REAL ZARAGOZA

El Real Zaragoza, de crecida en casa del vicecolista, el Amorebieta

Julio Velázquez busca su primer triunfo a domicilio como zaragocista para acercar de nuevo al equipo a la zona noble. Son 3 puntos necesarios para poder confirmar los últimos síntomas de mejoría.

Velázquez, entre Francho y Pau Sans, en el último entrenamiento del Real Zaragoza.
Velázquez, entre Francho y Pau Sans, en el último entrenamiento del Real Zaragoza.
Francisco Jiménez

Tarde de domingo de fútbol con el Real Zaragoza como protagonista, ‘rara avis’ en los horarios de La Liga pero que este fin de semana sí acontece en Lezama, feudo postizo del vicecolista Amorebieta. El modesto club vizcaíno es el adversario de turno en la 20ª jornada, la penúltima ya de la primera vuelta y, de paso, del año natural –2023– que ya se acaba. La cita es a las 18.30 en el campo central de la Ciudad Deportiva del Athletic Club de Bilbao, pues el singular equipo vasco que ha retornado de nuevo este año a la Segunda División no puede utilizar su campo, Urritxe, por no responder a los estándares mínimos exigidos en el ámbito profesional y, por ello, debe jugar de alquiler a 19 kilómetros de su núcleo urbano.

El Real Zaragoza, que en estos últimos 11 años fuera del primer rango de la élite del fútbol español ya ha pasado por estos trances lacerantes de jugarse los cuartos en campos de fútbol impropios de su rol histórico, es decir, que no son estadios con estructuras arquitectónicas y dimensiones al uso (Ciudades Deportivas de Sevilla, Real Madrid, el Mini Estadi del Barcelona, el Cerro del Espino de Majadahonda, Reus, Palamós con el Llagostera...), tendrá que adaptarse cuanto antes a un escenario atípico. Pocos protagonistas reconocen en voz alta lo inapropiado de este tipo de terrenos de juego dentro del ámbito profesional, aunque en privado todos los repudian. No está bien vista cualquier alusión que pueda parecer un ataque a la organización.

Dice la cifra oficial que en el aforo de las tres pequeñas gradas del campo central de Lezama es de 3.200 butacas. En el fondo de la izquierda, según el tiro de cámara, no hay nada. No se llena nunca. Este domingo tampoco lo hará, pero porque el Amorebieta no ha querido. A los alrededor de 1.500 habituales que acuden cada 15 días desde la localidad zornotzarra (ligeramente menor a esa cota es su cifra de socios, sobre un censo poblacional de unos 19.000 habitantes, algo así como Calatayud), solo podrán sumarse en torno a 600 zaragocistas. No quiso el Amorebieta vender más entradas. Prefieren perder esos ingresos antes que verse en inferioridad numérica en cantidad de aficionados en el reducido graderío. Han pensado sus directivos que mejor el vacío en algún sector del campo que la ocupación zaragocista, capaz de haber hecho un éxodo a Bilbao de este tamaño menor o, si hubiera sido preciso y posible (que no lo es en Lezama), multiplicado por cinco sin dificultades.

Julio Velázquez afronta su cuarto asalto en el banquillo aragonés. Hasta hoy, perdió, ganó y empató. Una cucharada de cada plato. Esta tarde romperá esa igualitaria y aún difusa dinámica de marcadores y, de este modo, en su primer mes como sustituto del despedido Fran Escribá, establecerá una primera tendencia bajo su mando.

Dijo Velázquez el viernes en la previa que es «un partido trampa». Y pidió «estar alerta» a sus pupilos. Sabe el técnico castellano que, por un lado, visitar a un equipo que está en puntuación de último clasificado (va de la mano del Alcorcón en ese papel) suele incitar a cierta relajación mental de quien se cree superior. Y si a ello se añade que, a ojos de los futbolistas sobre el césped, el envoltorio no sugerirá que ahí se está jugando un partido clave de Segunda División para una entidad tan necesitada de grandes alicientes como es el Real Zaragoza, el peligro de equivocarse es enorme.

Velázquez sigue sin recuperar a nadie de la enfermería (permanecen ahí Cristian Álvarez, Bakis, Azón, Lecoeuche y Nieto). Dicho de otro modo, continuará un día más con el mismo elenco que se encontró cuando llegó el 20 de noviembre. Así que, en principio, pocos cambios nominales se esperan en el once inicial. Ninguno, tal vez.

Viene el equipo de ganarle al líder, el Leganés (1-0) y de empatar ante el favorito Espanyol (1-1) en Barcelona, con un ansia generalizada por positivizarlo todo, por extraer lo bueno, por encontrar puntos de luz. Y ello invita a modificar poco lo que, a diferencia del desastre de los dos últimos meses y medio con el consentido Escribá, ahora tiene pinta de que puede funcionar medianamente. En todo caso, si el Amorebieta concede el dominio y el fútbol pide matices distintos a los que se dieron ante los leganenses y los espanyolistas, el elástico y moldeable 5-3-2 adoptado por Velázquez como bálsamo sanador puede mover a los laterales carrileros al gusto, transformando en la práctica el dibujo en un 3-5-2 más ofensivo.

Eso lo marcará el Amorebieta con su plan. Una incognita pues estrena técnico: Jandro Castro debuta tras el cese de Mujika. Por aquí, Velázquez va a ciegas.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión