gastronomía

Caldearenas, el restaurante que sobrevive en un pueblo con más niños que vecinos

María José Eneri ejerce de cocinera, camarera, jefa de sala y limpiadora para mantener el negocio en esta localidad del Alto Gállego.

María José Eneri, en la terraza, con una ración de manitas de cerdo
María José Eneri, en la terraza, con una ración de manitas de cerdo
A. Toquero

En el colegio Virgen de los Ríos de Caldearenas (Huesca) estudian 18 niños desde las etapas de Educación Infantil a sexto de Primaria. Es un número importante teniendo en cuenta que en el pueblo apenas viven 10 personas en invierno. Hay más niños que vecinos. Eso sí, son alumnos de las localidades del entorno, de las ocho pedanías de esta zona del Alto Gállego que juntas suman alrededor de 250 personas.

Este no es el único dato curioso de Caldearenas. Por ejemplo, hay un restaurante que lleva el nombre de la localidad. Desde 2018 lo gestiona María José Eneri, muy vinculada al pueblo, aunque no nació en él.

“¿Cómo puede mantenerse abierto un negocio hostelero con un número tan escaso de potenciales clientes?”. Es la primera pregunta que le hago a María José. “Es complicado –responde– porque a partir de ahora y hasta que empiece a llegar el buen tiempo no hay mucho movimiento, pero me defiendo con los obreros que entre semana trabajan por la zona, y el fin de semana sí que viene gente de propio”.

Para que las cuentas le salgan, María José ejerce todos los oficios posibles. A las siete de la mañana ya está en el restaurante. Limpia los baños y la cocina al tiempo que está “al loro” por si llega alguien a tomar el primer café. Entre tanto, pone en marcha los fogones con el recetario de los menús, y entre una y dos veces por semana se acerca a Hostal de Ipiés, donde recoge la compra que le llega de Huesca, porque los distribuidores no se acercan a Caldearenas.

Fachada del restaurante Caldearenas.
Fachada del restaurante Caldearenas.
A. Toquero

En fin, que ejerce de limpiadora, cocinera, camarera, jefa de sala, transportista... Esta multitarea le obliga a planificarse bien y a recomendar a sus potenciales clientes que “es preferible que llamen para reservar”. “A diario, sobre todo, estoy sola cocinando, sirviendo cafés y poniendo los menús, así que si viene todo el mundo a la misma hora, complicado”, asegura.

En cualquier caso, del restaurante Caldearenas nadie se va sin comer. “No me gusta hacer esperar a la gente, por eso prefiero dar hora –explica María José–, pero como mucho pueden ser diez minutos de espera, mientras se toman una cerveza”.

La logística de los menús la tiene muy controlada. Los guisos, que están mejor de un día para otro, le dan mucho juego. Manitas de cerdo, conejo con caracoles, albóndigas en salsa... Y luego, claro, elaboraciones que se puedan hacer en el momento a la plancha. Entre los primeros platos, en este establecimiento se maneja mucho la cuchara, así que la sopa de cocido o los boliches de la zona son una referencia imprescindible.

Ración de manitas de cerdo, una de las recetas más demandadas en el restaurante Caldearenas.
Ración de manitas de cerdo, una de las recetas más demandadas en el restaurante Caldearenas.
A. Toquero

Cuando es temporada de tomate, se abastece de las huertas del entorno y ahora va tirando de las verduras de invierno. Hace poco también descubrió las posibilidades del membrillo. Su hermano le llevó una buena cosecha y le salieron 30 kilos. Para dar salida al producto se inventó una ensalada con mezclum de lechugas, pipas, queso de cabra, membrillo y vinagreta de manzana “que está teniendo un éxito tremendo y casi siempre está en el menú”.

Los jueves el protagonista es el cocido y el fin de semana se enciende la brasa. Una de las propuestas más demandadas es el menú de chuletón (25 euros). La cercana senda de Izarbe –una ruta muy sencilla y atractiva para hacer con niños– atrae a muchas familias el sábado y el domingo, “además de la gente que tiene casa por la zona”, así que trabajo no le falta.

Además, una de sus máximas es que al cliente hay que darle lo que pida. Por eso, ante la sugerencia: “Me puedes preparar...”, María José siempre está dispuesta a cocinar lo que haga falta. “Mi hija me dice que tengo mal acostumbrada a la gente, pero a los clientes hay que cuidarlos para que vuelvan”. Ella lo tiene muy claro porque sabe lo que cuesta que se acerquen a su establecimiento.

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