gastronomía

Españoletas: una perdición laminera con muchos nombres

Tortas de cuchara, setas, misterios... varios nombres para unos dulces muy aragoneses.

Marisa Pasquier, en su panadería del barrio de San Pablo de Zaragoza, muestra las españoletas.
Marisa Pasquier, en su panadería del barrio de San Pablo de Zaragoza, muestra las españoletas.
Oliver Duch

Un intenso olor a panadería camina por la calle de Boggiero, en el corazón del zaragozano barrio de San Pablo. Es tan sugerente que incita a encorrerlo. El destino de esa estela es el obrador de Pasquier, donde en una de las amplias mesas de su trastienda lucen tres bandejas de españoletas. Bueno, así las llaman aquí, porque estos mismos dulces son nombrados de diferente forma dependiendo de la provincia, la comarca o, incluso, en pueblos que comparten lindes.

Se trata de un lamín muy socorrido para guardar en la despensa siempre y sacar en cualquier ocasión, porque hasta duras son dignas de piropos. Ya sea para desayunar, mojarlas en el café de media mañana, como postre después de comer, para merendar o ser la dulce despedida del día acompañadas de una onza de chocolate.

A pesar de que seduzcan paladares de todas las edades, son más consumidos por un público adulto, ya que los jóvenes caen rendidos ante otras tendencias. "Gustan a todos, desde los niños, que se las regalo cuando vienen, hasta los más mayores", ríe Marisa Pasquier mientras atiende en el horno familiar. Son "de siempre", aunque cada vez más obradores se decantan por esas propuestas más modernas y dejan las españoletas para el recuerdo.

La magia se consigue con una fórmula e ingredientes sencillos. Harina, huevos, aceite, azúcar, gaseosas de papel –o similares– y, en algunos casos, también leche. "Más tradicionales no pueden ser", coinciden los artesanos.

"Se preparaban con la masa sobrante de las magdalenas, la que quedaba en el caldero, o con una parte que se reservaba. Y se le añadía un poco más de harina para que quedasen más duras", explica Luis Ángel López, panadero e investigador de la gastronomía aragonesa. En Almonacid de la Sierra, donde regenta su horno, las llaman tortas de cuchara porque se tomaba este utensilio como medida. Otra curiosidad es que en este pueblo es costumbre regalarlas de luto –es decir, como presente a quien ha perdido a un familiar– en Navidad o en fiestas.

Españoletas de Almonacid de la Sierra.
Españoletas de Almonacid de la Sierra.
L. A. L.

La mayoría de las fuentes señalan a Aragón como el origen de este dulce. "Es muy típico en el Bajo Aragón y después se instaló en Valencia, Castellón y parte de Cataluña", menciona Carlos Usón desde el zaragozano Horno Ismael, donde también las conocen como "torticas de Aragón". "En la costa levantina se llaman tortas aragonesas y en Murcia, otras muy similares pero con frutas, llevan el nombre de aragonesas", apunta Luis Ángel López.

En la Panadería Cardete de Alcañiz las elaboran con la receta centenaria de la familia, con raíces en Beceite. "Las hacemos como mis abuelos, mi madre y mis tías", cuenta Manuel Cardete. Allí las denominan "galletas de horno", pero reconocen que en pueblos vecinos son "españoletas". Precisamente, el origen de esta denominación no es clara. "Existen varias teorías, como que el término sea un guiño a la promoción de las harinas españolas", menciona López. Otra, que fuera típica de toda España, pero lo desmontan las citas aragonesas.

"Es el dulce más castizo y tradicional de esta zona", reivindica Luis Ángel. Una explicación puede ser que antaño los ciudadanos disponían de todos los ingredientes a mano, así que las preparaban en casa y después se horneaban en la panadería de referencia.

Españoletas bañadas en chocolate, en la Pasquier.
Españoletas bañadas en chocolate, en la Pasquier.
Oliver Duch

Las versiones

Se trata de una receta tan sencilla que experimenta variaciones. "En la zona de Fraga son con la misma masa, pero más grandes, y se denominan torta de huevo o de yema", señala López.

En Pasquier, en pleno Gancho de la capital aragonesa, mantienen la receta familiar, pero han hecho alguna variación, como quitar la leche para que las puedan comer los intolerantes a la lactosa. Además, han ideado otras versiones que se pueden comprar en todas sus tiendas de la ciudad: integrales y bañadas en chocolate, una opción que reservan para los meses fríos de otoño e invierno.

Españoleta de Pananbel.
Españoleta de Pananbel.
Carlos Martínez Villa

En otros lugares como en Pananbel, en Ambel, también preparan otra variante. "Tenemos mostachones duros y blandos, los de bizcocho", cuenta Carlos Martínez Villa, desde este negocio que data de la década de los 60.

"Casi vendemos más españoletas, o setas que las llamamos, que magdalenas", agrega Martínez desde Ambel. "Son adictivas", reconoce el antiguo panadero de Pasquier, a pesar de no ser laminero. Así que pocos se resisten a los encantos de una españoleta.

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