Carlos Vigaray, Manu Molina y Eugeni Valderrama son tres futbolistas del Real Zaragoza con compromisos contractuales en vigor que, en los planes del nuevo proyecto, no tienen sitio... en un principio.

La idea inicial de la dirección deportiva que dirige Juan Carlos Cordero es encontrar un modo de rescindir los contratos y cláusulas especiales pactadas en su momento en cada uno de los casos, que son diferentes entre sí. Pero, transcurrida una semana y media desde la finalización de la liga 22-23, con ninguno de ellos se ha hallado esa fórmula pretendida.

En la rueda de prensa que Cordero ofreció hace una semana, curiosamente, no se le preguntó por ninguno de ellos. Y, a diferencia del asunto de Larrazabal, el ejecutivo murciano tampoco quiso apuntar nada 'motu proprio'. Del extremo-lateral vasco sí adelantó el acuerdo adoptado con sus representantes para concluir anticipadamente su vínculo laboral con el Real Zaragoza, hecho al que se le dio publicidad desde el club horas después. pero de Vigaray, Molina y Eugeni, ni palabra. 

Son tres casos con aristas económicas que Cordero está debiendo afrontar con estrategia militar, medida al milímetro. De soslayo, el responsable de la ingeniería futbolística de la SAD sí dijo en aquella comparecencia ante los medios de comunicación que "hay varias negociaciones" que presentan problemas de índole dineraria para el club y que, según fuese la evolución de las mismas, se afrontarían o no, pues el Real Zaragoza "no va a pagar grandes cantidades de dinero" para deshacerse de futbolistas.

En los días recientes, uno de estos tres jugadores, Molina, ya se apresuró a decir públicamente que él desea quedarse en el Real Zaragoza el año que viene, pese a que es consciente de que, como ya le ha ocurrido en el 75 por ciento de la temporada recientemente concluida, no está en las pautas de trabajo del entrenador, Fran Escribá. El caso de Molina es de catón. Le queda un año de contrato, a más de 200.000 euros de ficha. A partir de esa cota hay que empezar a negociar la rescisión. 

Eugeni es un caso similar. Su contrato tiene aún un año más de vigencia, hasta junio de 2024. Y si el club quiere acabarlo antes debe pactar una indemnización o buscar una salida que al jugador le convenga. 

Con Vigaray hay otros matices añadidos. Realmente, su compromiso laboral con el Real Zaragoza concluía dentro de 22 días, pero el año pasado fue de los que aceptó partir en dos bloques el monto de su salario para rebajar así la presión de caja de la SAD en el límite salarial de la campaña que acaba de finalizar y, por lo tanto, alargar su estancia en el equipo una temporada más, la que viene. El lateral lleva prácticamente dos años sin jugar, afectado por una grave lesión de rodilla que lo ha hecho pasar por el quirófano varias veces y que tiene en cuarentena su futuro como profesional del fútbol.

Este trío de jugadores conforma, en los albores de este verano de 2023, el clásico contingente que surge en cada plantilla cada pretemporada, con el que el entrenador (Escribá, en la actualidad) no cuenta y que puede dar lugar a circunstancias anómalas en los primeros días, tal vez primeras semanas de ensayos, a situaciones indeseadas en los entrenamientos, concentraciones y partidos amistosos de preparación. 

Camino de mitad de junio, nadie quiere nombrar a Vigaray, Molina y Eugeni en el seno del club. Son tres asuntos ásperos para Cordero, para el director general, Raúl Sanllehí. También para el entrenador, Fran Escribá, especialmente. Que urge resolver antes de que pasen las próximas tres semanas porque, si no, la pretemporada agitará lo que ahora es calma y trabajo encriptado, ese medioambiente que favorece el tiempo de vacaciones e inactividad de entre ligas.