Con lo mal que lo ha pasado el zaragocismo durante siete meses y medio largos de sufrimientos en la zona baja de la tabla durante la pasada liga... Tanto padecer y resulta que, si se le da al botón de la moviola y se echa hacia atrás la película de esta liga 21-22 recientemente finalizada, se observa cómo el Real Zaragoza llevaba salvado del peligro desde el lunes 4 de abril, a la conclusión de la jornada 34, después de que el viernes día 1 de ese mes empatara, 1-1, en el Heliodoro Rodríguez de Tenerife en el duelo que abría cronológicamente aquella estación previa a la recta final del torneo. 

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Con ese punto -que supo a poco, pues debió ganar el equipo de Juan Ignacio Martínez 'Jim'- el Zaragoza alcanzó la cota de los 44 que, visto que el primer descendido, el Amorebieta, se quedó en unos paupérrimos 43 como renta, han supuesto este año el ras de la permanencia. Así que, sin saberlo, pasándolas canutas y tirando cálculos, quinielas, progresiones, cábalas y vaticinios sin cesar semana a semana, el Real Zaragoza estaba a salvo de la catástrofe con dos meses de antelación.

Es este un ejercicio de matemáticas marcha atrás. Un lujo ventajista que, no obstante, ayuda a entender el modo en el que se desarrollan los finales de liga cada año en determinadas circunstancias. Cómo engañan a veces las cifras y las sensaciones, tanto para bien, es el caso actual del Real Zaragoza, como para mal, cuando equipos como el Numancia, el Rayo Majadahonda, el Logroñés y alguno más arribaron al tramo definitivo de la liga con la sensación de estar salvados  y acabaron descendiendo el último día contra todo pronóstico.

Así que, aquellos sudores fríos vividos incluso en ese partido de Tenerife, cuando Nano Mesa falló a puerta vacía en tiempo de aumento el 1-2 y dejó en empate lo que debió ser un triunfo aragonés; y, después, en los criticados -por feos e indignos en su juego- 0-0 ante el Burgos; la derrota por 2-0 en Eibar; la vergüenza con el Alcorcón y el 0-3 recibido en La Romareda ante el colista... fueron gratuitos a causa de ese factor humano que es, sin remedio, el desconocimiento del futuro de cada uno en la vida. 

Desde ese 1 de abril en Tenerife (curioso ver ahora a los canarios en la final de la promoción del ascenso, con un pie en Primera División, cuando aquel día el Zaragoza fue mucho mejor que ellos en su campo), los de Jim aún sumaron 12 puntos más. Al trote, excepto los 6 del final con todo ya solventado. Y la salvación matemática tardó en llegar hasta la antepenúltima jornada y, además, fue de carambola, por errores ajenos antes de jugar y empatar 3-3 en Oviedo. Fue una realidad que se hizo más áspera y nerviosa de vivir que lo que la realidad algebraica ha dicho una vez concluido este curso 21-22. Aunque el Real Zaragoza hubiese perdido todo desde la jornada 34, no habría descendido. Eso sí, mejor para todos que eso no haya sucedido... porque con unos pocos capítulos ácidos y de hiel vividos en este tiempo postrero ya ha sido suficiente para dejar un paladar desagradable camino de la décima temporada seguida en esta inhóspita Segunda División.