literatura

Luis Sepúlveda, el escritor que halló el secreto de la pasión en la selva amazónica

Víctima del coronavirus, el chileno firmó títulos como ‘Un viejo que leía novelas de amor’, que vendió 18 millones de libros y se tradujo a 60 lenguas

Luis Sepúlveda fallece de coronavirus.
El escritor chileno en uno de sus viajes a Zaragoza en 2008,
Víctor Lax/Heraldo

"Narrar es resistir, y es lo que he hecho siempre, ha sido mi fortaleza. Y resistir no solamente las injusticias, sino también la estupidez que a veces amenaza con imponerse en todos lados", decía el escritor chileno Luis Sepúlveda (Ovalle, Chile, 1949-Oviedo, 2020), que fallecía ayer en el Hospital Universitario Central de Asturias, en Oviedo, a consecuencia del coronavirus.

Ingresó el 29 de febrero, tras un congreso literario de Póboa de Varzim (Portugal). Tenía 70 años y una carrera literaria muy personal, marcada por el gran éxito de su novela ‘Un viejo que leía novelas de amor’, que apareció en 1988 y recibió el Premio Tigre Juan, y alcanzó, tras su reedición en Tusquets (que fue la gran editorial de su vida) en 1983, un inmenso éxito internacional. Ha vendido 18 millones de ejemplares y está traducida a 60 lenguas, pero en realidad su obra siempre fue muy bien acogida.

Sepúlveda era, ante todo, un contador de historias y su producción se diversifica en varios polos: la ficción pura y dura, escribió varias novelas de trama policial, sus libros de viajes (especialmente a la Patagonia), su preocupación ecológica y esos libros, un tanto fronterizos y que a veces adoptaban la forma de fábulas modernas, que podían ser leídos por los jóvenes y también por los adultos, como ‘Historia de una gaviota y el gato que le enseñó a volar’ (1996), ‘Historia de un perro llamado Leal’ (2016) o ‘Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud’ (2019).

Sepúlveda es un escritor de prosa clara, de estilo conciso y directo, que abrazaba el realismo mágico pero también la literatura testimonial y la historia de su país y de los siglos XX y XXI. Su escritura se basaba en tres ejes fundamentales: la imaginación, la memoria y los sueños.

Hijo de un comunista que poseía un hotel en Ovalle (Chile) y una enfermera mapuche, empezó siendo periodista en un diario local, ‘El Clarín’, y allí recibió una lección de un veterano de sucesos. Leía sus textos con cariño y falsa displicencia y un día le dijo: «Eres muy literario. Quita paja».

La selva del fabulador

Empezó a escribir empujado por una profesora de Historia y con 17 años debutó en la poesía. Se graduó como director en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Luis Sepúlveda empezó militando en el Partido Comunista de Chile, pero lo dejó e ingresó en las filas del Partido Socialista. Llegó a ser gran amigo del presidente Salvador Allende, a quien consideraba un intelectual honesto y con muchas ideas. Tras el golpe de Augusto Pinochet estuvo en la cárcel, y recordó que no había querido delatar a nadie. Fue una época dura y perdió a amigos como el cantante Víctor Jara; en 1977 logró salir del país y durante casi una década vivió en Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Perú. Estuvo con las tribu indígenas y conoció a los shuar… De esa experiencia amazónica se nutriría la ambientación de su famosa novela, donde narra la historia de un anciano cuyo médico le surtía de novelas de amor.

El libro rezuma belleza, exuberancia tropical y sabiduría sensual. Y esa honda humanidad que poseen sus libros: sutileza, sentimiento y emoción. Para entonces se había casado con Carmen Yáñez, y se separarían algún tiempo más tarde. Y él se trasladó a Heidelberg donde vivió una década y donde se licenció en Periodismo, un oficio en el que se sentía muy cómodo. Quiso el azar que se reencontrase con Carmen Yáñez, poeta, que lo ha acompañado hasta el final y vino con él al menos en un par de viajes a Zaragoza, donde tuvo grandes amigos como los hermanos Ramón y José Luis Acín, José Luis Melero y Chusé Aragüés, y participó en los ciclos de 'Invitación a la lectura' y los de la Diputación de Zaragoza. "Ella es como la segunda oportunidad que te da la vida en el amor", confesó en una ocasión. En 1997 se instalaron en Gijón, que se convirtió en la ciudad de su vida.

Luis Sepúlveda, humanista y enérgico, comprometido y generoso, hizo muchas cosas: cine, reportaje de prensa, libros de viaje como ‘Patagonia Express' (donde trabajo con el fotógrafo Daniel Mordzinski, que lo considera "un hermano y un gran amigo")’, donde recuperaba el espíritu del viajero que sabe oír y ver, a la manera de su querido Bruce Chatwin, colaboró con la Semana Negra de Gijón y publicó varios títulos del género negro: ‘Diario de un killer sentimental’, que apareció con otro relato como ‘Yacaré, ‘Nombre de torero’, donde creaba la figura del antiguo guerrillero y agente Juan Belmonte, al que recuperaría en ‘El fin de la historia’, su mirada hacia los años oscuros y terribles de Pinochet y hacia algunos errores de Bachelet.

Hasta se permitió un homenaje a ‘Las mil y una noches’ con ‘La lámpara de Aladino’ (2008).

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