CINE. OCIO Y CULTURA

Luis Alegre: "Luis García Berlanga siempre presumió mucho de sus raíces aragonesas"

El cinéfilo, coordinador de La Buena Estrella y divulgador cultural, publica un libro ilustrado por El Marqués del autor de 'Plácido' y 'La vaquilla'

LUIS ALEGRE ( ESCRITOR ) / 29/07/2020 / FOTO : OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]] [[[HA ARCHIVO]]]
Luis Alegre ha vivido un sinfín de anécdotas con su 'pariente' Luis García Berlanga.
Oliver Duch.

¿Por qué Luis García Berlanga (Valencia, 1921-Pozuelo, Madrid, 2010), al que, como editor, ya le había dedicado un libro? Ahora publica en Random Cómics '¡Hasta siempre, mister Berlanga!'.

Me gustó la propuesta de Mireia Lite, de Random House: un libro en colaboración con El Marquès, un joven y talentoso ilustrador, para conmemorar el décimo aniversario de la muerte de Berlanga y el centenario de su nacimiento. Los libros de cine se suelen dirigir a los cinéfilos, mitómanos o enterados. Esta era una buena ocasión para tratar de acercar a Berlanga a los jóvenes o a los no iniciados en su mundo, que son una barbaridad. Llama la atención que en los colegios españoles se estudie a los clásicos de la literatura pero no a los del cine, algo que contribuye a explicar que la cultura cinematográfica de los españoles sea tan pobre, incluso entre los universitarios. En un máster reparé en que la mayoría de los alumnos no sabía muy bien quienes eran Buñuel o Berlanga. Un día uno me preguntó si Viridiana se escribía con b o con v.

¿Ha variado su mirada sobre él?

Cada vez me admira más cómo consiguió unas películas extraordinarias en un país y en unos tiempos muy sombríos, muy poco propicios, pero a la vez muy estimulantes, para un cine como el suyo. Especialmente en “Plácido” y “El verdugo”, al lado de Rafael Azcona, supo volar por encima su época y retratarla con una mezcla explosiva de gracia, lucidez, humanidad y mala leche. El paso de los años les ha sentado muy bien a sus obras maestras. 

-Berlanga fue un niño bien, formado en Jesuitas. ¿Cómo le marcó su infancia, la huella familiar?

De un modo muy intenso, como a casi todos, pero un poco más que a casi todos. Las dos Españas convivían en su casa en una cierta armonía: su madre Amparo era muy conservadora y religiosa y su padre José un tipo agnóstico y liberal que fue cofundador y diputado de Unión Republicana, que se integró en el Frente Popular. Una de las mayores obsesiones de Berlanga fue el choque entre las dos Españas, raíz, según él, de toda clase de catástrofes. Por otro lado, era de una familia de terratenientes y comerciantes y él nunca fue un desclasado. Era libertario y descreído, pero se consideraba un burgués. 

Siempre sintió la llamada de la carne y del deseo. Dijo que a los catorce años ya era “un viejo verde”…

Las mujeres y el sexo fueron otras de sus eternas fijaciones. Buñuel confesaba que llegó un momento en el que perdió la libido y se liberó de “la tiranía del deseo”. Eso no le sucedió a Berlanga jamás. La última vez que lo fui a ver a su casa, con Santiago Segura, David Trueba y Pepe García Sánchez, no nos reconoció. Pero se le encendían los ojos cada vez que hablábamos de mujeres.

Perteneció a ‘la quinta del biberón' y estuvo en la Guerra Civil en Teruel…

Con 17 años sirvió allí de enfermero. Él recordaba dos cosas: que no curó a nadie y, sobre todo, el frío insoportable de aquel Teruel. 

Luis Alegre publica con El Marquès un libro ilustrado sobre Berlanga.
Escena alusiva a su estancia en la División Azul en Rusia, donde no disparó ni un tiro.
El Marquès.

Otro hecho clave fue su estancia en la División Azul. Fue para tratar de salvar la vida de su padre y para deslumbrar a una mujer. ¿Le sirvió para alguna de las dos cosas?

No. La mujer a la que intentaba impresionar se casó con un amigo suyo. Y su padre, condenado a muerte por los franquistas, salvó la vida porque su familia la compró: pagó una fortuna para que unos intermediarios sobornaran a las autoridades que “lograron” conmutar la pena de muerte por la cadena perpetua. Era el siniestro “estraperlo negro”.

¿Cómo se podría definir su ideología? Se sintió cerca de Falange, rechazaba el comunismo, abrazó un cierto anarquismo…

Su experiencia en Rusia con la División Azul acabó de cuajo, a sus 20 años, con sus veleidades falangistas. Derivó hacia un anarquismo anticomunista, aunque era antisectario: algunos de sus mejores amigos fueron comunistas. Pero Berlanga era muy escurridizo e incatalogable, en la ideología y en todo. Iba muy a su aire. La ambigüedad era uno de sus encantos.

Se cruza con Bardem y nace el cineasta. ¿Qué se dieron el uno al otro?

El amor por el cine les unió y se pillaron un gran cariño. Se enriquecían el uno al otro e iniciaron el camino juntos. Sus personalidades eran casi antagónicas y eso hacía más interesante su relación. Bardem se empeñó en enseñarle a Berlanga los fundamentos del marxismo con una pizarra, pero a Berlanga no le entraba nada de aquello en la cabeza y Bardem lo dejó por imposible.

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Berlanga y Bardem, de ideologías muy distintas, fueron grandes amigos toda su vida.
El Marquès

Aragón, y no sólo por su episodio en Teruel durante la guerra, estuvo muy presente en su vida…

Y tanto. Su madre era de Rubielos de Mora y emigró con sus padres a Valencia, donde abrieron un horno de pastelería, Postre Martí. Berlanga siempre presumía de sus raíces aragonesas. En Alhama de Aragón rodó 'Los jueves, milagro' y en Sos del Rey Católico 'La vaquilla'. Venía a Aragón cada dos por tres.

En 'La vaquilla' lo conoció usted.

Le fui a entrevistar con Alberto Sánchez Millán al Parador de Sos, en el verano de 1984. Al saber mi nombre y que era de Lechago, Teruel, él bromeó con la posibilidad de que fuéramos parientes: su madre turolense se llamaba Alegre de segundo apellido. Me animó a quedarme en Sos de figurante. Se pasó todo el rodaje llamándome “pariente”. Mis padres fueron a ver tres veces "La vaquilla" con la ilusión de distinguirme entre la figuración. No lo lograron.

En cierto modo, en esa película ajustaba cuentas con su visión de la Guerra Civil…

Es muy revelador que 'La vaquilla' fuera la primera historia que imaginó para el cine, en los años 40. Ofrecía sobre la guerra una mirada entonces insólita: su convicción era que en aquella tragedia descomunal todos los españoles habían perdido, que había sido un brutal fracaso colectivo que nos había desgarrado. Propugnaba, ya en esos años, la reconciliación nacional. En 1959 escribió el guión con Rafael Azcona. Pecó de ingenuidad al creer que rodar algo así iba a ser posible durante el franquismo.

El cine de Berlanga trata de España y de la desconfianza que tenía del país y de sus gentes. ¿Era pesimista, cenizo, no creía en la condición humana?

Como casi todos los grandes creadores, proyectó en su obra una visión feroz de la personalidad española y, en general, de la vida y la naturaleza humana. Le fascinaba España, y la amaba. Con escepticismo, pero la amaba. Y, a la vez, le reventaba las tripas que fuéramos tal desastre de país. Su cine es una formidable sátira de las debilidades españolas. El lado luminoso de la vida lo disfrutaba mucho pero le interesaba muy poco como creador. Sólo en 'Calabuch' reflejó una especie de Arcadia, de mundo ideal. Pero, también en ese caso, el final es triste, melancólico. Era profundamente pesimista. Pero lo era con tanta gracia que no lo parecía tanto.

Las jornadas de cine de La Almunia de Doña Godina le concedieron el premio Florián Rey. Ahí también estuvo con él y, según cuenta en '¡Hasta siempre, mister Berlanga!', le pasó algo que parece un tanto increíble.

Sí, fue en mayo de 1999. Acudió con Alfredo Landa. Después de la comida, me fui al hotel El Patio a echar la siesta. Berlanga y Landa me siguieron y se tumbaron juntos en la cama de al lado, muertos de risa. Mi foto con ellos en la cama que hizo José María Pemán es una de las imágenes de mi vida. 

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Detalle de la portada del libro ilustrado que publica Random Cómics.
El Marquès.

¿Cuál fue la última vez que estuvo en Aragón?

En octubre de 2002, cuando vino a la Universidad de Zaragoza a participar en una charla sobre '¡Bienvenido, Míster Marshall!', que cumplía 50 años. Cenamos con los amigos en Casa Emilio. Berlanga era muy encantador. La cena fue de las que no se olvidan.

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