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La Romareda como seguro de vida
El Real Zaragoza de Jim ha cimentado su reacción en sus sobresalientes prestaciones como local: suma 19 puntos en ocho jornadas con solo dos goles encajados.
Cuando Juan Ignacio Martínez llegó al banquillo del Real Zaragoza, el equipo aragonés era el candidato número uno a descender a Segunda División B. No tenía carácter ni argumentos competitivos para aspirar a sostener la categoría. Era un grupo en la UCI. Al borde del K.O. Cuatro meses después, con prácticamente el mismo bloque de jugadores que sus antecesores en el puesto, el Real Zaragoza es un conjunto que desafía a los elementos, que es capaz de mirarle a la cara a uno de los candidatos al ascenso directo como es el Almería y que sale al campo convencido de que puede ganar. Y, de hecho, gana. Ni más ni menos ha hecho Jim en los cuatro meses que lleva en el puesto. Un milagro.
Y gran parte de los cimientos de este nuevo castillo los ha edificado al calor de La Romareda, donde el Real Zaragoza ha recuperado su esencia de equipo ganador. Casero. Como en sus tiempos de grandes gestas, La Romareda –y eso que ahora presenta un vacío rotundo– es un seguro de vida en el 2021. Con Jim, el Zaragoza acumula en su estadio un sobresaliente balance de seis victorias (Lugo, Logroñés, Ponferradina, Tenerife y Mirandés), un empate (Cartagena) y una sola derrota (Alcorcón). 19 puntos en ocho jornadas que han patrocinado la reacción aragonesa en uno de los momentos más críticos de su larga historia. En este tramo, además, ha anotado ocho goles en y solo ha recibido dos. Números en el viejo municipal de equipo potente, de aspirante al ascenso, incluso.
Aspirante al ascenso como el Almería, que este domingo claudicó en La Romareda cuando pocos daban un duro por una nueva victoria local. Fue el primer rival del vagón de candidatos a la Primera División al que el Zaragoza le gana en toda la temporada. Sintomático, también, de la nueva realidad zaragocista. Hasta ahora, parecía una quimera rascarle un solo punto a los conjuntos de la aristocracia en Segunda... y desde este domingo, con el ejemplo de la victoria ante los andaluces, el Real Zaragoza sabe que puede plantarle cara a cualquiera. Palabras mayores. Cuestión a subrayar teniendo el calendario del tramo final de liga en la mano, que presenta pruebas de igual envergadura que la de este domingo ante Mallorca, Espanyol, Leganés, Sporting o Girona.
Ejercicio de competitividad
Y, más allá de sus números, al Real Zaragoza le refrendan las sensaciones. Poco a poco, sacando resultados a base de sufrimiento, esfuerzo y fiabilidad defensiva, el equipo aragonés ha construido una coraza competitiva fundamental cuando se trata de sobrevivir. Nada dice más a favor de un bloque que se juega la vida por abajo que su competitividad. Y el Zaragoza de Jim, por encima de todo, es pura competitividad. Pura supervivencia. Los goles de Narváez, la optimización del balón parado y, por encima de todo, la capacidad para reducir el ratio de goles encajados hacen del Zaragoza un grupo con notables posibilidades de puntuar con regularidad. Y eso es oro molido en la zona baja de Segunda División.
Ante el Almería –como en Fuenlabrada hace una semana–, el Zaragoza ganó porque llegó al tramo final del encuentro con opciones de sumar la victoria. Y porque creyó hasta el final en que era posible ganar. Haciendo un partido bueno, malo o regular, el vestuario cree firmemente que puede puntuar. Su lenguaje gestual, conectado hasta el último segundo, habla del compromiso de una plantilla que sabe que no está haciendo el año esperado pero que también está mentalizado para cumplir con el mínimo exigible de la permanencia. Está en el camino, de eso no hay duda. Pasito a pasito, victoria a victoria en La Romareda, el Real Zaragoza de Jim camina con paso firme hacia la tierra prometida de la salvación.
