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Síndrome pseudobulbar: la lesión cerebral que explica la risa del 'Joker'

Las carcajadas extemporáneas que caracterizan al personaje de la película son, en la vida real, una enfermedad cortical que desconecta las emociones de los gestos del rostro.

Joaquin Phoenix suena para todos los premios por su interpretación en 'Joker'.
Joaquin Phoenix suena para todos los premios por su interpretación en 'Joker'.
Heraldo.es

El éxito de 'Joker' va ya mucho más allá de la taquilla. La película dirigida por Todd Philips y protagonizada por un inmenso Joaquin Phoenix (que ya suena para todos los premios), desborda la gran pantalla para inspirar modas, como los disfraces de este Halloween o la de fotografiarse para las redes sociales en las escalinatas de Nueva York que aparecen en el filme. No obstante, 'Joker' también es influyente en terrenos menos frívolos, a la hora de generar interés, por ejemplo, en torno a la risa extemporánea del personaje protagonista, Arthur Fleck.

Este recurso, entre dramático y cómico, sobre el que se basa en gran parte la naturaleza de Fleck, es, en la vida real, una enfermedad neurológica. Conocida como Síndrome pseudobulbar, se trata de una lesión cerebral que desconecta las emociones de los movimientos de la cara. No tiene carácter psicológico ni psicopático. Lo que ocurre es que los músculos de la cara pierden la capacidad de responder con los gestos apropiados. Lo que falla es la representación motora de las emociones. La gestualidad se dispara a destiempo o desincronizadamente. No solo la risa, también el llanto. Un afectado puede llorar al oír un chiste, reírse en un funeral o por nada o, igualmente, no reaccionar de ninguna manera, no poder dar salida física a sus emociones. Lo que ocurre es que las emociones no enganchan con el efecto motor final: o no se sacan o se hace de forma anómala.

Con precisión, desde el Servicio de Neurología del Hospital Miguel Servet de Zaragoza, hablan de "un conjunto de síntomas que avisan de que las funciones cerebrales no se desarrollan con normalidad".

Para entender qué le pasa al Joker hay que situarse en el origen de los movimientos del cuerpo, o sea, en la corteza cerebral. En un primer estadío, cada uno de los movimientos humanos se origina de forma directa de neurona a neurona, pero luego estas se reagrupan, en estructuras de segundo y tercer nivel, más sofisticadas, que son las que se encargan de, por ejemplo, hacer mohínes o de que caminemos de manera más elegante, compleja, no robótica. Todo esto se desarrolla de modo reflejo, sin intervención del intelecto o de las emociones. Un individuo solo se da cuenta de estos procesos neuronales si, por alguna enfermedad, los acaba perdiendo.

Los niveles motores van de un músculo a un conjunto de ellos, de menor a mayor complejidad. Un esquema motor que se corresponde también con las emociones. En ese caso, hay una orden cerebral inicial y un efecto final, que es el gesto: en forma de risa, de llanto, de puchero... Es la manera en la que por ejmolo, mostramos con la cara enfado o tristeza cuando nos abronca. "Pero ese puchero, esa risa, más allá de la emoción que las desencadena, tienen un componente motor puro, que es lo que falla en el síndrome que nos ocupa", explican los especialistas del Miguel Servet.

"Igual que cuando tropezamos tenemos una serie de movimientos preprogramados, de reacción, el rostro lo hace igualmente, de forma refleja, al enfado, al miedo, a la tristeza... En la supercomputadora que es el cerebro hay un territorio donde se encuentra el chip necesario cuando hace falta emocionalmente. Genera movimientos reflejos a la emoción", ilustran en los neurólogos.

En el caso del Síndrome Pseudobulbar, que puede estar relacionado con la ELA o con las enfermedades cerebro vasculares -"sobre todo en las que afectan de forma difusa a arterias pequeñas"-, "se alteran el territorio cortical o las uniones entre la corteza y los núcleos motores, que están un poquito más abajo, en el tronco cerebral, y que son los responsables de las carcajadas o de sacar la lengua para hacer una broma".

Eso sí, la lesión ha de ser bilateral, es decir, producirse en las dos partes del cerebro, lo que no es habitual (los ictus, por ejemplo, suelen ser unilaterales). Motivo por el cual, este síndrome es algo poco común. "Es muy mala suerte", dicen los expertos.

Desde el Servet añaden que no existe tratamiento específico para este síndrome. "En todo caso, sería parala enfermedad subyacente". Y, si bien existen algunos fármacos, su eficacia no está totalemente demostrada.

Al tratarse de una lesión con repercusiones sociales, los médicos recimiendan que lo mejor es que el enfermo lo diga, "tratar de que no se sienta afrentado y que tenga cobertura de la familia". Son buenas también la rehabilitación y psicoterapia.

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