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Real Zaragoza: Primer mandato, marcar un gol fuera de casa

El equipo que dirige desde hace 10 días Iván Martínez está obligado a romper un hábito fatídico el domingo en Ponferrada: no ha visto portería en sus cuatro desplazamientos.

Larrazabal e Iván Azón, en el último partido lejos de La Romareda, en Tenerife, no aprovechan una acción de ataque. juan gª cruz/lof
Larrazabal e Iván Azón, en el último partido lejos de La Romareda, en Tenerife, no aprovechan una acción de ataque.
Juan García Cruz/LOF

Iván Martínez, el nuevo entrenador del Real Zaragoza desde hace 10 días, calificó en HERALDO el partido de pasado mañana en el campo de la Ponferradina como «el más importante de la historia» para el club blanquillo por la necesidad suprema que existe de volver a casa con los tres puntos. «Solo se puede sumar ya de tres en tres en los próximos partidos. En Ponferrada solo sabe ganar», insistió el técnico aragonés en su mensaje único y directo dirigido a un grupo de jugadores aturdidos por su mala trayectoria en la liga: solo una victoria real en 11 partidos, con una serie de ocho seguidos sin conocer el triunfo y ya pisando terrenos de descenso a Segunda B.

El mandato ha calado en el vestuario. Todos los jugadores lo manejan como lema de cabecera. Así se ha visto en las ruedas de prensa de la semana, en boca de Bermejo, Ratón o, ayer, Chavarría. «Hay que ganar ya sea como sea», repetía este último ayer en la sala de prensa de la Ciudad Deportiva.

Es una evidencia que Iván Martínez ha llamado a la conjura. A romper con el maleficio. A terminar con el calvario de temporada que amenaza ruina. Es el momento preciso de reaccionar y abandonar los malos pasos de los primeros dos meses de la campaña 20-21. Lo que, tirando de tópico, en el fútbol se califica como punto de inflexión que disuelva una tendencia tóxica a más no poder.

Pero, en esta encomienda, enseguida surge el conflicto de la lógica y se eleva al máximo nivel el grado de dificultad para el Zaragoza. Para ganar en el estadio de El Toralín de Ponferrada, obviamente, hay que marcar un gol más que los leoneses. Es de Perogrullo, del manual de latiguillos. Pero, en el caso de los zaragocistas, hoy, ya a últimos de noviembre de 2020, esta frase hecha, de cajón de madera de árbol, supone un reto de dudoso cumplimiento. No ya marcar un gol más que los que pueda hacer la Ponferradina, sino simplemente marcar. Sin más. Nunca a estas alturas de una temporada, ya con 11 partidos dirimidos y con cuatro desplazamientos llevados a cabo, el Real Zaragoza denunciaba en sus números estadísticos esta tragedia: no ha anotado un solo gol en sus cuatro episodios como visitante. Cero. Nada.

Empató 0-0 en Alcorcón. Perdió 1-0 en Leganés. Repitió derrota por 1-0 en casa del Mirandés. Y reincidió con un tercer 1-0 en Tenerife hace unos días. Rubén Baraja, el ya destituido entrenador con el que se inició este proyecto abollado de la dirección deportiva, se marchó a su casa sin poder gritar ¡gol! del Real Zaragoza lejos de La Romareda.

Son, por lo tanto, 360 minutos de juego, más los correspondientes tiempos añadidos en los campos de Santo Domingo, Butarque, Anduva y Heliodoro Rodríguez, en los que el equipo ha evidenciado un ataque inerte, una impotencia ofensiva total y absoluta. Mortal de necesidad porque, además, se acompaña (excepto en Alcorcón) de blanduras defensivas que siempre conceden un tanto al adversario y, eso, es sinónimo de fracaso inevitable por ahora.

Iván Martínez y sus reactivados jugadores afrontan en El Bierzo este domingo una tarea de alto rango estratégico para poder empezar a creer en que es posible salir de la zona incandescente de la clasificación y, poco a poco, ir ahuyentando los miedos que envuelven cada vez con más fuerza a todo el zaragocismo. Para ganar es imprescidible, innegociable, que alguien de los que vista de rojo y con el escudo del león rampante en el pecho debe marcar, al menos, un gol. En Ponferrada es perentorio vivir esa experiencia suprema del fútbol, el gol, que ha sido imposible de catar fuera de casa desde el inicio de esta abrupta temporada zaragocista.

Nuevas fórmulas atacantes

Martínez ha de probar nuevos métodos tácticos –y también nominales– para reactivar el arte de marcar goles como visitantes. Lo que puso en escena Baraja en Alcorcón, Leganés, Miranda de Ebro y Santa Cruz se vio claro que no sirve. El 4-4-2 en línea ha fracasado en el actual Real Zaragoza, mucho más con el equipo ejerciendo el rol de forastero. Las ocasiones de gol llegaron por goteo, con una escasez dolorosa a la vista, con una falta de remate y de tino en los pases y golpeos definitivos que denunció una ausencia de calidad y de prestancia de los futbolistas realmente alarmante.

No repitió alineación Baraja en sus cuatro desplazamientos. En su molinillo apresurado por encontrar la fórmula mágica con la que reactivar a su mustio Zaragoza, fue modificando detalles, en el doble pivote central, en los extremos y, tras un doble intento en punta con Vuckic y Narváez, también en la delantera. Por la obtusa línea de creación pasaron, sin ninguna solvencia, Eguaras, Ros, Zapater, Igbekeme y, a través de los cambios, también Nick y Francho. Las dobles mezclas entre estos medios centro nunca hizo chispa, no carburó jamás. Generar juego ofensivo fue un imposible.

Por las bandas del ataque han pasado, en el póquer de partidos fuera de casa de pésimo saldo, Zanimacchia, Nick, Bermejo, Chavarría y, en las sustituciones, Larrazabal. Nula eficacia en todos ellos.

Y en la dupla atacante, tras el papel inicial de titulares de Vuckic y Narváez, también entró Gabriel Fernández. Como revulsivos se utilizó a Adrián González e Iván Azón. Nada de nada se obtuvo de todo lo experimentado.

Con el rombo en la zona media instaurado por Iván, con la opción de mutar sobre la marcha a un 4-3-3 en fase atacante, el renovado Real Zaragoza buscará en Ponferrada lo que, increíble y dolorosamente, aún no ha logrado en este curso: marcar un gol lejos de casa. Por ahí hay que empezar.

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