FOTOGRAFÍA Y PERIODISMO

Diego Ibarra, un fotorreportero varado en en Líbano

El zaragozano registra el miedo, la pandemia y el abismo en Trípoli y otras ciudades de un país a la deriva, y dice que el dolor está en todas partes

Diego Ibarra documenta la pandemia en el Líbano.
Reparto de pan en los campamentos de refugiados del valle de la Beqaa.
Diego Ibarra

"Estoy documentando el colapso del Líbano. Quiero crear memoria en un momento donde la covid-19 ha sumido aún más en las tinieblas al país y donde la inmediatez mediática lo ha relegado al olvido. La fotografía, para mí, es una herramienta atemporal y, sobre todo, personal que crea memoria y levanta ampollas suscitando críticas y preguntas", dice Diego Ibarra Sánchez, el fotógrafo zaragozano que registra, con solidaridad y compromiso, con asombro y estupor, algunos de los conflictos de la antigua Fenicia.

Como pasó con el mundo en general, que se suspendió de súbito en el finísimo hilo de su propia vulnerabilidad, las circunstancias decidieron por el fotorreportero. "El comienzo de la pandemia fue caótico. Estaba en el Ministerio de Educación de Líbano. El teléfono de la consejera no paraba de sonar. La noche anterior habían aterrizado más de tres vuelos procedentes de Irán en un momento donde el país persa registraba bastantes muertes. Los casos no paraban de aparecer en distintas partes en un país de unos cuatro millones y medio de habitantes", dice. En horas cerraron los colegios, el aeropuerto.

"El objetivo era aislar los casos para que no se extendiesen a los campamentos de refugiados sirios, palestinos y los pisos colmena donde viven hacinados miles de trabajadores domésticos de Bangladesh, Pakistán, Sri Lanka, Filipinas… Viven muertos en vida. Son los esclavos modernos del siglo XXI", señala Diego Ibarra.

El estupor de la realidad cruel

Con mirada de sociólogo en tiempos de desastres y tempestades, para Ibarra el inicio de la pandemia fue "un huracán impredecible" en un momento en que Líbano estaba viviendo su peor crisis socioeconómica y política desde el fin de la guerra civil. El número de contagios, recuerda, no ha superado el millar, pero la gente sigue confinada, los colegios están cerrados y las opciones de regresar a España son difíciles: los vuelos se elevan hasta los 1.200 dólares solo de ida.

"Considero muy importante plantear preguntas con mis imágenes. Quiero construir un relato visual que huya de respuestas estereotipadas"

"Empecé a documentar la pandemia porque creo en la necesidad de crear memoria; sin imágenes no es posible. Considero muy importante plantear preguntas con mis imágenes. Quiero construir un relato visual que huya de respuestas estereotipadas, y hacer pensar al espectador y explicar un poco mejor realidades que de por sí resultan complejas", precisa.

La atmósfera es dramática desde cualquier perspectiva. "Líbano afronta desde el pasado octubre una crisis endémica de la que nadie sabe a dónde le va a conducir. La moneda está completamente devaluada, el tejido social fragmentado, las milicias cada vez más preparadas; hay escasez de trabajo, falta de confianza en los bancos y en el sistema. Líbano se ha convertido en una bomba de relojería soterrada por la pandemia", añade.

Diego Ibarra documenta la pandemia en el Líbano.
Un refugiado sirio recibe ayuda médica en los campamentos de la Beqaa.
Diego Ibarra.

En ese clima, desarrolla Diego Ibarra su oficio, su vocación y su rebeldía: "Para poder trabajar necesito mucha preparación, no solo a nivel de equipo (máscaras, trajes, alquiler de coche, acceso a sitios, contactos con militares, etc.), sino a nivel social y mental. Social porque Líbano es un mosaico de 17 sectas distintas; mental porque no es sencillo perder de la noche a la mañana exposiciones (he perdido en el Cervantes, en Italia y en Turquía), viajes, trabajos, clientes mientras sigo pagando autónomos y mientras veo que mi hijo de 5 años está encerrado en casa sin socializar, sin ir al colegio, sin vivir la vida que nuestros hijos deberían de vivir mientras los medios solo publican titulares del miedo".  

Cubrir la pandemia es especial, peligroso y conmovedor. Dice Ibarra: "Normalmente, sabes o intuyes cuando vas a un sitio complicado, e imaginas el olor a muerte, la tensión del ambiente, el ruido de las balas. Pero, ¿cómo te preparas ante algo que no ves ni tocas? ¿Cómo estás seguro de que cuando vuelves a casa, y a pesar de seguir todos los protocolos de seguridad (desinfección, higiene, limpieza de cámaras/objetivos, bolsas, distancias, ropa en la galería…), no portas el virus?".

El virus que vino y se quedó

Para Diego Ibarra "vivimos en una distopía, donde el futuro es el presente. La pandemia vino para quedarse". Porque piensa así, junto con otros fotógrafos ha reunido energías para documentar el nuevo tejido social a nivel mundial hilvanando las experiencias y visiones personales para humanizar esta enfermedad tan devastadora.

"Mi vida se ha convertido en un álbum personal de luces y sombras donde la luz pinta el dolor de un mundo herido que se tambalea..."

De este modo, la fotografía es un punto de unión, "no de ‘revictimización’ con la idea de crear un mapa distópico del futuro, que es el presente que nos está tocando vivir". Sus aportaciones y las de fotógrafos españoles e internacionales se pueden contemplar y seguir en (Instagram:@)covidtimes_project). 

Diego Ibarra muestra fotos de niños, de hospitales, campos de refugiados o espacios espectrales entre demoliciones, que ha tomado en Trípoli, Beirut, y en varias regiones y ciudades de Líbano. Muchas de esas fotos ya han aparecido en el ‘New York Times’, en la CNN y en la revista ‘5FW’. "Mi vida se ha convertido en un álbum personal de luces y sombras donde la luz pinta el dolor de un mundo herido que se tambalea al borde del precipicio pero que todavía levanta la mirada", dice.

Diego Ibarra documenta la pandemia en el Líbano.
En medio del caos, la mirada de un niño alumbra la esperanza en los campamentos.
Diego Ibarra.

CAOS Y DISCIPLINA, O UN OFICIO QUE ESTÁ AL BORDE DEL COMA

Vivir de la fotografía, ser ‘freelance’ y, además, creativo y meter a diario el ojo y la sensibilidad en las llagas del mundo no es fácil. "Mi trabajo oscila –explica Diego Ibarra–, por dos vertientes distintas que confluyen en un mismo punto: desde el caos que supone salir a sacar fotos hasta la disciplina espartana que se necesita para poder organizarte y motivarte para trabajar sin clientes o previa venta de fotografías. He estado en Trípoli, Beirut, Tiro, Zahle, Baalbeck..., desde que empezó todo". 

Otra revelación: "La llegada de la pandemia nos obliga a replantearnos o reformular nuevas formas de encarar un oficio que, de por sí, ya está en estado comatoso", dice.

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