REAL ZARAGOZA

Segundo verano consecutivo sin ventas forzadas por La Liga en el Real Zaragoza

El cambio de propiedad y la inyección de dinero favorece la elusión de esta fórmula de traspasos de jugadores que desde 2015 fue una obligación para la supervivencia.

Guti, en su último partido como zaragocista, pelea con Nino, del Elche, su club de destino.
Guti, en su último partido como zaragocista, pelea con Nino, del Elche, su club de destino.
José Miguel Marco

Jesús Vallejo en 2015, Diego Rico en 2016, Pep Biel, Alberto Soro y hasta Diogo Verdasca en 2019, y Jorge Pombo y Raúl Guti en 2020 fueron en su momento flotadores económicos para la supervivencia del Real Zaragoza. Todos, prácticamente, canteranos. Sus ventas, sus traspasos forzados por la normativa vigente en La Liga a la hora de establecer y cuadrar los presupuestos de los equipos y los límites salariales de cada vestuario, supusieron en fases de máximo peligro de sanción de la patronal que dirige Javier Tebas la solución obligada que permitió vivir a la SAD blanquilla mientras esperaba tiempos mejores en la última década en Segunda División. Más de 21 millones de euros ha obtenido el Real Zaragoza por esta vía en los últimos siete años naturales.

Este verano de 2022 no habrá un traspaso de este tenor en el seno del Real Zaragoza. El cambio de propiedad y la inyección de dinero que van a aportar los nuevos máximos accionistas de la compañía disuelve cualquier dificultad que pudiera haber derivado en otra maniobra similar a las señaladas y que el zaragocismo nunca olvida. Francés, Azón, Francho, los jóvenes valores aragoneses que están en primera línea del escaparate de vendibles o promocionables, no están en venta.

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Será el segundo verano seguido sin tener que vender al mejor –o mejores– de la plantilla, pues el pasado, el de 2021, finalmente se pudo saltar con pértiga en la sede de La Liga sin que fuera perentorio desacerse de alguna de las piezas más relevantes del equipo para cuadrar los balances que el ente que gobierna el fútbol profesional controla, escruta y administra según el método acordado.

Parece que, por este flanco de la vida reciente del viejo club, algo puede estar empezando a cambiar. Y es una buena noticia porque, por lo general, estas ventas forzosas ejecutadas por el Real Zaragoza desde 2015 en busca de liquidez rápida y salvífica han dejado la sensación de que eran malos negocios en términos numéricos, como todos los que se hacen a martillazos o sin remedio. El comprador abusa de un vendedor agobiado sin capacidad de regate.

Nada más llegar la anterior propiedad, la que se aglutinó en torno a la Fundación Zaragoza 1932 y que evitó la liquidación de la SAD in extremis, tuvo que traspasar a Vallejo al Real Madrid en una operación por la que las arcas del club obtuvieron 6 millones de euros. Hubo un anexo incluido para elevar y redondear la cifra: el portero cadete Darío Ramos, también pretendido por entonces por los filiales madridistas. El central de Loscos se quedó una temporada cedido en Zaragoza.

El año siguiente, con los mismos aprietos, La Liga sugirió una cantidad al Real Zaragoza como ingresos a computar de modo que pudiera darle un techo de salarios mínimamente vital. Y el traspasado fue Rico, por 1,5 millones, al Leganés. En ese verano, el menudeo (que siempre ha surgido en jugadores de la Ciudad Deportiva) lo añadieron los traspasos de Millán y Morlanes, juveniles, al Villarreal. Esta transacción dejó medio millón más por traspasos en caja, pues hacían falta dos para saciar las exigencias del sistema.

En 2017 y 2018 los ajustes requeridos por La Liga los hizo el Real Zaragoza base de dar salidas a mansalva y reducir el peso salarial en sendas revoluciones de las dos plantillas, con métodos de ingeniería financiera. Pero en 2019 la patronal volvió a atornillar con fuerza hidráulica a los dirigentes aragoneses: tuvieron que vender a Pep Biel al Copenhague danés por 5 millones (serían menos, pues algunas variables del ámbito deportivo no se cumplieron), a Soro al Real Madrid por 2, 5 millones y, aprovechando que no contaba en los plantes de Víctor Fernández, también a Verdasca al Beitar Jerusalén de Israel por calderilla, 400.000 euros de los que el 20% fue a las arcas del Oporto, club de procedencia del central luso. O sea, cerca de 8 millones hubo de presentarle a La Liga en concepto de traspasos para poder montar su nuevo equipo bajo una cifra de tope salarial de las más bajas de la competición.

Y en 2020, más de lo mismo. Guti fue pasaportado al Elche, tras perder la promoción de ascenso precisamente ante los ilicitanos, por 5 millones. Y, paralelamente, el Cádiz pagó 1,5 por Pombo según el acuerdo pactado en la cesión previa llevada a cabo en la Navidad previa, tras subir los andaluces a Primera División.

... Y los casos no consumados

Hubo más casos de ventas que no se hicieron efectivas por maniobras erradas de la dirección deportiva zaragocista o desacuerdo final con los pretendientes.

Con Cabrera, central uruguayo, se trató de sacar un dinero antes de llegar al último año de contrato pero Juliá no atinó con la forma en 2017 y el charrúa se fue libre al Crotone italiano sin dejar un céntimo en la hucha zaragocista. A Lasure lo quiso el Eibar, en Primera, que pagaba 2 millones en 2018. Por tensar mucho la cuerda Lalo Arantegui y pedir en desmedida, aquello se abortó y el lateral dejó de ganar el sueldo de su vida. A Igbekeme lo tuvieron a tiro Granada y Osasuna, también de Primera en 2019. Lalo volvió a estirar el chicle demasiado y el nigeriano se quedó ahogado y desmoralizado en Zaragoza. Y el año pasado el traspaso frustrado fue el de Narváez, que soñaba con jugar en Primera con el Elche. Torrecilla pidió demasiado y el colombiano se quedó tocado anímicamente.

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