De la defenestración a la gloria

Sánchez, en olor de multitud, durante el congreso socialista.
Sánchez, en olor de multitud, durante el congreso socialista.
Biel Aliño / Efe

Cuando el 1 de octubre de 2016 el comité federal del PSOE defenestró -metafóricamente hablando- a Pedro Sánchez obligándole a dimitir como secretario general, Sánchez acababa de cosechar consecutivamente los dos peores resultados electorales de la historia del partido en democracia: 90 escaños en diciembre de 2015, perdiendo 20 respecto a 2011, y 85 en junio de 2016. 

E iba camino de una nueva y más estrepitosa debacle al abocar a España a una tercera repetición de las elecciones con tal de no facilitar que Mariano Rajoy volviese a formar gobierno.

Pero al que sus compañeros de la dirigencia sacaron por la ventana, los militantes lo devolvieron por la puerta. Y ayer, después de tres años largos en la Moncloa, el mismo partido que lo echó con cajas destempladas lo aclamaba en Valencia como a su indiscutible líder. Con abundancia de aplausos y zalamerías y casi ninguna disidencia aparente. Así es la política. Ejercer el poder es el bálsamo infalible para cerrar las brechas y apretar las filas de un partido. Y tener en su mano el reparto de dones y cargos es, para un dirigente, la mejor garantía de la fidelidad de su gente. Tanto énfasis quiso poner el congreso socialista en la unanimidad que ni siquiera se molestaron en someter a votación el informe de gestión, es decir, la rendición de cuentas de su secretario general. Aprobaron de oficio la ejecutoria de Sánchez, ¿quién iba a estar en contra?

Pero en el entusiasmo de los aplausos de Valencia se adivina más empeño que sinceridad, más pose para la foto que sustancia, más adulación que confianza. Cuando vengan otra vez mal dadas, y antes o después inevitablemente vendrán, los aplausos se tornarán fácilmente en lanzas. Así es la política.

Mientras tanto, comienza ya la carrera electoral, aunque no se sepa cuánto tiempo falta para los comicios. Y las encuestas señalan que el PSOE y el PP -cuya cohesión en torno a Casado tampoco es especialmente sólida- no están lejos el uno del otro.

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