zaragoza

25 años de la creación del parque de Ribera, la primera actuación en la margen izquierda del río

Los vecinos recelaban en 1999 de los taludes de césped y obligaron al Consistorio a recortar los carriles de tráfico junto al cauce.

El antes y el después del paseo de la Ribera: los viales y la naturaleza han cobrado protagonismo.
El antes y el después del paseo de la Ribera: los viales y la naturaleza han cobrado protagonismo.
Duch/Marco

Esta semana se cumplen 25 años de la tortuosa aprobación de lo que se dio en llamar el ‘parque de Ribera’ y que no fue sino la primera actuación para recuperar un tramo en la margen izquierda del Ebro. Protestas vecinales, dudas sobre los taludes y fallos en los expedientes hicieron de estas obras entre el puente de Hierro y el de Las Fuentes un intenso culebrón, que el paso del tiempo ha ido diluyendo.

Muchas eran las dudas que asaltaban a los próceres en aquel entonces. Por contextualizar, hay que pensar que en 1999 no había visos de que se pudiera arreglar toda la ribera con el impulso de una venidera Expo ni tampoco existía propiamente dicho el Tercer Cinturón: sí se había diseñado su trazado sobre el papel, pero muchos zaragozanos lo consideraban más un acto de fe que una realidad inmediata. Así las cosas, las viviendas que hoy se ubican junto a un plácido andador estuvieron semanas y semanas rodeadas de zanjas y vallas hasta que se decidía qué hacer con el tráfico que pasaría junto al cauce y cómo se diseñarían los viales.

Los terraplenes, junto al puente de Hierro, hace cinco lustros.
Los terraplenes, junto al puente de Hierro, hace cinco lustros.
Oliver Duch

Zaragoza llevaba décadas viviendo de espaldas al Ebro y, sobre todo, en la margen izquierda se habían hecho pocas -prácticamente ninguna- intervenciones. El ‘parque de Ribera’ surgió como un proyecto ambicioso, presupuestado en 445 millones de pesetas (unos 2,6 millones de euros), que aspiraba a crear un parque lineal de 725 metros de largo y 60 de anchura. En las recreaciones se describían "sembrados con césped, praderas jalonadas de merenderos, zonas de juegos infantiles y campos de petanca". Aquello, 25 años después, se comprueba que se hizo realidad pero sólo a medias…

¿Qué problemas se encontraron los arquitectos y urbanistas? Dos fueron los principales. En primer lugar, el temor a provocar un "encajonamiento" del río al tener que echar mano de taludes y terrazas en la construcción y que no se lograra una integración total del Ebro. Los vecinos no dejaban de pedir "una solución técnica que evitara los taludes", a la imagen y semejanza de las suaves pendientes que se habían hecho otras ciudades como Lérida, Logroño, Burgos o Valladolid

La vista del Pilar en una zona del paseo de la Ribera, aún sin urbanizar en 1999.
La vista del Pilar en una zona del paseo de la Ribera, aún sin urbanizar en 1999.
Oliver Duch

"Los muros hacen imposible el objetivo de integrar el río en la ciudad", decían los vecinos, que recelaban del complejo sistema de terrazas que proponía el Ayuntamiento. El talud de un metro de altura "se salvará gracias a la creación de andadores" -justificaba el Consistorio-, que también decía que la infraestructura era innegociable para dar protección ante las grandes avenidas del Ebro. Todo este debate, volvemos a echar la vista atrás, se produjo mucho antes de que existiera un azud para regular el cauce…

"Evitar una chapuza"

El segundo y radical problema que enfrentó el proyecto fueron las idas y venidas respecto al tráfico que debía soportar la nueva zona verde. Urbanismo pretendía en origen hacer cuatro carriles, dos por cada sentido de dirección, pero los ecologistas, las asociaciones vecinales y las defensores del patrimonio se les echaron encima. Ponían como ejemplo el aislamiento del río que ya existía en la otra ribera, en el paseo de Echegaray y Caballero, donde los coches habían impuesto su ley. "Estamos a tiempo de evitar una chapuza", decía la oposición en el pleno municipal, azuzada por las asociaciones de vecinos de barrio Jesús, La Jota, Vadorrey, Casco Histórico e, incluso, La Almozara

Los planes de construcción, en un HERALDO de enero de 1999.
Los planes de construcción, en un HERALDO de enero de 1999.
Heraldo

La propuesta de estas entidades pasaba por hacer un solo carril y con la velocidad limitada a 30 kilómetros por hora, algo que entonces no se estilaba y que los responsables de Tráfico no se planteaban por "las necesidades de conexión del barrio". Mientras los afectados apostaban por llevar el tráfico por las calles traseras (Marqués de la Cadena, paseo de Longares, avenida de Cataluña, etc.), el Consistorio insistió en crear el vial, que "no se parecería en nada al paseo de Echegaray y Caballero". Decían que, a lo sumo, pasarían unos 5.000 coches cada día y que, si en el futuro se peatonalizaba la avenida puente del Pilar, sólo se podría salir del barrio por la vía de ribera.

Los cambios en la ribera son evidentes. En el móvil, la imagen antigua.
Los cambios en la ribera son evidentes. En el móvil, la imagen antigua.
José Miguel Marco

¿Cuáles han sido los aforos de tráfico de todas estas calzadas en los últimos años? El paseo de Echegaray y Caballero continúa siendo una de las arterias más transitadas, con cerca de 18.000 vehículos diarios sumando todas las direcciones, pero sí es cierto que la margen izquierda ha quedado más relegada de la presión de los cláxones y los ruidos de motor. Por la avenida del Puente del Pilar pasan unos 13.000 coches cada día, pero por las calles más interiores del barrio, las limitaciones han hecho que apenas sean 2.200 los que recorren, por ejemplo, la calle de Jesús. Del paseo de la Ribera sólo hay datos a partir del puente de Piedra y hacia el de la Almozara, pero ahí son unos 6.000 vehículos diarios los que circulan sin temor a atascos ni embotellamientos.

Los solares del barrio Jesús, que quedan a la vista en el paseo de la Ribera.
Los solares del barrio Jesús, que quedan a la vista en el paseo de la Ribera.
Heraldo

Como se ha dicho, el proyecto de la ribera se enfrentó a otros obstáculos como "el despiste" del entonces equipo de gobierno, formado por PP y PAR, al no adjuntar en el trámite los informes preceptivos de Tráfico y de Medio Ambiente. Este lapsus se corrigió rápido para poder iniciar una obras que cambiarían el aspecto de la margen izquierda y que, años más tarde, se comprueba que se ha ‘ganado’ para la ciudadanía. Merenderos y zonas infantiles se encuentran con cuentagotas, pero sí que numerosos ‘runners’ toman el parque a diario y, en verano, hay dos reclamos que aportan animación a la zona. Por un lado, la popular terraza Le Pastis, que es de las más concurridas y demandadas a orillas del Ebro. Por otro, el embarcadero de Vadorrey sigue dando servicio a los amantes dela actividades acuáticas. 

Entre los ‘peros’, algunos vecinos comentan la necesidad de dar vida a los solares pegados al paseo en la zona más degradada del barrio Jesús, mientras que otros apuntan que sí, que se consiguió reducir la circulación a un solo carril, pero a su vez se crearon dos más para estacionamiento en línea, que alivian los problemas de aparcamiento en el barrio pero restan igualmente alfombra verde al entorno.

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