PINTURA Y ARQUITECTURA. OCIO Y CULTURA

José M. Pérez Latorre: "El Mediterráneo sigue siendo el lugar de los derechos humanos"

El arquitecto del museo Pablo Serrano y del Auditorio. también es pintor y expone 'El mar de nuestros muertos' en el palacio de la Aljafería

José Manuel Pérez Latorre expone en las Cortes de Aragón.
Pérez Latorre, arquitecto y pintor, en su estudio, ante los grabados de Piranesi.
Guillermo Mestre.

¿Qué lugar ocupa la pintura en su vida?

Ha ocupado siempre el mismo lugar que la arquitectura, pero yo diría que al principio mucho más. Siempre dudé entre hacer Bellas Artes y hacer Arquitectura. En aquellos años, 66, 67 y 68, en los que todas las cuestiones sociales tenían importancia, me parecía que la arquitectura tenía una función social mucho más potente e importante. Me incliné por ella.

¿Ha seguido pintando siempre?

Siempre. Siempre. Diríamos que cuando trabajaba, la arquitectura me ocupaba muchísimo tiempo porque los edificios que he tenido la suerte de realizar ocupan mucho tiempo físico, de horas, y mentalmente. Para no dejar de pintar me proponía cosas. Durante un año seguido, estuve pintando cada día la famosa silla ‘Wisbone’ del diseñador danés Hans J. Wegner. Era como un diario pictórico de sillas. Y eso me permitía una cosa que es importante: yo sabía que habría un momento en que podría pintar más, y si no tenía la mano educada, la cabeza iría por un lado y la mano iría por otro. Pintar me permitía mantener fresca la idea del color, la idea de la pintura, de la técnica. Todos mis amigos y familiares tienen algún cuadro mío de flores.

¿Flores?

La flor es una cosa que no te obliga a ser muy exacto, te permite manejar el color libremente. Y gracias a ello soy capaz de pintar con una cierta rapidez, y de pasar de lo que pienso a la mano y eso ha hecho que dibuje momentos tristes… La muestra de la Aljafería, ‘El mar de nuestros muertos’, es el resultado de dibujos realizados desde el año 2012 o 2013.

¿Qué le llevó ahí?

Yo no vivo en el Mediterráneo ni en primera persona la noticia, sino que vivo rodeado de las noticias que se producen sobre este hecho del Mediterráneo. Vivo viendo, en un telediario, que de repente dicen que se hunde una barca cerca de Lampedusa, fallecen 200 personas en el Mediterráneo, y la siguiente noticia es lo fantásticas que son las fiestas de Logroño. Pasar de la noticia que es una tragedia tan por encima hace que se vaya metiendo dentro de ti. Se suman tantos dramas que en un momento dado los tengo que pintar. Fue una necesidad.

"Pasar de la noticia que es una tragedia tan por encima hace que se vaya metiendo dentro de ti. Se suman tantos dramas que en un momento dado los tengo que pintar. Fue una necesidad"

¿Qué ha significado el mar en su vida, en sus veraneos, en sus pasiones, en su obra?

El Mediterráneo, a todos lo que hemos pertenecido, por qué no decirlo, a la Corona de Aragón, era nuestro mar. El Atlántico es el mar de Castilla. Los aragoneses hemos estado, y ahí está la historia, en las islas como Cerdeña, Sicilia, donde somos reconocibles en tantas cosas. Al final, si se fija, el viaje es la metáfora de la vida. Al lado del Mediterráneo se producían más cosas...

¿A qué se refiere?

Coincidíamos gentes. La gente que me ha marcado del Mediterráneo y su universo dionisíaco son personas que he conocido después, que sabía que estaban allí, en ese momento. Y éramos gente de Zaragoza, de Barcelona; éramos gente de otros sitios. Las mujeres catalanas, para mí al menos (y llevo 50 años felizmente casado con una mujer de Madrid), fueron importantes en mi vida, en mi manera de estar, y me enseñaron un mundo que en una ciudad gris como Zaragoza no existía o yo no veía…

¿Qué tenían las mujeres catalanas?

Yo creo que me sucedía lo mismo que le ocurre al Pijoaparte en ‘Últimas tardes con Teresa’ de Juan Marsé, un novelista clave en mi vida y en mi formación: muchos de los que no somos de Cataluña somos Pijoapartes e intentamos conquistar a Teresa en un momento determinado. No soy nada castellano a la hora de leer, estoy más cerca de poetas como Gil de Biedma o de Luis Cernuda; pienso en las cosas que le oía a Carlos Barral, que, además, era un personaje que me iba encontrando. Y con todo ello, estaba el mundo del arte. Mi primer ‘Picasso’ de verdad lo vi en una casa de una amiga de Barcelona. Acercarte a ese mundo te marca. Yo he dicho siempre que hay dos mundos que me marcan o que me han ayudado mucho a ser lo que soy...

José Manuel Pérez Latorre expone en las Cortes de Aragón.
José Manuel Pérez Latorre (Zaragoza, 1947) nunca ha dejado de pintar.
Guillermo Mestre.

¿Cuáles?

Uno fue el del internado, en el famoso colegio Lecároz del Valle de Baztán, siempre he dicho que por las mañanas veía una escultura de Jorge Oteiza, que había sido alumno allí, y que el piano del colegio había sido un regalo de Maurice Ravel y estaba allí, ante mí. Eran una serie de cosas que te abrían un mundo tan diferente y que se complementaba con ese mundo del Mediterráneo. Y Zaragoza ocupa siempre un lugar intermedio.

¿Intermedio? Usted es muy zaragozano. Su obra está sobre todo en Zaragoza, es casi el arquitecto de la democracia…

Zaragoza siempre me interesó y me sigue interesando. Me interesa más como análisis de la propia ciudad.

¿Cómo ha llevado eso que se decía antaño de que siempre quiere dejar su impronta? ¿Le ha dolido?

Ese juicio siempre me ha parecido superficial. La arquitectura hay que pensar que no es un hecho personal; la arquitectura, y más los servicios públicos, se diluyen en la ciudad. Construyen la ciudad. Sí tengo un compromiso, y este es personal: soy un arquitecto del siglo XX y del siglo XXI, y más del siglo XX que del XXI. Y creo que tenemos que dejar, no nuestra impronta, sino nuestra manera de ver el espacio, de ver la arquitectura, pero seamos sensatos: si miramos la historia del hombre en la tierra, solo somos un grano de arena en la vida de la humanidad. La arquitectura debe servir.

"Soy un arquitecto del siglo XX y del siglo XXI, y más del siglo XX que del XXI. Y creo que tenemos que dejar, no nuestra impronta, sino nuestra manera de ver el espacio, de ver la arquitectura"

Volvamos a ‘El mar de nuestros muertos’, el mar del dolor y del placer.

El mar siempre ha tenido las dos partes. Algo que está tan vivo y que es el lugar de la cultura y de los mitos. Y empieza a cambiar cuando vas viendo lo que está ocurriendo. Cuando las noticias empiezan a ser desbordantes. El Mediterráneo sigue siendo el lugar de los derechos humanos. Yo creo que los derechos humanos son lo único que hemos ganado con respecto a los siglos pasados. Cuando vemos lo que sucede con los inmigrantes, ves que hay cosas que no acaban de resolverse. Todo ello deja un poso que se va quedando. ¿Cuál es la manera de enfrentarse a ello para mí? Dibujando y pintando el mar. He hecho dibujos mucho más agrios de los que hay aquí.

José Manuel Pérez Latorre expone en las Cortes de Aragón.
El tríptico de 'Las bañistas', la obra de mayor formato en la Aljafería.
JMPL

En las Cortes, sí. En el fondo, también hay una parte luminosa, divertida, festiva…

La tragedia es en color. La vida no es en blanco y negro, la vida es en color incluidas sus tragedias. Y ahí he volcado todo: mi memoria, mi conocimiento, el relato, el diálogo con la pintura. Al final de mi vida soy un arquitecto que pinta y no un pintor que hace arquitectura. Y se nota.

¿En qué?

Pues como ocurre con los edificios. Soy un poco ecléctico y se me puede hallar el hilo. No soy un pintor a la búsqueda de un estilo: soy alguien que quiere pintar para explicar aquello que es fundamentalmente narrativo y usa el procedimiento que le parece más idóneo. Hay canto a la vida, a la fiesta olvidadiza. La gente se divierte y la tragedia le pasa por delante. Al final eso te hipnotiza como un mantra y ya no te produce pensamiento.

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