Jesús Marchamalo, igual que Robin de Locksley, sabe cómo lanzar una flecha. Lo sabe porque es arquero. Y aquí no hay ninguna metáfora. Es tirador con arco igual que otros son lanzadores de disco o de jabalina. Lo que también sucede es que Marchamalo escribe libros que acceden, como una flecha de papel, al corazón de los lectores. Un ejemplo de esto lo encontramos en Tocar los libros, título que alcanza su séptima edición e incluye en la misma nuevos y sugerentes contenidos; libro que tuvo como origen una conferencia que su autor dio en Valladolid hace veinte años cuando le concedieron el premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes.

Pero la relación de este autor con los libros y su entorno, además de sus lecturas, resulta enfermiza. Él lo declara así. Le honra la confesión. Y creo posible que de no contarnos todo lo que observa y le sucede, incluyendo manías y obsesiones, la situación hubiera derivado para él en una terapia clínica. Por fortuna, el libro toca muchos palos y sus abundantes revelaciones, incluso alguna disparatada, nos muestra a un autor que sabe transmitirnos entusiasmo y pasión a manos llenas, a la par que nos enriquece cuando recorremos con él, por ejemplo, las bibliotecas de Fernando Savater, Félix de Azúa, Francisco Brines, Ignacio Martínez de Pisón o Guillermo Cabrera Infante –con una foto maravillosa de su biblioteca londinense-, o cuando narra sus encuentros con Ernesto Cardenal en Managua o con el “peculiar” Rafael Sánchez Ferlosio.

Marchamalo nos recuerda la certera afirmación de Borges: No somos lo que escribimos sino lo que leemos. Y hace suyas las palabras de Yourcenar cuando la autora de ‘Memorias de Adriano’ dijo que reconstruir la biblioteca de una persona es una de las mejores maneras para informarnos de su forma de ser. Pero el acierto de Marchamalo es que muestra, intercala, su experiencia personal como lector y dueño de su biblioteca con lo que otros escritores piensan y hacen, preguntándose acerca de cuál es el número ideal de libros que una biblioteca doméstica tiene que poseer a la vez que nos describe cómo se desprendió Enrique Vila-Matas de su biblioteca de libros de Derecho o cómo Julio Llamazares abandona libros que ya no le interesan en el banco de una parada de autobús que tiene frente a su casa.

Archivo Marchamalo.

Es consciente Marchamalo, y lo subraya, que los libros, como las personas, tienen sus momentos de encuentro. Y un encuentro gozoso, convertido en colección de confidencias, es lo que logra con el lector a través de estas páginas donde también nos revela los libros dedicados que tiene o lo que ha encontrado dentro de libros comprados en librerías de viejo ( desde billetes de tranvía a fotos de carné), salpicándolo todo con anécdotas vividas por él ( como una con el escritor sudafricano Coetzee) o por otros ( desde Andrés Trapiello a Juan Carlos Onetti) y haciéndonos partícipes de su visita a las naves que la Biblioteca Nacional tiene en Alcalá de Henares, donde seis torres almacenan más de 250 kilómetros de estantes.

Los libros, sus argumentos, el lugar físico que ocupan, lo que representan para los lectores, el placer que nos proporcionan y las manías que hacen aflorar, constituyen la esencia de este título que ahora, otra vez, nos ofrece Jesús Marchamalo, estando ante unas páginas repletas de vigor y ajenas al óxido. Por eso, me parece imprescindible su lectura, más en esta nueva, hermosa y ampliada edición.

LA FICHA

‘Tocar los libros’. Jesús Marchamalo. Ediciones Cátedra. Madrid, 2020. 141 páginas.

*Fernando Sanmartín es poeta, narrador y crítico literario. Publica ‘Os contaré la verdad’ (Xordica).