Víctor Mollejo está en puertas de ser castigado -nuevamente- por acumulación de tarjetas amarillas. El polivalente jugador del Real Zaragoza, lo mismo delantero, que extremo, que interior, que, como ahora, lateral izquierdo en una defensa de cinco piezas, es el segundo más amonestado por los árbitros en lo que va de liga en toda la Segunda División.

Pero, cuando cumpla este nuevo ciclo (que lo hará con seguridad, vistos los antecedentes), se convertirá en el más reprendido con partidos de ausencia, pues serán tres. Esto es así porque, además de tener que cumplir en su día la sanción por las cinco primeras tarjetas amarillas, a Mollejo le llovió otro partido de 'arresto', de modo retroactivo, por aquel gesto obsceno que llevó a cabo en Cartagena al anotar el 1-3 definitivo en el triunfo zaragocista a primeros de septiembre, cuando se llevó la mano a los genitales mirando a la tribuna y la propia patronal, La Liga, ejerció de denunciante para solicitar su pena al Comité de Competición. 

Mollejo ha visto 9 amarillas en 25 partidos disputados. Solo hay un futbolista en la categoría que lo supere, con 10 cartulinas admonitorias, el defensa central del Mirandés Tachi. Comparte ranquin con Aldasoro, medio centro del Racing de Santander; con el central del Tenerife Amo; con el medio centro del Albacete Olaetxea; y con el punta del Villarreal B Ontiveros. 

El primer partido de castigo, tras acumular la 5ª ante el Oviedo el 6 de noviembre, lo cumplió Mollejo en la visita al Elche. Y ahí, dos meses de diferido más tarde, Competición decretó que lo de Cartagena era razón para que el manchego se quedase sin jugar un partido más. El Real Zaragoza recurrió el fallo pero no logró alcanzar razones y Mollejo fue baja también ante el Huesca en La Romareda en plena agonía de la era de Fran Escribá. 

Ahora, camino de Eibar, Víctor Mollejo está de nuevo en el corredor de la suspensión. Los árbitros lo tarjetearon recientemente en los episodios frente al Leganés, el Amorebieta, el Eldense y, el lunes pasado, el Sporting de Gijón. 

Por su modo de aplicarse en el campo, por su especial modo de ser, por su 'look' singular que jamás pasa desapercibido, por su carácter 'polvorilla' que lo lleva a estar en un grado de excitación permanente... Mollejo es siempre blanco fácil para los árbitros menos transigentes, para los jueces deportivos de más fácil gatillo. 

El récord particular de Mollejo lo tiene en el Deportivo de La Coruña, cuando jugó cedido en la liga 19-20 y acabó viendo 13 amarillas en 36 partidos. Según va su cuota en esta campaña en Zaragoza, podría estar en disposición de superar esa marca. 

Víctor Mollejo fue, antes de venir el año pasado al Real Zaragoza cedido por el Atlético de Madrid, uno de esos futbolistas rivales que más rechazo generó entre la afición zaragocista. Algún roce queda para los anales de la historia, tanto en su presencia con el Deportivo de La Coruña como cuando jugó con el Tenerife (curiosamente, en las dos visitas a La Romareda marcó gol en las redes zaragocistas). 

Sin embargo, su incorporación a la plantilla aragonesa, su rendimiento progresivo y su inquebrantable carácter sobre el terreno de juego, han volteado esas inercias de amor-odio que tanto rigen en el mundo del deporte. Ahora, Mollejo es uno de los futbolistas más queridos, vitoreados, apoyados y reconocidos por buena parte del público zaragocista, en especial los más jóvenes. Un cántico alusivo al referido gesto del jugador en Cartagena es, desde hace días, parte de la banda sonora de los partidos de La Romareda. Como diría Boskov, "fútbol es fútbol".