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La Graciela recoge el legado de la familia de panaderos Pequerul en Fuentes de Ebro

Elena Gratiela Croia es de Rumanía pero vive en la localidad zaragozana desde hace casi 20 años. Desde 2021 es la dueña del horno de leña donde trabajó y aprendió todo lo que sabe. 

Elena Gratiela Croia (en el centro), con unos clientes, en su panadería de Fuentes de Ebro.
Elena Gratiela Croia (en el centro), con unos clientes, en su panadería de Fuentes de Ebro.
H. A.

Hace varias generaciones que en Fuentes de Ebro hay un horno de leña que ahora es el único que sigue en funcionamiento. Se trata del de la actual panadería La Graciela, regentada por Elena Gratiela Croia. Es la dueña desde 2021, cuando el panadero para el que trabajó durante muchos años se jubiló. Él es Santiago Pequerul (o Abel, como todos lo conocen en el pueblo). Hijo de panaderos, empezó a ejercer la profesión con 14 años y hace dos, ya pasados los 60, decidió que era hora de descansar. Sus hijos han llevado otros caminos profesionales por lo que la panadería estaba abocada al cierre.

Al mismo tiempo, Elena Gratiela, que por aquella época estaba a media jornada en la panadería y trabajaba en el comedor de una empresa de La Cartuja se quedó sin este segundo empleo, por la pandemia. “Me daba mucha pena que el horno fuera a cerrar y me atreví a quedarme con el negocio como salida laboral”, explica. Es de Rumanía y llegó a España, junto con su marido y su hijo, en 2001. Al principio vivieron en Zaragoza pero se mudaron a Fuentes de Ebro en busca de una vida más tranquila, lejos de la ciudad.

"Aquí todo se trabaja como antiguamente, como se hacía hace 40 años. No me he puesto cámaras para mantener masas en frío ni nada de eso"

Después de más de dos décadas, se sienten como en casa y solo tienen buenas palabras para sus vecinos. Además, estos han respondido muy bien con el cambio de dueña en la panadería y Elena Gratiela no ha parado de trabajar en estos dos años. Su horario es exigente, como marca la profesión de panadero. Se levanta a la una de la madrugada y lo primero que hace es poner el horno en funcionamiento. “Al ser de leña le cuesta más de dos horas calentarse. No es fácil de llevar, da mucho trabajo porque es difícil de controlar, no es como uno eléctrico. Pero si aprendes a manejarlo es una joya, de lo mejor que se ha fabricado en España, en concreto en Zaragoza”, explica.

La laboriosidad de trabajar con un horno de leña está haciendo que en muchas panaderías se pase a los de gasoil o eléctricos, como ha sucedido en las otras dos que hay en Fuentes. Pero La Graciela es fiel al suyo: “Funciona como el primer día, después de 50 años. No lo cambiaría por ningún otro horno”, defiende. El resultado se nota y, no en vano, vecinos no solo de Fuentes sino también de los pueblos de alrededor la visitan para llevarse el pan. “Lo que más se vende es el pan rústico, que se hace cocido a la piedra, y, de bollería, la torta y el bollo típicos para el desayuno, y también las magdalenas”, explica Elena Gratiela.

Además, también hace encargos, como brazos de gitano o tartas personalizadas para cumpleaños y otras celebraciones. En su mostrador conviven los productos de toda la vida con otros más actuales, como macarons franceses. Coquitos, preñaos de longaniza, roscones, chocolateros o empanadico de calabaza son otras de las elaboraciones que se pueden encontrar en la panadería La Graciela.

Los primeros clientes llegan bien temprano, a las 5.30 de la madrugada. Para esa hora, Elena Gratiela ya tiene el pan horneado, después de toda la noche trabajando. Pero su jornada no acaba ahí, ni mucho menos. Después del pan continúa con el resto de productos y, sobre las 9.30, sale al despacho para atender al público. Así hasta las dos del mediodía, cuando cierra las puertas y se queda preparándolo todo en el horno para la noche. Cuenta con una empleada, que le ayuda en este establecimiento, y otra que atiende a la clientela en otra tienda que tiene a pie de carretera.

“Aquí todo se trabaja como antiguamente, como se hacía hace 40 años. No me he puesto cámaras para mantener masas en frío ni nada de eso. Se trabaja con masa directa: primero se amasa, luego se deja reposar y después se mete al horno. Y así cada día”, explica. Los domingos no hace pan pero eso no significa que no trabaje porque es el día que dedica a limpiar a fondo el establecimiento.

Cuando se hizo con el negocio tuvo que realizar una pequeña inversión, entre el cambio de licencias a su nombre y una renovación del local. Quedarse con el horno en el que durante tantos años había trabajado fue una decisión que tomó con miedos e inseguridades pero ahora, dos años después, Elena Gratiela no se arrepiente para nada. “Algunos decían que no iba a durar ni tres meses, pero sigo aquí y con ganas. Me encanta mi trabajo”, asegura.

Para su antiguo jefe no tiene más que palabras de agradecimiento. “Fue el mejor maestro, me enseñó todo lo que él sabía y siempre le estaré agradecida por explicarme todo con tanta paciencia”, asegura. A cambio, él encontró en Elena Gratiela ese relevo generacional que no iba a producirse dentro de la familia. Ahora, el horno ya no lleva el apellido Pequerul en su cartel pero su buen hacer continúa en manos de La Graciela. 

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