Sánchez entierra el hacha de guerra y enfila 2023 envuelto en la bandera de la socialdemocracia

El jefe del Ejecutivo cierra el 40 Congreso Federal del PSOE con una exhibición de unidad y erigido en continuador de González y Zapatero.

Sánchez, en olor de multitud, durante el congreso socialista.
Sánchez, en olor de multitud, durante el congreso socialista.
Biel Aliño / Efe

En 2017 la socialdemocracia estaba de capa caída. No en España, en toda Europa. «La honestidad me obliga a deciros que ya no soy socialista», proclamó Emmanuel Macron el día que presentó 'En Marche!', el partido que le aupó al Elíseo. En ese contexto, y con la presión constante de un aún pujante Podemos que, pese a no haber conseguido el temido 'sorpaso', amenazaba la hegemonía del PSOE, Pedro Sánchez se enganchó a la reivindicación de la izquierda rupturista para reconquistar, a lomos de una militancia frustrada con las respuestas que había dado su partido a la crisis financiera, la secretaría general del PSOE. Pero ese es un capítulo enterrado.

El SPD de Olaf Scholz está a punto de volver a liderar un Gobierno en Alemania, junto a los liberales y los verdes, pero sobre todo, la UE de la austeridad y la ortodoxia económica, ha virado, en la crisis sanitaria de la covid-19, hacia planteamientos 'keynesianos' y el cambio ha cogido al PSOE de Sánchez en el Ejecutivo, junto a un Podemos capitidisminuido y una fuerza de ultraderecha, Vox, en el tablero político.

«Nos decían que la socialdemocracia estaba en crisis. ¿Y como están los que hablaban de eso? ¿Su modelo es la Hungría de Orban? ¿Los Estados Unidos de Trump? ¿El Reino Unido del Brexit? -presumió este domingo el presidente del Gobierno-. Un gran número de europeos defienden el valor de lo público. Las vacunas llegaron en el orden de sus necesidades médicas y no del tamaño de la cartera».

Ante 9.500 dirigentes y militantes de su formación, reunidos en el cierre del 40 Congreso Federal del PSOE, Sánchez llegó a afirmar que el principal objetivo de su mandato siempre fue «preservar el legado de la socialdemocracia». Este domingo ya no levantó el puño al son de la Internacional. «Seguro que he cometido errores, pero siento que hemos conseguido entre todos lo esencial, que esté aquí vivo este proyecto de justicia e igualdad», presumió.

El discurso de Sánchez puso el colofón a un Congreso Federal tan pacífico y festivo que apenas guarda parecido con cualquier otro cónclave anterior. «Algo así lo vamos a vivir una vez cada 20 años; dejadnos disfrutar», ironizaba este sábado un dirigente con muchas batallas orgánicas a sus espaldas. La reconciliación con el pasado y la decisión de enterrar el hacha de guerra fue evidente durante los tres días que ha durado la convención, tanto en asuntos simbólicos, como la participación, el sábado, de los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González o el homenaje que este domingo se brindó al fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba, como en cuestiones orgánicas.

Esta vez, la ejecutiva -aunque casi tan grande como la anterior pese a las promesas de reducirla para hacerla más funcional- no está llena de nombres vinculados a lo que se denominó el 'sanchismo'.

Recuperar la unidad

El secretario general de los socialistas ha seguido el camino trazado en la crisis de gobierno del pasado julio, cuando se deshizo de referentes de su batalla en 2017, y lejos de ningunear a los barones ha incorporado a la dirección federal a personas de su confianza. Porque de lo que se trata ahora es de recuperar la unidad. «Somos un más fuerte porque está unido», dijo Sánchez. Si en 2017 el equipo que configuró logró el respaldo del 70,5% de los delegados en el congreso, en esta ocasión llegó al 94,94%.

En el PSOE todo el mundo parece ahora dispuesto a exclamar «¡pelillos a la mar!» y olvidar viejas rencillas. Los mismos que clamaban contra un 'gobierno frankenstein' apoyado en el secesionismo asumen ahora que es lo que hay. Pragmatismo. «No podemos permitirnos más batallas porque la cosa no está sencilla», admitía este fin de semana un barón mesetario. El ánimo en este congreso federal era el de cerrar filas para afrontar el próximo ciclo electoral, que salvo adelantos empezará en 2023, y al que el PP llega aún compitiendo con Vox pero ya sin tener que lidiar con Ciudadanos.

En el cuartel general de los socialistas son optimistas respecto a sus posibilidades. Confian, sobre todo, en que el fin de la pandemia y la recuperación económica les ayude a mantener el poder, pero fuentes de la dirección admiten que la de las próximas generales no será en ningún caso una contienda fácil. Entre otras cosas, por el crecimiento de los populares, por el desinfle de Unidas Podemos y porque el resultado de los últimos comicios parece un techo difícil de superar. Tampoco hay, además, esperanzas de poder ganar nuevos territorios en las autonómicas.

Sánchez, en todo caso, defendió los aspectos de su gestión más criticados por la derecha y, se erigió en continuador de la obra de González y Zapatero, a los que se remitió en más de una decena de ocasiones en su intervención. «En Cataluña, además de hacer valer la ley, trabajamos con el diálogo. Nos acusan de querer romper España. Pero no es creíble. Si hay un partido que ama a España es el PSOE. Por algo somos la única fuerza con presencia decisiva en todo el país», dijo.

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