REAL ZARAGOZA

Valladolid ya fue una vez estación terminal para un entrenador que viajó allí sentenciado

En octubre de 2016, Luis Milla viajó al partido de Zorrilla sabedor de que, salvo una victoria ante los castellanos, su destino estaba escrito y sería destituido. El empate, 0-0, no fue suficiente y volvió despedido.

Luis Milla, con gesto desencajado, a la bajada del autobús del equipo en Zaragoza tras regresar de Valladolid en 2016, sabiéndose ya destituido.
Luis Milla, con gesto desencajado, a la bajada del autobús del equipo en Zaragoza tras regresar de Valladolid en 2016, sabiéndose ya destituido.
Guillermo Mestre 

Julio Velázquez viajará este fin de semana a Valladolid al frente del banquillo del Real Zaragoza con la certeza de que su puesto como entrenador tiene el suelo resquebrajado y el arreglo es casi imposible. Un atolladero de una única salida: ganar y ganar partidos sin cesar, uno tras otro. De lo contrario, su tiempo en el equipo aragonés toca a su fin, después de haber sido repudiado dos veces seguidas por la afición, en Villarreal y en La Romareda, durante y al final de los dos últimos partidos frente al filial castellonense y el Amorebieta. Su caso, singularmente, puede ser el de Luis Milla 2.0, actualizado 7 años y medio más tarde. 

El director general, Raúl Sanllehí; el director deportivo, Juan Carlos Cordero; y el consejero con más actividad y decisión en el apartado deportivo, Mariano Aguilar (vínculo con el Atlético de Madrid en la actual propiedad), barajaron en la misma noche del domingo la figura de la destitución de Velázquez. Y su ejecución no se llevó a efecto porque se trata de una maniobra delicada, que se ha tratado de demorar lo más posible aprovechando que el siguiente partido es fuera de casa, en el estadio de Zorrilla ante los vallisoletanos (sábado, día 9, a las 18.30). 

El equipo se le ha ido de las manos por completo. Solo ha sumado un punto de los últimos 12, con tres partidos disputados -los últimos- ante rivales del fondo de la clasificación: derrotas en Eibar (1-0) y en casa ante el Cartagena (1-2) y el colista Amorebieta (0-1); y empate, 0-0, en el campo del Villarreal B. Su récord, en los 13 partidos que ha ejercido como zaragocista, es incluso peor en cifras que el de su antecesor, Fran Escribá.

El cese de Velázquez supone ir a una temporada de tres entrenadores (en el mejor de los casos), pues él ya vino en noviembre para relevar a Escribá, despedido en una caída libre al vacío que llevó al equipo del liderato a la 14ª posición en dos meses negros, eliminación copera incluida ante un modesto rival de 5ª categoría. Y eso acarrea abolladuras severas para los ejecutivos y dirigentes responsables de la SAD. Este problema salpica a todos ellos por motivos obvios e ineludibles. Cordero es el mentor de Velázquez, su último asidero. Y Sanllehí está a punto de contratar al 5º entrenador en año y medio al frente de la gestión del club, un récord de dudoso honor. Todo esto dilata la decisión hasta que no haya más remedio. 

Y, naturalmente, contratar a un tercer técnico a temporada corrida, a falta de solo 13 partidos, coarta el futuro del proyecto. Es difícil que alguien, por muy necesitado que esté en el escaparate y la rueda laboral, acepte solo este tramo final del torneo. Lo habitual es encontrarse con un compromiso de cara al año venidero. Y eso, si la dirección deportiva no tenía previsto este inconveniente a estas alturas de marzo, genera un problema mayor que requiere de cintura y de la adopción de una acelerada decisión al respecto, con vistas al futuro a medio plazo. Por eso viaja Velázquez a Valladolid. 

Hace 7 años y medio, Milla vivió la misma secuencia

Hace 7 años y medio, al inicio de la temporada 16-17, este escenario, con localización gemela y argumento semejante, ya se dio en la historia moderna de este Real Zaragoza de Segunda División. Otro entrenador, del largo serial de los que han ocupado fugazmente el banquillo zaragocista, el turolense Luis Milla, viajó a Valladolid en condiciones idénticas a Velázquez

Era la jornada 11 de aquel curso, en octubre. En las 10 anteriores, después de un inicio prometedor con tres victorias (3-1 al UCAM Murcia, 1-0 al Huesca y 2-0 al Alcorcón) y un empate (3-3 en Lugo) en las cinco primeras jornadas -algo parecido a lo vivido este año precisamente-, a Milla el equipo se le caló. Acumuló 6 de 7 partidos sin ganar, con cinco jornadas seguidas patinando seriamente bajo un fútbol deplorable. Derrota por 4-2 en casa del Levante; empate 0-0 en Tarragona; derrota 2-1 en Soria con el Numancia; empate en La Romareda con el Córdoba, 1-1; derrota 2-1 en Sevilla ante el filial sevillista; otro batacazo seguido en casa, 1-3 frente al Elche... y los ejecutivos del club no aguantaron más, ante la decepción de la afición al ver semejante hundimiento tras el espejismo del inicio liguero. 

A Milla no se le destituyó tras caer ante el Elche en la 10ª jornada porque Narciso Juliá, entonces director deportivo, necesitó de un tiempo para elegir al siguiente inquilino del banquillo, que acabó siendo Raúl Agné, zaragozano de Mequinenza pero con radicación en Cataluña. Por eso viajó Milla a Valladolid, aun sabiéndose abandonado a su suerte.  

El 0-0 de aquella matinal domincal en Zorrilla (partido del Canal +) no le sirvió a Luis para salvar el puesto, que estaba sentenciado de antemano. En el día en el que debutó Ratón en la portería del primer equipo, los vallisoletanos indultaron de un tanteo abultado a un rácano Zaragoza, que solo tiró a puerta una vez en todo el partido y acabó arañando un punto insuficiente para sus aspiraciones de estar arriba en la tabla (era el 15º, ahí había caído con Milla). 

A la vuelta de Valladolid, los directivos pararon a comer en Burgos. Fue una reunión del consejo en toda la regla. De ahí ya salió destituido Milla, que llegó por la noche a Zaragoza sabedor de que su tiempo había acabado oficialmente, aunque de facto ya lo estaba antes de partir hacia la ciudad castellana horas antes. El lunes por la mañana fue finiquitado y llegó Agné. Sería un año de tres entrenadores, que acabó César Láinez, técnico del filial, entre la histeria por salvar el descenso a Segunda B.

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