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Llega González Francés, mes y medio después de su 'mala noche' en Granada

El árbitro grancanario, mitad de fútbol 11 mitad de fútbol-playa, perjudicó seriamente al Zaragoza el 21 de octubre: anuló un gol decisivo a Simeone con el apoyo del VAR de Pérez Pallas y perdonó la roja al local Víctor Díaz.

González Francés, detrás de Lluís López, hace mes y medio en su noche negra con el Real Zaragoza en Granada.
González Francés, detrás de Lluís López, hace mes y medio en su noche negra con el Real Zaragoza en Granada.
LOF

Llega a La Romareda este sábado el árbitro grancanario Raúl Martín González Francés, joven de Las Palmas de 34 años que hace mes y medio protagonizó la actuación más perniciosa respecto del Real Zaragoza en lo que va de curso, probablemente. Aquella noche del viernes 21 de octubre el equipo aragonés perdió 1-0 en Granada y diferentes decisiones del juez del partido quedaron para la historia como decisivas. 

La principal, un gol anulado a Giuliano Simeone en el minuto 63, que hubiera significado el empate, por un fuera de juego tan ajustado en la traza de las líneas desde el VAR, que encabezaba el gallego Pérez Pallas, que no lo pareció siquiera en el manejo de la cibernética. En la misma jornada, hubo hasta dos acciones similares que se dieron como gol, pero González Francés y su colega del videoarbitraje lo vieron al revés. 

Para entonces, el colegiado insular ya había enfadado a los zaragocistas unas cuantas veces, en especial en un contragolpe nacido en campo propio aragonés que llevó a tres jugadores del Real Zaragoza a irse hacia portería contra un solo defensor granadino en posición defensiva y un segundo descolocado, o sea, en franca superioridad. Como en la salida desde atrás del balón había habido una falta sobre Puche... González Francés se saltó a la torera la obligada ley de la ventaja y señaló esa infracción andaluza, favoreciendo hilarantemente al Granada y reventando una oportunidad cristalina de gol de los, esa noche, avispas. Faltaban escasos minutos para el descanso y el equipo aragonés podía haber dado otra forma al partido de haber logrado el 0-1. Fue incomprensible su decisión. Un error monumental en el apartado técnico de un árbitro profesional. 

Al inicio del partido ya le habían reclamado los zaragocistas un penalti por empujón  a Larrazabal en una incursión en el lateral del área que él consideró carga legal. Una de esas jugadas en la que cabe todo y todo está bien: si pita pena máxima, se concibe; y no la pita, los hay que justifican su postura. 

Y lo que, con todo el zaragocismo ya caliente, acabó por rebosar la mesura en aquel día de derrota por 1-0 en Los Cármenes granadinos fue el indulto que concedió González Francés al capitán local, Víctor Díaz, de una expulsión clamorosa en el tiempo de aumento, el minuto 90. Estaba amonestado el lateral rojiblanco desde el minuto 83, cuando el Granada defendía su triunfo ante los últimos -y casi únicos- impulsos desesperados de los de Juan Carlos Carcedo. Y en una falta en medio campo pitada a favor del Real Zaragoza, Díaz evitó que los aragoneses sacasen rápido... enviando el balón al segundo anfiteatro de la grada de un patadón descarado. Aquello era tarjeta amarilla sin discusión. Pero González Francés se la comió en otra actitud fuera de lo común en un juez deportivo de nivel profesional. No dieron crédito los jugadores zaragocistas ente esta última postura del canario, sin argumento alguno que la sostuviera. 

Durante la segunda parte, en una decisión que pasó desapercibida durante el juego y que luego también se denunció por miembros de la expedición del Real Zaragoza, González Francés mandó al delegado de campo expulsar a todos los recogepelotas. Lo hizo tras observar que en tres ocasiones seguidas, con el balón en juego y ya con el Granada en ventaja camino de la última media hora, salía una segunda pelota al césped en una mala práxis de la labor auxiliar de estos jóvenes que están sentados en distintas posiciones del campo en cada estadio para agilizar el juego. Ello derivó en que, cuando el Granada despejaba fuera, disparaba al fondo o el partido se paraba, la pelota desaparecía y Cristian Álvarez o cualquier otro jugador avispa tardaba en encontrar la herramienta con la que seguir jugando, con unas pérdidas de tiempo superiores a las normales y deseadas que, obviamente, también favorecieron aquella noche a los granadinistas. 

Algún día tenía que volver a cruzarse en el camino del Real Zaragoza González Francés y es ahora, este sábado en La Romareda en el choque contra el Ibiza, 43 días después de aquella 'mala noche' a pies de Sierra Nevada. Será su segundo paso por el estadio municipal este curso, pues ya pitó el primer choque liguero ante el Levante, en agosto, que acabó 0-0 en la jornada 2.

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