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Cordero: dos semanas y media con cara de póquer en la mesa de los fichajes

Han transcurrido 16 de los 38 días entre el final de la liga y el inicio de la pretemporada sin que el Real Zaragoza haya formalizado aún su primer fichaje de la docena que se espera.

Juan Carlos Cordero, director deportivo del Real Zaragoza, en su rueda de prensa del pasado día 1 de junio.
Juan Carlos Cordero, director deportivo del Real Zaragoza, en su rueda de prensa del pasado día 1 de junio.
Rubén Losada

La liga 22-23 acabó para el Real Zaragoza el viernes 26 de mayo. Y la pretemporada de la próxima campaña está anunciada para el lunes 3 de julio, cuando los futbolistas volverán a la Ciudad Deportiva para iniciar el nuevo curso con los análisis y controles médicos preceptivos al regreso de las vacaciones. Es un trecho de 38 días, del que ya habrán transcurrido 16 al concluir este domingo el fin de semana, inhábil en los despachos zaragocistas.

Está a punto de consumirse, pues, la mitad del periodo de entreligas y la puerta de entrada de la caseta del Real Zaragoza sigue cerrada por fuera. No se ha abierto aún para que pase el primer fichaje. Todo el mundo la mira, los más cercanos comprueban moviendo la manillera si todo está en orden, pero la cerraja y el pestillo siguen echados.

Juan Carlos Cordero es el cancerbero de puertas durante este interesante verano de remodelación y restauración de la plantilla del Real Zaragoza. Él manda. Él decide. Él elige. Él resuelve. Y, por ahora, ha invertido casi la mitad del tiempo del que posee sin competición y sin entrenamientos en estar sentado en la gran mesa del fútbol mundial (quizá español, pero nunca hay que desdeñar cualquier origen) con cara de póquer. 

Cordero lleva dos semanas y media de trabajo -las últimas, que su tarea viene de muy largo- en las que, por ahora, las jugadas no han pasado de la actitud de mirar, observar, envidar, pasar, pedir nuevas cartas, analizar gestos de los otros jugadores que se sientan en el gigantesco tapete, estudiar estrategias, esperar que sean otros los que muevan la mano y, mientras, abrir y cerrar con cuidado, solo las esquinas de arriba, los naipes que lleva en su poder a la espera de actuar en firme. Un póquer silencioso y largo. 

Sabido es, desde hace tres o cuatro años, que los mercados futbolísticos profesionales cada vez son más 'sui géneris' y no responden a la soltura y naturalidad que tuvieron en tiempos más pretéritos. Que la marmita rompa a hervir y empiecen a fluir los fichajes, los traspasos, las cesiones, los trueques, los movimientos a tres bandas, cada vez cuesta más. Se oye el ruido del agua agitarse, empieza a salir humo, pero no hay manera de ver las primeras burbujas. El fuego no es todavía suficiente.

Hay mucho futbolista en el escaparate (incluso en el top manta) y poco dinero, o demasiado controlado por la patronal, para manejar en los ratos diarios de salir de compras. Los directores deportivos han de hilar fino, finísimo. Un euro es hoy en día un tesoro. Y en un mundillo donde se mueven tantos millones, hay muchos tesoros en juego. 

Ritmo lento de negociación

La cosa es que, en un Real Zaragoza declarado oficialmente por parte de la SAD 'en reformas integrales' durante este verano, la mitad del periodo de trabajo sin repercusión directa en el día a día del equipo, pues no hay competición ni entrenamientos, se ha pasado sin novedad en el apartado de incorporaciones. Como se esperan en torno a una docena de ellas, esta quietud aún se hace más rara, es más inesperada.

Lo suyo hubiera sido que, a estas alturas de junio, Cordero hubiera podido anunciar oficialmente una o dos caras nuevas. Mucho más cuando se dio una comparecencia suya ante la prensa para describir el estado del presente en este sentido. En años pasados, sus antecesores, ahí acudían con alguna compra ya consumada. Cordero no es de esa escuela. O no puede serlo. No es de guiñote tabernero. Su estilo es de póquer con rostro enlacado, sin mover los maseteros, oyendo el vuelo del moscardón alrededor de la pantalla de la luz del techo. 

Solo ha habido salidas. Esa puerta sí ha movido ya sus bisagras varias veces. Importante labor igualmente. En el caso del Real Zaragoza del momento, imprescindible. El programa de restauración del equipo tiene tres pasos: demolición, desescombro y levantamiento de las nuevas estructuras de la plantilla. Cordero está en las dos primeras fases. Pero, según pasen las horas, va a verse obligado a solapar la tercera con las otras dos, forzosamente. 

Está bien saber que, además de los obvios casos de los cedidos que volvían por natura a sus equipos de origen -Simeone, Mollejo, Bebé, Alarcón-, otros ya se han marchado, bien por finar sus contratos el día 30 o bien por acuerdo de rescisión: Zapater, Ratón, Fuentes y Larrazabal. Se intuye que también están en ese mismo proceso los Quinteros, Gueye, Vada, Vigaray, Molina, Eugeni...

Pero se echa en falta que, cuanto antes, se empiecen a conocer los nuevos nombres que se añadirán a los títulos de crédito del Real Zaragoza 23-24. Uno a uno, hasta una cifra que sobrepasará la decena con seguridad. Si el entrenador, Fran Escribá, quiere tener el día 3 de julio a cuantos más nuevos refuerzos sea posible a sus órdenes en la Ciudad Deportiva, a Cordero solo le restan 22 días para hacer que corra el aire por la puerta de entrada al vestuario. La que aún no se ha abierto. Todo está en marcha. En fase del 'ahorita mismo'.

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