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El algodón no engaña

La derrota de anoche en Tenerife ejemplifica la deriva deportiva de este inicio de temporada. El Real Zaragoza de Rubén Baraja no tiene fútbol ni argumentos competitivos.

Partido entre el Tenerife y el Real Zaragoza
Partido entre el Tenerife y el Real Zaragoza
Juan García Cruz LOF

Subrayó anoche Rubén Baraja durante su comparecencia de prensa en el Heliodoro Rodríguez López que no le había gustado el nivel ni la actitud del Real Zaragoza durante la primera mitad. Aseguró que sus futbolistas habían carecido de la conducta necesaria para afrontar un encuentro de la importancia del de anoche. Sin embargo, lo cierto es que, pese al discurso en esta línea del entrenador pucelano, la versión de ayer del equipo aragonés durante la primera mitad no es demasiado alejada a la que viene ofreciendo durante las 10 jornadas que ya ha disputado esta temporada. Ni mucho menos. 

El Real Zaragoza de los primeros 45 minutos en Tenerife viene a ser –quizá con algún pequeño matiz– el Real Zaragoza de toda la temporada. El mismo. Poco importa quién juegue en banda o en punta. O quiénes sean los laterales o los centrales: el Zaragoza de Rubén Baraja no tiene fútbol ni argumentos competitivos. Por eso, el Zaragoza se marchó perdiendo 1-0 al descanso en Tenerife –la segunda mitad tampoco fue, ni mucho menos, una oda al fútbol moderno– y, por eso, el Zaragoza solo ha vencido uno de los diez partidos que ha disputado hasta la fecha. El algodón no engaña.

Y ese es el problema que Rubén Baraja no ha sabido resolver conforme se le iba cayendo, punto por punto, el fútbol de su equipo. Un fútbol empobrecido hasta tal límite de observar como positiva una segunda mitad en la que no fue capaz de disparar entre los tres palos frente a un firme candidato a la pelea por eludir el descenso como es este Tenerife. Un rival de la talla del Sabadell, que rascó un empate de La Romareda y estuvo cerca de ganar, o del Mirandés, que venció en la última acción del encuentro al conjunto aragonés. Porque, como ha sido una constante durante todo el curso, al Real Zaragoza le costó horrores generar flujo ofensivo –ayer la estadística de disparos entre los tres palos fue de uno, el inocente chut de Fernández al inicio del duelo– y dio una exhibición de juego plano, sin apenas mordiente ni ideas.

Los 96 pases de Guitián

El balón se jugaba siempre entre los centrales. Los datos no engañan en este sentido: Francés ejecutó 90 pases y Guitián 96. Ros e Igbekeme, los centrocampistas con la misión teórica de construir el fútbol del Zaragoza anoche, alcanzaron los 57 y los 36 respectivamente. Si Guitián es el futbolista del equipo que, con mucha diferencia, más amasa la pelota, es que el problema es grave. O muy grave, de hecho.

El Zaragoza de Baraja es un equipo que sufre tremendas dificultades para generar líneas de pase en ataque. Los futbolistas están encorsetados en un sistema rígido, que apenas les permite libertad ni imaginación. No tienen momentos de felicidad sobre el terreno de juego. Salen al campo oprimidos. Chavarría, uno de los pocos jugadores con recorrido y llegada durante el inicio de temporada, ayer estuvo atado de pies y manos como lateral defensivo. A Narváez no le cayó un balón potable y Bermejo nunca encontró un socio para el fútbol que tiene en la cabeza. Fernández, el teórico delantero estrella, fue relevado por el juvenil Iván Azón. Mientras que Vuckic, del que no sabemos nada como jugador, se pasó otro partido entero en el banquillo.

Con la derrota en Tenerife, el equipo aragonés estiró aún más una dinámica pésima: suma tres puntos de los últimos 21 en juego. Siete partidos en los que ha anotado tres goles y ha recibido siete. En 10 jornadas, ha ganado un partido y el otro se lo regaló el colista Alcorcón con una alineación indebida. El Zaragoza necesita urgentemente una solución. La Segunda División no espera a nadie.

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