'Masterchef': la gran comedia española en la noche de las estrellas Michelin

"¡Se me caen los pantallones, chef!". Lo dijo Yolanda Ramos, la última expulsada de 'Masterchef', a la que, por cierto, esta edición le debe prácticamente todos sus mejores momentos. Una frase que, a las puertas de la final, resume el despiporre generalizado de un concurso que, en su versión famosos, se ha alejado ya sin complejos de cualquier interés culinario.

Pero qué más da.

La cocina ha sido lo de menos. Y casi, casi, a estas alturas también quién ganará. Hasta el 'Telediario' se encargó de quitarle a la competición cualquier suspense, destripando en una promoción previa los dos primeros salvados del programa de este miércoles. Y qué más da. Si no hay buenos platos, que se sirva cachondeo.

Yolanda Ramos, más gurú que nunca, abogó en la prueba de exteriores por el 'mindfulness': efectivamente, el 'celebrity' va este año de vivir cada momento delirante. Este miércoles hubo tantos como, paradojas de la vida, estrellas Michelin se habían repartido horas antes.

Que se quiten las esferificaciones si este 'reality' nos ofrece a Tamara hablando con su primo en inglés. "Es que no nos damos ni cuenta", dijo la hija de la Preysler. O a Boris Izaguirre 'peliando' y perdonándose sucesivamente con su hermana Valentina, en una versión 'reloaded' de los culebrones que él mismo guionizaba.

Quién quiere una aire de apio si Yolanda Ramos le rompe un plato carísimo al chef Mario Sandoval.

O si Félix Gómez triangula su flirteo con Boris Izaguirre hablando con el marido del venezolano, mientras frota frenéticamente un molde de chocolate. Un 'menage à trois' en delantal. Qué importancia tiene el emplatado si Yolanda Ramos en el momento más tenso suelta: "El sifón me ha escupido".

'Masterchef' no es un concurso de cocina. Es un festín de reír. Una "jartá", que diría Vicky Martín Berrocal. La gran comedia española en la noche de las estrellas Michelin.