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Los pinchos de toda la vida con vistas a la catedral se sirven en el bar Palermo de Tarazona

Samuel Navarro cogió el traspaso de este popular establecimiento hace más de dos décadas. Es de Magallón, donde con tan solo 21 años llevó el Casino.

Montse y Samuel regentan el bar Palermo de Tarazona desde 1999
Montse y Samuel regentan el bar Palermo de Tarazona desde 1999
H. A.

Tiene 49 años y desde los 21 está dedicado al exigente mundo de la hostelería. Samuel Navarro es natural de Magallón (Zaragoza) y, desde hace 24 años, regenta el bar Palermo de Tarazona. Este mítico establecimiento se sitúa casi en la puerta de la catedral (calle Virgen del Río, 1), en pleno centro de una localidad a la que Samuel se mudó al poco tiempo de festejar con la que ahora es su mujer, Montse

La vida de ambos siempre ha estado ligada al trabajo en el bar. Cuando Samuel cogió el traspaso del Palermo ya llevaba tres años, desde los 21, regentando el Casino de su pueblo. Al establecer su domicilio en Tarazona empezó a buscar trabajo y surgió la oportunidad de hacer aquello que le gustaba y se le daba bien, que era llevar un bar. 

Parece que no se equivocaba ya que ahora, 24 años después, el establecimiento sigue abierto y el trabajo no falta. "Hemos pasado por varias crisis y una pandemia, por lo que ha habido años más flojos pero vamos tirando como podemos", resume. Iniciativa y ganas no le faltan ya que durante un breve período se animó a abrir una cervecería en Tarazona que, con el tiempo, organizó hasta alguna fiesta de la cerveza y se convirtió en pub. Pero la vida no le daba para todo y decidió cerrarlo antes de morir de éxito. 

Actualmente, Montse y él cuentan con una persona contratada a media jornada que les da apoyo en el bar, sobre todo en cocina. Sus elaboraciones son sencillas y se centran en dar almuerzos y vermús. "Entre semana esto ha bajado mucho. Solo funciona si hay algún gremio trabajando cerca y ahora damos más un servicio al que está de paso, aunque también tenemos nuestra clientela fija. El fin de semana la cosa mejora, ya que tenemos una terraza muy grande en la puerta desde que arreglaron la placeta de la catedral", explica Samuel.

A media mañana sobre la barra del Palermo no falta el mítico huevo con gamba rebozado, un clásico que nunca falla. También triunfan otros pinchos, como el montadito de salmuera o el de solomillo con bacon, que son las elaboraciones estrella del bar. También sacan alguna ración, de bravas o calamares, pero su fuerte son las tapas. 

"Con la pandemia aprendimos a mirar por nosotros"

Además de cerrar los miércoles, por descanso semanal, desde la pandemia, el bar Palermo también cierra a mediodía. Es un cambio que Samuel reconoce que le costó hacer, acostumbrado a tener siempre la puerta de su establecimiento abierta, de sol a sol. "Ahora hemos aprendido a mirar por nosotros ya que antes pasábamos en el bar horas muertas durante las que apenas entraba nadie", asegura. 

Aunque el capítulo de la covid ya está cerrado, Samuel tiene muy reciente el recuerdo de los malabares que tuvo que hacer para mantener su negocio a flote. "El dueño del local nos perdonó el alquiler durante un mes y también recibimos una ayuda municipal de unos 800 o mil euros y otra de la Diputación Provincial de Zaragoza. Jugamos con los ERTE y tuve que dar las horas de trabajo justas a la chica de la cocina", explica.

"Ahora hemos aprendido a mirar por nosotros ya que antes pasábamos en el bar horas muertas durante las que apenas entraba nadie",

Hasta entonces, tenía contratado a un camarero fijo y cogía a personal de refuerzo en fechas señaladas, como el verano o el Cipotegato. Pero a raíz de la pandemia, el matrimonio se ha quedado al frente de todo, con el único apoyo de la empleada de cocina y algún extra para momentos puntuales. Algún extra que, de vez en cuando, también es su hijo Marcos. Tiene 23 años y cuando la cervecería estuvo abierta se dedicó a ella plenamente durante un tiempo. Ahora, su ayuda con el negocio familiar se limita a citas señaladas como carnaval, nochevieja o las fiestas del Cipotegato, atendiendo a la clientela de la barra que el bar Palermo saca a la calle con música. "Es brutal, son fechas en las que trabajamos mucho. Abrimos a las nueve o diez de la mañana y estamos hasta las tres de la madrugada. Antes alargábamos hasta las cinco o así, cuando terminaba la verbena que montan en la puerta. Pero ahora han abierto más bares cerca y cerramos antes", explica Samuel, sobre el Cipotegato.

El 27 de agosto es la fecha más señalada para Tarazona y la localidad multiplica su población con gente llegada tanto de la comarca como de más lejos para participar en una fiesta que nada tiene que envidiar a la tomatina de Buñol. De poner a bailar a locales a visitantes y de procurar que su vaso siempre esté lleno se ocupa la familia Navarro, desde el otro lado de la barra del bar Palermo. Tanto Samuel como Montse tienen 49 años por lo que a este matrimonio todavía le quedan muchas cañas que tirar, muchos cafés que poner, muchas tapas que servir y, en definitiva, muchos años (más de diez) de trabajo por delante. "Todos esos y los que nos quieran echar", matiza Samuel, entre risas.

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