al museo Pablo Serrano

Jose Manuel Broto / 29-01-20 / Enrique Cidoncha [[[FOTOGRAFOS]]][[[HA ARCHIVO]]]
Jose Manuel Broto en enero de 2020 en una exposición en Madrid.
Enrique Cidoncha.

Cuando mira hacia atrás y se recuerda de niño en Zaragoza, donde nació en 1949, ¿cómo se ve José Manuel Broto, qué ve, que le ofrecía la ciudad?

Me veo bastante feliz. Los niños, en aquella época de calles sin asfaltar, árboles y poco tráfico, pasábamos mucho tiempo en la calle, con los amigos; así que el barrio, la ciudad entera, era un gran campo de juegos. A mí me parecía la jungla en la que no faltaban los animales salvajes cada vez que el circo se instalaba no lejos de mi casa. 

¿Quiénes despiertan su pasión por el arte?

Como mis padres eran pintores aficionados, lo de pintar era una actividad con la que estaba familiarizado desde muy temprano. Además, mi hermano Antonio trabajaba en una tienda de materiales para las bellas artes, lo que ponía a mi disposición todo tipo de lápices de colores, pinturas, cuadernos… que me fascinaban. Así que era natural que me pusiera a pintar. Luego ya de adolescente, mi amistad con José Miguel Alcrudo, el hijo de Pepe Alcrudo, propietario de la librería Pórtico, me dio acceso a los libros de historia del arte, a las imágenes de las grandes obras de arte, y eso acabó de empujarme a la profesión.

¿Cómo fue su estancia en la Escuela de Artes y Oficios? ¿Le marcó algún profesor?

Fue muy útil, tenía 15 años y lo compaginaba con el instituto. Aunque sabía lo que quería hacer me faltaba el oficio: las técnicas, el sistema de trabajo, una cierta disciplina y orden para organizar las ideas y la forma de manifestarlas... Todo eso me lo dio la escuela, además entré en contacto con gente que tenía los mismos intereses que yo. Me dieron clases Federico Torralba, Lola Franco, Miguel Ángel Albareda… Todos ellos eran buenos profesionales que me proporcionaron la información y la formación que me faltaba. 

Cuando le retrata Joaquín Alcón en 1969 ya tenía el aspecto de artista artista: bohemio, concentrado, con aureola… ¿Era así?

Yo creo que tenía el aspecto que teníamos los jóvenes en aquella época. Si ser bohemio era tener poco dinero, fumar mucho y tener grandes ideas para cambiar el mundo…, sí que lo era, pero ni más ni menos que mis grandes amigos de la época que, por cierto, sigo teniendo ahora. La aureola la ponía el fotógrafo Joaquín Alcón. 

Entrevista con José Manuel Broto.
 'Botánica VII' de su donación de diez obras de gran formato. 200 X 300 CMS. 2005. Tintas pigmentadas en papel..
José Manuel Broto.

¿Cómo da el paso al arte abstracto?

No recuerdo que hubiera un detonante, sencillamente dejó de interesarme lo que veía por la ventana, el paisaje exterior, y pasé a interesarme por el paisaje interior. La realidad por la posibilidad. 

¿Le marcó mucho la cultura francesa? Los artistas, el cine y la música, los estructuralistas, los marxistas…

Lo que más me interesaba de la cultura francesa era la libertad y el desparpajo con el que trabajaban. Me sentí muy identificado con las ideas del grupo Support Surface, la revista ‘Peinture cahiers theoriques’, todas ellas en el ámbito del psicoanálisis y el marxismo como es bien sabido.

¿Pintaba por pulsión personal o por desafío, por sentido crítico, por deseo de intervenir en la sociedad?

Por instinto, desde luego. El afán crítico o el deseo de intervenir en la sociedad lo tuve y lo dejé de tener y conservo el deseo, la esperanza de aportar algo al ‘metier’. A la pintura.

¿Fueron importantes para usted el grupo de ‘Trama’, la revista ‘Diwan’, la estancia en Barcelona?

Importantísimos los tres. En Barcelona tuve el tiempo y la libertad para dedicarme en cuerpo y alma a pintar, trabajé con galerías estupendas: primero en la Ciento y luego en la Maeght donde exponían Antoni Tàpiés o Miró, un honor para mí. Las revistas ‘Trama’ y ‘Diwan’ fueron la expresión del ideario que en esos momentos defendíamos con gran pasión: el marxismo y el psicoanálisis. Y, lo más importante, el grupo de amigos: Javier Grau, Gonzalo Tena, José Miguel Alcrudo y Federico Jiménez Losantos y Ferrán García Sevilla; sin ellos no hubiera tenido lugar ni la aventura teórica ni la personal. Fue estupendo. 

¿Quiénes fueron los artistas aragoneses que más modelaron su gusto?

Goya, como no podía ser de otra forma, por su obstinación. Antonio Saura por la gran capacidad expresiva que era capaz de desarrollar con unos pocos trazos y colores, los artistas del grupo Pórtico (Santiago Lagunas, Fermín Aguayo y Eloy Giménez Laguardia), que me iniciaron en la abstracción.

En 1972 ya se había ido a Barcelona. ¿Qué vínculos mantenía con la ciudad, con la familia, con los amigos?

Como si no me hubiera ido. Yo me fui a Barcelona porque era, con toda evidencia, una ciudad más grande con más desarrollo cultural, con más galerías, museos, etc., que Zaragoza. Hay que recordar que internet no existía y lo de la globalización ni se sospechaba. Cuando me fui no pensaba que me iba a quedar doce años. Por la misma razón, la de ampliar el horizonte, me fui a París pensando darme una vuelta y me quedé 20 años. En Zaragoza sigo teniendo familia muy cercana, amigos y ciertas costumbres como la de desayunar en el mismo bar o comprar el pan en el mismo sitio.

¿En qué medida la música, a lo largo del tiempo, condiciona y alimenta su arte?

Es la expresión artística más abstracta que existe y la más eficaz para provocar emociones intensísimas. A mí me gustaría ser capaz de conseguir esa intensidad en mis cuadros aunque sé que es imposible. 

Se convierte, con su personal expresionismo, en uno de los artistas fundamentales de los 80-90. Pienso, por poner un ejemplo, en el mural ‘El Ebro’ del Principal. ¿Qué buscaba, qué quería hacer? 

Gracias por el halago. El tiempo dirá. Lo que quería hacer en el Teatro Principal era introducir un cierto desorden, enfrentar ese espacio tan ornamentado, tan medido, tan clásico, con el río que es todo naturaleza desordenada que a veces se pone fiero y se sale de sí mismo. Quería meter el río en el Teatro Principal.  

Con el paso del tiempo, un hombre sobrio y tímido como usted, incluso contenido, de pocas palabras, da un salto al color. Sé que no fue de día para otro, pero ¿qué cree que fue cambiando en su interior, en su sensibilidad?

En realidad, yo no empecé trabajando con colores oscuros y pasé a los claros. En mi época de ‘minimal’, allá por los años 70, pintaba con colores suaves y claros, lo que seguí haciendo en los años 80, los del informalismo y el expresionismo cuando pintaba obras festivas, alegres… Más tarde, ya en París empecé a trabajar con tonos más oscuros, colores de la tierra, también incluía formas arquitectónicas: pirámides, arcos…  Es decir cambié la paleta y también los temas hasta los años 90 en los que empecé a aplicar colores brillantes y estructuras más ligeras, transparencias, formas etéreas, quizás porque empecé a utilizar los ordenadores como una herramienta más, además de las brochas y la pintura. Pintar con ordenador significa trabajar con la luz. Eso es para mí el color, es luz. Y la mayor dificultad para convertir los diseños de ordenador en acrílicos sobre tela.

Entrevista con José Manuel Broto.
Otra de las obra de la donación: 'Botánica XVII', de 200 x 400 cm. Tintas pigmentadas sobre papel.
José Manuel Broto.

Ha ganado muchos premios. E importantes. ¿Le emocionó especialmente recibir el Premio Aragón-Goya en Fuendetodos?

Sí, claro que sí. Aunque todos los premios emocionan; en este caso que fuera en Fuendetodos, el lugar donde nació Goya, lo hizo particularmente emotivo.

Acaba de donar diez obras de gran formato al museo Pablo Serrano. ¿Por qué a él, precisamente?

Porque me gusta el museo, sus salas estupendas, me gustó la exposición que hicieron de mis cuadros. Me gustan Zaragoza y Aragón que es donde nací, y no me gustaba, por escasa, la representación que tienen de mi trabajo.

¿Por qué esas obras, qué tienen de especiales o singulares para Broto?

Son un grupo bastante coherente, obras sobre papel y sobre lienzo de gran tamaño, muy representativas del trabajo de color de estos últimos años. A mí me gustan. 

¿Qué relación tuvo con Pablo Serrano?

Lo conocí porque era jurado del Premio San Jorge. No me dieron el premio pero a instancia suya me dieron una especie de compensación. Lo visité en su estudio de Madrid y fue muy cariñoso y elogioso conmigo. Unos años más tarde una pariente de Rosa, mi mujer, se le acercó en una exposición y le preguntó si me conocía, y si creía que yo iba a llegar a algo; a lo que él contestó que sí me conocía y que ya había llegado. Eso me hizo ascender unos cuantos peldaños en la consideración familiar. 

Dijo Lola Durán, comisaria de algunas exposiciones suyas, que había donado la obra porque se sentía bien querido aquí y porque es agradecido. ¿Qué tiene que agradecer, que le ha dado Aragón?

Siempre me ha reivindicado, reconocido y respetado como uno de sus artistas, me han dado premios por mi trabajo y han contado conmigo en los grandes eventos culturales. Aragón me ha dado mucho y quería corresponder con mi obra. Me dieron la Medalla de Oro de Zaragoza. En la Exposición Universal de Sevilla de 1992 el Pabellón de Aragón, que concibió José Manuel Pérez Latorre, tenía un enorme mural mío. En la Exposición Internacional de Zaragoza-2008 participé en el diseño de las entradas, etc. Es para estar agradecido.

José Manuel Broto, pintor en el Museo Pablo Serrano / 17-03-2015 / Foto: Jose Miguel Marco[[[HA ARCHIVO]]]
José Manuel Broto, pintor en el Museo Pablo Serrano / 17-03-2015 / Foto: Jose Miguel Marco[[[HA ARCHIVO]]]
José Miguel Marco.

EL ARTE, GOYA, TÀPIES, VIDA Y MUERTE DE LA PINTURA, AUTORRETRATO

José Manuel Broto (Zaragoza 1949) realizó Magisterio en la Universidad de Zaragoza y cursó estudios artísticos en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad. Siempre se consideró autodidacta. En 1968 presentó en la galería Galdeano, que tomaba el nombre de un artista importante en varias disciplinas, su primera exposición individual, con una nítida inclinación al constructivismo. En 1972 se trasladó a Barcelona; de ahí a París, luego a Mallorca, donde reside ahora y desde donde responde a la entrevista.

Ha superado un ictus y sigue pintando, volcado más que nunca hacia la luz y la música y la lectura. Logró el Premio Nacional de Bellas Artes en 1995, fue Medalla de Oro de Zaragoza en 2003, y ese año obtuvo el Premio Aragón-Goya. En 2017 conquistó el Premio Nacional de Arte Gráfico. Aquí, analiza aspectos complementarios de su vida y su obra.

La estela de Goya.

"¿Hay algún artista contemporáneo que no esté en la estela de Francisco de Goya? ¿Hay algo más abstracto que un sueño? Por poner un ejemplo… ¿La Lonja como futuro museo de Goya? Que haya un espacio tan importante como la Lonja de menos para el arte contemporáneo me parece una mala noticia. No sé qué harán con las obras de Goya, francamente tengo una gran curiosidad. No soy muy amigo de esas exposiciones didácticas de pintura clásica en movimiento y con efectos especiales; para eso ya están el cine, el vídeo y los espectáculos de luz y sonido", explica.

Aragón desde lejos.

"Siempre he visto Aragón con mucho afecto. Como un trabajo en marcha con mucho por hacer pero con mucho hecho también", señala.

Antoni Tàpies

"Le debo a Antoni Tàpies fundamentalmente el que me tratara como un colega, de igual a igual, y que valorara mi trabajo y el de mis colegas pintores del grupo de ‘Trama’ tanto como para recomendarnos a su galería", dice.

Fondo y forma.

"En mi obra se puede hablar de fondo y forma, por supuesto. Lo que suelo buscar es una síntesis entre elementos contradictorios: formas geométricas que ordenan elementos y formas orgánicas que tienden al caos, al desorden, y eso mediante el uso del color. ¿Espiritualidad y materia, realidad y sueño? Respecto a estas dualidades no sé ni siquiera si existen", teoriza.

La muerte del arte.

"¿Qué si está moribundo el arte? Eso es como decir que la ciencia, la literatura o la filosofía están moribundas. El arte y todas sus manifestaciones tienen la buena costumbre de variar con el tiempo, a veces desaparecen formas de expresión artística y surgen otras nuevas, otras veces reaparecen o se ponen en valor sistemas expresivos, artistas olvidados o que no se habían tomado en consideración. El cambio no significa la muerte del arte. Los seres humanos necesitan el arte como respirar", medita el artista.

Entrevista con José Manuel Broto.
Pieza de la donación: 'S/T'. Acrílico sobre tela de 2008. Otro ejercicio de color y plasticidad.
José Manuel Broto.

Autorretrato a color.

En 2017, Broto se retrató así para HERALDO: "El color sigue siendo el protagonista de mi obra. Quiero hacer un arte alegre y deliberadamente optimista. Está el mundo tan turbulento que no quiero colaborar al pesimismo reinante. Me inclino por una pintura vitalista, luminosa, feliz. Pero también equilibrada, armoniosa, sin imágenes turbulentas. Yo no soy un pensador ni un ideólogo".

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