fútbol

El Real Zaragoza encuentra el sol y tumba al Andorra

En un partido de menos a más, el conjunto aragonés logra una victoria crucial para su discurso y su credibilidad. Un genial Francho y una obra de arte de Gámez sellaron el triunfo frente a un débil rival.

Partido Real Zaragoza-Andorra, de la jornada 23 de Segunda Divisón, en La Romareda
Partido Real Zaragoza-Andorra, de la jornada 23 de Segunda Divisón, en La Romareda
Toni Galán

Del montón de nieve salió el Real Zaragoza como un oso de la hibernación: con el fútbol recompuesto, un juego desperezado y consistente, mucha hambre, y una victoria con la que marcarse un camino y seguir la huella dejada en un partido de dos días, suspendido el viernes y acabado el sábado por una nevada que, lejos de congelar al conjunto aragonés, le sacó su mejor versión. El equipo tiró de pala para conseguirlo. El triunfo contra un débil, retórico e inofensivo Andorra (2-0) le da cuerda al Zaragoza y le pone un abrigo de victorias a su dinámica de empates. 

Era necesario, y se ganó. Solo así puede abrirse paso hacia las cumbres. Su partido fue solvente, de mucha prosa y saber leer la letra gorda del rival, a quien le guardó respeto y contempló, antes de despellejarlo y someterlo, sobre todo, tras un gol de Francho, el punto de ruptura de un partido, en una acción que se salió de las normas sobre las que quería jugarlo el Zaragoza. Francho, total, dinamizador, bien acompañado por un expansivo Toni Moya, fue el rey de la nieve.

Al once del Zaragoza, además de Lluis López por el sancionado Jair Amador, entró Azón, novedad que llevó a Mollejo, en solo unos días, de la punta del ataque al carril zurdo, porque Velázquez conservó el sistema habitual, con algún matiz, adelantando a Maikel Mesa como segundo punta más que como centrocampista ofensivo y bajando un poco a Francho. Todo condicionado por el Andorra, a quien Julio Velázquez puso marcas al hombre en su triángulo central, estrategia clave en una primera parte con más defensa que ataque. Por su parte, el Andorra también puso al rival en valor: Sarabia aparcó su clásico 4-3-3 por un sistema 5-3-2 con dos carrileros, un espejo táctico del Zaragoza, el  modo, como suele decirse, que mejor se contrarrestan este tipo de propuestas. Además, en el Andorra, jugó en la doble punta su gigante Scheidler: los antecedentes del Zaragoza en el balón parado y la baja de Jair en las fuerzas aéreas invitaban a ello, en un partido que nació con igualdad de fuerzas, con más declaraciones que hechos prácticos.

Partido Real Zaragoza-Andorra, de la jornada 23 de Segunda Divisón, en La Romareda
Partido Real Zaragoza-Andorra, de la jornada 23 de Segunda Divisón, en La Romareda
Toni Galán

Velázquez, como buen entrenador de discursos reflexivos, análisis de laboratorio y científicos postulados, tenía la teoría del Andorra bien aprendida y ensayada. Pero en el fútbol, con eso, puede no ser suficiente. Pocas veces lo es. Hay que agregarle intenciones, voluntad, desarrollo práctico. Y el Zaragoza comenzó a jugarle al Andorra como si solo tuviera que neutralizarlo y defenderlo, como si todo este deporte se redujera a esperar el error ajeno. Sabían bien los aragoneses cómo es el juego ortodoxo de posición del rival, cómo construye desde los pies de su portero, pero no un portero metido en su área, sino un portero que es un futbolista de campo más, cómo esperan generar la superioridad, amasando con paciencia, como si los partidos no tuvieran un final. Y el Zaragoza apoyó su plan en eso, en contemplarles, en calcularles las posibilidades de fallo, en manejarse en supuestos, en contemporizar su presión… Ahí se ataba el gran nudo del encuentro: despojar a los de Sarabia de su juego interior.

La Romareda se rasgaba la piel ante ese fútbol de bloqueo, en el que el Zaragoza esperaba y esperaba, estático como un muñeco de nieve, que le dieran las cosas masticadas y digeridas. Pero el Andorra está acostumbrado a esas fórmulas, a esos antídotos, y siempre acababa saliendo, saltando la primera línea de defensa aragonesa, apoyándose en un toque de cara de un punta y escalonando a su central derecho, abierto a banda, Pastor. Fue respiradero de Sarabia. Eso sí, el Andorra no iba muy lejos, porque la defensa del Zaragoza, con cinco alfiles, acababa negando metros y oportunidades. Fue una malla metálica desde Francés a un Mouriño aún inmaduro, pero con rasgos de grandeza; pasando por Gámez y un Mollejo que está para lo que toque: lo mismo te cose un huevo que te fríe un alfiler.

Estaba tan concentrado en anular al Andorra el equipo de Velázquez que la teoría ofensiva parecía aparcada, condensada a unas pocas cargas de profundidad de Mollejo o de Azón. Ese era el elemental plan de ataque. Así, el Andorra no generaba peligro, pero tampoco lo recibía, más allá de una acción voluntariosa de Gámez a la que le dio mala solución cuando tenía a Mesa ya con el máuser cargado en su tronera de la frontal del área o una combinación entre Mouriño, Azón y Francho que paró Dani Martín. 

El partido, a todo esto, había empezado movido, animado, con una incursión de Marsá desde su defensa que acabó en el primer y único remate del Andorra en el primer acto, nada más comenzar el partido. Replicó rápido Azón, impreciso ante buen centro de Mollejo: en lugar de atacar la pelota con la izquierda, quiso picarla con la derecha, y Dani Martín inflamó su cuerpo como un sapo para cerrar cualquier vía de gol. Al poco, Moya disparó muy abierto, y el partido entró en esa fase en la que uno podía cerrar los ojos, dormir la siesta y abrirlos y la pelota estaba en el mismo sitio: entre los pies del portero del Andorra y sus centrales, con el Zaragoza acodado en su presión especulativa.

Cuando, al fin, alguien se salió del inflexible y preconcebido guión de Velázquez, el partido saltó por los aires. El Zaragoza se fue a presionar de verdad, agresivo, a buscar la pelota y no a que se la dieran, y en esa estampida, Marc Aguado recuperó, y la bola le quedó a Francho. El zorrillo giró el tobillo como un compás, puso su interior y su remate, ajustado, atravesó a Dani Martín para poner en ventaja al Zaragoza. Era el filo del descanso.

Partido Real Zaragoza-Andorra, de la jornada 23 de Segunda Divisón, en La Romareda
Partido Real Zaragoza-Andorra, de la jornada 23 de Segunda Divisón, en La Romareda
Toni Galán

A la vuelta al campo, el Andorra metió más miedo en dos minutos que en todo el acto anterior. Scheidler descendió de las nubes un cabezazo al que Badía le dio exactamente la respuesta por la que el Zaragoza lo puso en la portería que estaba: para salvar goles salidos de la nada de un partido. El portero, concentrado y felino, mandó la pelota a un saque de esquina del que salió otra amenaza aérea, esta vez, Pastor, que asustó la grada. A los cinco minutos, Marc Aguado se fue dolorido de la rodilla con la que pagó el robo del gol de Francho. Entró así Jaume Grau a llevar el ancla. 

En ese momento, el partido entró en una fase de aún más dominio de balón del Andorra, mucho mejor con el Zaragoza algo más replegado, a la espera del siguiente boleto ganador. Y lo sacó el inescrutable Fran Gámez, capaz de todo en el fútbol, incluso de hacerse un cuadro para toda la vida con la chilena que subió el segundo gol. El carrilero derecho cazó de espaldas, con el exterior de su bota derecha, una pelota que ya venía con purpurina, pues el omnipresente Toni Moya la había estrellado en el larguero en un formidable golpe franco. Todo fue bonito en ese momento. En unos pocos días, Gámez ha dado una asistencia de tacón y ha marcado un gol de espaldas y al vuelo: por mucho menos, alguno se viste con frac.

Aún metería el Zaragoza el tercero, Maikel Mesa, haciendo buena una prolongación de Mouriño en un saque de falta lateral, pero estaban adelantados a la defensa andorrana, y el VAR dejó a Mesa sin otra moneda de gol.

El Andorra, también asfixiado por su situación y declive, no podía, no encontraba modos. Sarabia metió un triple cambio con Iker Benito, Lobete y Álvaro Martín que convirtió a su equipo en un 4-3-3. Velázquez refrescó su frente ofensivo con Enrich y Manu Vallejo. El Zaragoza se sentía superior y lo trasladaba a su juego, más desenvuelto, más seguro. Pasó a controlar las cosas. No sucedió mucho más. Salvo una nueva mano de oro de Badía y un cabalgada hacia gol de Francho, ya sin piernas, pulmones, neuronas y piel… Todo se lo había dejado en el césped que unas horas antes estaba cubierto de nieve. A Francho solo le quedaba ya en pie el escudo de la camiseta.

Ficha técnica

Real Zaragoza: Badía; Gámez, Mouriño, Lluis López, Francés, Mollejo (Lecoeuche, 90); Marc Aguado (Jaume Grau, 50), Francho, Moya (Vaquero, 90), Maikel Mesa (Manu Vallejo, 75); Azón (Sergi Enrich 75).

FC Andorra: Dani Martín; Petxarromán, Pastor (Iker Benito, 74), Adriá Vilanova, Marsá (Álex Calvo, 86), Pampín; Iván Gil, Sergio Molina (Álvaro Martín 74), Jandro Orellana; Karrikaburu y Scheidler (Lobete, 74).

Goles: 1-0, min.44: Francho Serrano. 2-0, min. 67: Fran Gámez.

Árbitro: Cid Camacho (Comité Castellano-Leonés). Mostró amarillas a Toni Moya (58), Fran Gámez (60), Karrikaburu (69).

Incidencias: Partido de la jornada 23 jornada de liga en Segunda División jugado en el estadio de La Romareda, aplazado el día de antes debido a la fuerte nevada que cayó sobre Zaragoza. Hubo 17.854 espectadores en una tarde fría y en la que se guardó un minuto de silencio por César Alierta y Laureano Rubial.

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Partido Real Zaragoza-Andorra, en directo
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