periodismo e historia

Víctor Amela: "La emoción, si es profunda, es eterna"

El escritor y periodista de 'La Vanguardia' presentó en Zaragoza su nuevo libro: 'Nos robaron la juventud. Memoria viva de la quinta del biberón'

Víctor Amela y 'La quinta del biberón'
Retrato de Víctor Amela, cronista de la batalla del Ebro y narrador de novela histórica.
José Miguel Marco.

Vayamos con su tío Josep. Con él comienza casi todo. De repente, en 1977 le abre la pechera…

Mi tío Josep me enseñó una cicatriz que tenía en la tetilla izquierda, y me dijo: «Es la herida de una bala». Le pregunté: «¿Dónde, cuándo?». Dijo: «En Pobla de Masaluca, Terra Alta, vi caer al amigo que corría a mi lado. Cuando me giré para mirarle, la bala entró y salió, si no hubiera hecho el gesto para mirar al amigo, la bala me hubiera matado». Al resultar herido, fue evacuado. Me dijo: «Fue el 9 de agosto de 1938. En día que yo cumplía 18 años». Me quedó grabado. Me parecía increíble. Yo tenía entonces 17 años. En otros días quise saber o preguntar, y giraba la cara, cambiaba de tema. Me di cuenta de que había algo ahí que le daba vergüenza, guardaba silencio. Este libro existe porque él no me dijo dónde y cómo había estado como ‘biberón’ en la batalla del Ebro.

¡No puede ser!

Eso lo supe después, por mi ansia de preguntar una vez muerto mi tío, falleció en 2005, y hallé unas cartas y unas fotos del día que salió del penal. Luego hizo cinco años de mili. Todo eso me conmovió. Y eso me llevó a partir de 2005 a entrevistar a supervivientes de su quinta para publicar en la contra de ‘La Vanguardia’.

¿Qué le debemos a ‘La quinta del biberón’?

Le debemos sobre todo la memoria. Esos chicos que tenían 17 y 18 años son, a día de hoy, los últimos que aún viven, los pocos que sobreviven, y que estuvieron en primera línea de guerra. Son la última memoria viva a la que podemos acceder del siglo XX, y van a cumplir todos 100 años en 2020. De los 25 que entrevisté en los quince años, viven 7. Nos pueden transportar mediante los detalles a la contienda.

Eso es muy importante… Dice que los detalles son la poesía.

Exacto. Exacto. Para mí, en los detalles está la verdad. En ese higo en cuyo interior hay un trozo de metralla, en ese carrera de piojos que hacen ellos para pasar las horas muertas en la trinchera. Son detalles que no están en los libros de historia, y yo soy periodista y no historiador, y es el detalle lo que me interesa. Ya vendrá luego el historiador que, a través del detalle y otros matices, desemboca en la teoría. Pero yo no quiero la teoría, quiero el detalle, que me habla, me da claves. El detalle es la verdad. Me interesó mucho lo que cuentan en las cartas; el detalle de uno que dice que por que no le dio un cigarrillo a un teniente, este lo quiso fusilar, poniéndole una trampa: robándole el fusil en una guardia. En esa época, eso era fusilamiento. En la guerra se daban la maldad y la bondad.

Dice uno: "Fuimos mera carne de cañón".

Hay uno que dice: «Las guerras sirven para que los que mandan envíen a otros a morir. Fuimos carne de cañón». Es verdad. De alguna manera en este libro, me di cuenta tras la muerte de Kirk Douglas, se ha vuelto una especie de ‘Senderos de gloria’, que fue uno de los alegatos antimilitaristas del cine. En este libro. ¿quién habla? El que está en primera fila, el que se juega la vida, el que te dice no sé si sirvió para algo todo aquello. Me parece un alegato valioso. Uno me dice: «Yo no fui un héroe ni un traidor. Fui un antihéroe». En su mayoría fueron chicos sencillos, humildes, que trabajaron, que acabaron en un sitio horrible y murieron. Hay unos pocos que sí fueron voluntarios, y les dedico un capítulo aparte. Son pocos. Muy valiosos.

"En este libro. ¿quién habla? El que está en primera fila, el que se juega la vida, el que te dice no sé si sirvió para algo todo aquello. Me parece un alegato valioso"

Habla de 115 días de combate…

En la batalla del Ebro, en total batallaron 100.000 soldados por bando, de los que 35.000 murieron. Se calcula que ‘biberones’, en Cataluña, solo en Cataluña, fueron convocados 27.000. De entre ellos, se calcula que 3.000 se escondieron, huyeron, eso quiere decir que 24.000 fueron al frente, y de esos 24.000 la mitad participaron en la batalla del Ebro. De ésos el 40 % murió. Nunca más volvieron a ver a sus padres. Unos 5000, por lo bajo, murieron en el Ebro con 17 o 18 años. Es una gran crueldad.

Víctor Amela y 'La quinta del biberón'
Víctor Amela presentó su libro en el Paraninfo con Genoveva Crespo y Pepe Melero.
José Miguel Marco.

Lo hizo el Gobierno de la II República…

Sí. Negrín y Companys, el Gobierno catalán. También lo hizo Franco; cuando vio que los republicanos hacían eso, mandó en agosto de 1938, forzosamente, a los jóvenes de su bando. Son los ‘pelargones’, y de ellos hablo en ‘Nos robaron la juventud’.

Dice otro: "Enviaron niños a morir".

Sí, enviaron niños a morir. ¿Quién tiene derecho a enviar a un chaval de 16, 17 o 18 años a una muerte casi cierta? ¡Hombre!

Una de las cosas que más llama la atención es la nitidez de su memoria. Recuerdan datos, nombres, olores, sabores…

No solo eso. Es asombroso. Es una maravilla, un tesoro. Cuando te cuentan sus recuerdos viven la emoción que sintieron en la guerra y lloran. Eso me parece más increíble. Han pasado 80, 81 años y lloran como si todo hubiera pasado ayer. A mí me han enseñado que la emoción no caduca. Cuando es profunda, es eterna. Uno me lloraba recordando cuando se vio en un espejo después de dos años y vio un esqueleto, y no se dio cuenta de que ese esqueleto era él; cuando se percató rompió a llorar de autocompasión por sí mismo. Otro llora siempre...

"Uno me lloraba recordando cuando se vio en un espejo después de dos años y vio un esqueleto, y no se dio cuenta de que ese esqueleto era él; cuando se percató rompió a llorar de autocompasión por sí mismo"

¿Quién, se acuerda?

El ‘biberón’ Andreu Canet ve como un tanque aplasta a un amigo suyo y él se rinde, y están a punto de matarle los falangistas… Hay uno que dice: «No. Veo que tienes cara de buena persona, y llevas granadas encima, que podrías habernos tirado y no lo has hecho. Para que veas que no te vamos a hacer nada, te voy a dar un abrazo». Siempre que me cuenta esto, rompe a llorar.

No es para menos.

Hay un contraste con los tipos que ocultan nombres de alguien que acusó o delató, y provocó una ejecución. Dos dicen un nombre, tantos años después, y se quitan un inmenso peso de encima.

Lo real se vuelve inverosímil.

Es cierto. Parece todo imaginado. A veces resulta demasiado dantesco: el palito que se ponían entre los dientes para que no se les rompieran los tímpanos, las bolitas de alcanfor que llevaban entre la rompa para no oler tanto a muerto. Te decían: «He visto trozos de personas colgadas de las ramas de un árbol». Otro agregaba: «Llevaba siempre sangre seca en las uñas». Este libro es un alegato contra la inutilidad de las guerras. Y contra el peligro de las banderas y las patrias. Pienso que sin esta guerra cuántos más Peruchos o Brossas (a los que entrevisto más adelante), tendríamos.

En el libro 'Nos robaron la juventud. Memoria vida de la quinta del biberón' (Plaza & Janés) hay más cosas.

Sí, cartas de guerra, los diarios de Edmón Vallés, de Mequinenza, y de otros. Aquí la emoción y la memoria conviven y estremecen.

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