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Eibar-Real Zaragoza: cruce de caminos hacia el éxito

El equipo aragonés visita Ipurúa este domingo (18.30) en un día que puede revivir la ilusión del zaragocismo. Los de Velázquez, en caso de ganar, recuperará un sitio en el grupo cabecero

Los jugadores del Real Zaragoza, en la Ciudad Deportiva.
Los jugadores del Real Zaragoza, en la Ciudad Deportiva.
Toni Galán

Éibar es para el Real Zaragoza, en la tarde de este domingo, un cruce de caminos cargado de interés, de sustancia y, en caso de victoria aragonesa, de repercusiones positivas e ilusionantes para todo el zaragocismo.

Julio Velázquez, el segundo entrenador de este curso, ha confirmado en el último tramo de dos meses su labor de detención de la caída libre con la que heredó el equipo de manos de Fran Escribá. Y, a base de sumar puntos en los últimos ocho duelos (tres triunfos y cinco empates), no solo evitó que el irregular Real Zaragoza del presente bajase más del 14º puesto, su peor ubicación del curso, sino que lo ha ido rehabilitando centímetro a centímetro y, así, comenzó el viernes esta 26ª jornada en la 10ª plaza.

Este es el mérito de Velázquez en su aterrizaje en el vestuario blanquillo. Una utilidad puramente materialista. Sin grandes alharacas, pues la renta obtenida en esta serie de ocho envites sin perder (con él al frente, el Zaragoza solo cayó en su debut, 1-0 en Albacete) es de 14 puntos de 24 posibles. Demasiados empates para un equipo que, en la primera vuelta, perdió demasiados puntos tontos que lo despeñaron desde lo más alto tras su fulgurante inicio de año lectivo.

Por eso, si el anhelo de todo el zaragocismo –que es optar al ascenso a Primera División cuando la liga acabe en junio– tiene razón de ser de aquí a entonces, todo pasa por fallar poco, ser muy certeros en días claves y convertir esta primera dinámica positiva que acredita el equipo con Velázquez desde el 2 de diciembre en algo más aparatoso y contundente.

Y ahí surge en el calendario este cruce de caminos de hoy en Éibar. Es un partido de gran envergdura, pues el rival es el 2º en la clasificación. O sea, un referente evidente. Los vascos marcan la cota del ascenso directo. Y tienen 42 puntos... ‘solo’ seis más que el Zaragoza. Esta distancia, después de tantos baches, socavones y decepciones acumuladas en el cuadro aragonés desde mitad de septiembre, suena a escasa, a muy poca. Accesible.

El caso sorprende a cualquier analista. Es, de inmediato, razón de una lectura cristalina de que esta liga de Segunda División, en esta temporada 23-24, viene barata en su formato de cara a aspirar al ascenso a Primera. Es un modelo de baja temperatura en la cocción de puntos. De este modo, es muy probable que, al final, quienes suban de categoría lo hagan con bastantes menos rentas que en ligas precedentes, que resultaron mucho más caras al manifestarse dos, tres, cuatro y hasta cinco equipos muy superiores al resto. No es el caso ahora. Hay mucha igualdad, nadie manda con poderío (ni el líder Leganés, el único que se ha escapado ligeramente de la monotonía global).

Por esta razón, el Real Zaragoza acomete este domingo en el peculiar campo de Ipurúa un partido que puede –y debe– modificar para bien sus aspiraciones, su plan de ruta inmediato. Es uno de esos días en los que ganar es conseguir un gran avance en las expectativas y planificaciones de un equipo que aspira a algo grande.

Porque, incluso aún más cerca que esa próxima situación del Eibar en puesto de ascenso directo, queda el primer escalón con premio de promoción, el sexto. Lo ostentaba al inicio del capítulo el Elche (derrotado este sábado en Amorebieta), con 40 puntos, igual que el Valladolid. Es decir, con solo cuatro más que los zaragocistas. Una nadería a estas avanzadas alturas del torneo y, especialmente, después de que el Real Zaragoza esté firmando un recorrido insuficiente, lleno de carencias y defectos.

Por más que a Velázquez y al resto de cargos de alto rango de la SAD (excepto el presidente, Jorge Mas) no les guste que se hable del ascenso, de la obligación histórica, del peso de la camiseta y el escudo y, para combatir esta idiosincrasia, se aferren a las tesis del «partido a partido» y se califiquen duelos de esta importancia como el de Éibar como «uno más», la realidad es la realidad y, además, no tiene remedio.

El equipo llega a la cita bajo el ‘shock’ de la grave lesión de Raúl Guti, uno de los tres fichajes de invierno que ha quedado arruinado nada más activarse. Brindarle un triunfo al canterano bien podría ser un buen estímulo general. Por otra parte, Velázquez recupera a Aguado, que estuvo sancionado el lunes pasado ante el Sporting de Gijón. Ahí puede estar el relevo de Guti, volviendo así a la casilla de salida antes del mercado de enero.

La presencia de Cristian Álvarez en la convocatoria, cuatro meses después de su segunda lesión de la temporada, es otro trazo positivo en la previa del partido. Curiosamente, Velázquez se ha llevado a Poussin como tercer portero y no a Rebollo. Llamativo.

Se espera un gran ambiente en Ipurúa, en una tarde-noche sin lluvia (que sí que cayó bien durante el viernes). El Eibar, que empezó la liga horrorosamente, colista en septiembre, logró de súbito una racha con siete triunfos en ocho partidos y llegó a noviembre ya en el grupo cabecero. Después, en el último cuatrimestre, viene manteniéndose flotando ahí a base de sumas (como le gusta a Velázquez) cortas, con algún tropiezo y algún triunfo trufados.

Las mejores armas eibarresas son los goleadores. Con 41 en total (14 más que el Real Zaragoza) son los más prolíficos de Segunda. Stoichkov y Bautista suman nueve. Aketxe, ocho. Un tridente letal.

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