Real Zaragoza

Para no perderse en la crisis

La situación en la que se encuentra el Real Zaragoza se enmarca en un contexto que contribuye a explicar los porqués de su complejo momento institucional y deportivo.

El propietario del Real Zaragoza, Agapito Iglesias
Agapito Iglesias no desvela el precio de sus acciones
ARÁNZAZU NAVARRO

¿Se puede explicar la crisis por la que atraviesa el Real Zaragoza? Son muchas y variadas las claves que contribuyen a dar sentido a lo que ahora experimenta -sufre- el equipo. He aquía algunos de los hitos que señalan ese camino.

1.-La intervención política.

La situación por la que atraviesa el Real Zaragoza no podría entenderse sin viajar a su origen, a la esencia misma del problema: la intervención política. En mayo de 2006, el Gobierno de Marcelino Iglesias ?el presidente y sus colaboradores más cercanos- decidió tomar las riendas del Real Zaragoza. La iniciativa ?descabellada en su esencia- permitía al Ejecutivo el control sobre la principal referencia deportiva de Aragón. La entidad ?en la alocada idea de aquellos políticos- absorbería también los equipos de baloncesto, balonmano? de Zaragoza, englobados todos bajo el sello de Real Zaragoza. De esta forma, el Gobierno se garantizaría un dominio político, social y económico de la mayor parte del deporte aragonés.


Decidieron los promotores del proyecto colocar al frente de la 'idea' a Agapito Iglesias, desconocedor del fútbol, del deporte y sus entresijos; si bien su papel era, simplemente, atender a lo que se cocinaba en el Pignatelli.


Para rizar el rizo, se propuso como presidente a Eduardo Bandrés, figura incómoda para Marcelino Iglesias y reconocido zaragocista. El político de Erla abandonó la Consejería de Economía para aventurarse en el más que dudoso proyecto junto a Agapito Iglesias. Con él desembarcó también un Consejo de Administración que mezclaba a diversos notables de la ciudad con un puñado de personas vinculadas a la plataforma logística Plaza, primero a través de Plaza Cargo Services y, más tarde, con un cambio de denominación, de Plaza Servicios Aéreos.


El gobierno del Real Zaragoza, al aire de la propia empresa de Plaza, resultó terrorífico. Desde luego, el cóctel político-empresarial no auguraba nada bueno.

2. La anárquica gestión de Agapito Iglesias.

No tardó mucho Agapito Iglesias en quedarse solo. Primero quiso tomar parte en la toma de decisiones estratégicas ?y económicas- de la entidad. No en vano, era el dueño. Más tarde fueron los propios políticos los que, en vista del desarrollo de los acontecimientos ?de que estaba anunciadísimo- decidieron abandonar el barco.

Agapito Iglesias se quedó solo. Gobernó a impulsos, en una gestión muy cortoplacista, sin ningún plan de futuro y poniendo y quitando consejeros, directores generales, entrenadores, jugadores?


Tuvo el mérito de sostener el equipo cuando los propios políticos que lo habían aupado pusieron en marcha los mecanismos para intentar hunir el Real Zaragoza. Él luchó por su supervivencia.


Esa reconocida virtud queda, sin embargo, ensombrecida por su empeño por gestionar ?poner y quitar- la entidad sin criterios estratégicos ni deportivos, exclusivamente a golpes de intuición, casi siempre con un resultado desafortunado.

3. Pérdida de valores zaragocistas.

Es otro de los elementos claves de la desintegración del Real Zaragoza. Ni el Gobierno de Aragón cuando entró, ni Agapito Iglesias después tuvieron en cuenta los valores del Real Zaragoza. Lo primero que hicieron fue cambiar el escudo. Y el dueño, además, hizo confluir sus empresas particulares con un entramado empresarial vinculado al Real Zaragoza. Su toma de decisiones fue personalista, sin tener en cuenta el sentir de la afición, pilar fundamental del equipo.


Muy tarde, cuando la necesitó, Agapito descubrió el valor de la afición, de la que echó mano en momentos delicadísimos. Gracias a ella el equipo aragonés fue capaz de salir de situaciones comprometidísimas.


El última ejemplo de la falta de arraigo con el Real Zaragoza de verdad fue la decisión de García-Pitarch ?otro director general sin relación alguna con el club- de apartar de la Ciudad Deportiva a Solana, Aragón y Garitano.

4. La ausencia de un proyecto deportivo.

No ha tenido el club hasta ahora un proyecto deportivo ?tampoco lo ha pretendido-. Por eso, entre otras cosas, ha abandonado a su suerte la cantera y la Ciudad Deportiva. Agapito Iglesias ha hecho y deshecho conforme le ha venido en gana, negociando contrataciones y rescisiones que nunca han contribuido a mejorar el equipo, antes al contrario. Cada vez más el Real Zaragoza ha ido perdiendo su personalidad, apenas sostenido por una admirable afición. Sin embargo, el hartazgo y la vergüenza han hecho renunciar a miles de seguidores ?miles- incapaces de soportar ya la situación por la que atraviesa el club.

5. El desprestigio institucional y deportivo.

Como consecuencia de esos años de mandato, el Real Zaragoza ?equipo admirado y envidiado hasta hace apenas unos años- ha perdido su prestigio institucional y deportivo. Muchos jugadores ni siquiera valoran la posibilidad de fichar por el Real Zaragoza. Y el entorno del fútbol conoce las complejas líneas por las que se conduce la entidad.


En el ámbito deportivo, ya no infunde respeto. Cualquier rival es capaz de doblegar al Real Zaragoza ?como se demostró en Jaén- y el equipo se ha convertido en un fantasma, una escuadra desalmada y desamparada, que solo busca el final de los partidos para retirarse a los vestuarios.


Sin orden, sin fe, sin compromiso y sin ganas de ganar, el Real Zaragoza se desliza hacia un abismo aún mayor.

6. La ausencia de un asidero moral

El tiempo de gestión de Agapito Iglesias ha impedido que el zaragocismo lograra encontrar un asidero para aliviar la situación y para encontrar un referente. La cadena ?como todo lo que rodea la entidad- es alargada y acaba siempre igual: desde miembros de la junta directiva a entrenadores, como Marcelino, Gay, Nayim, Aguirre, Jiménez y ahora, Paco Herrera. La ilusión de la llegada de Fernando Molinos a la presidencia se esfumó con el paso de las semanas. Su continuidad en el cargo es hoy otra de las asombrosas cuestiones que envuelven a este Real Zaragoza.


Paco Herrera, mientras tanto, sobrevive una semana más entre una situación de desorden y desconcierto institucional y una asombrosa actitud de sus jugadores, a los que dio la impresión en Jaén que les importaba muy poco lo que pudiera ocurrirle a su propio técnico, cuyo futuro se jugaba en ese partido.


El Real Zaragoza es hoy una entidad descompuesta, desordenada y rota, con un futuro deportivo más que comprometido, una situación económica delicadísima y un panorama de futuro más que ensombrecido.