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Trece años de cárcel para un maltratador por la pesadilla que vivió su novia en Zaragoza

El agresor hizo gala de unos celos desmedidos, pero no tiene reconocido ningún tipo de trastorno o patología.

Exterior de la cárcel de Zuera.
Exterior de la cárcel de Zuera.
Guillermo Mestre

El Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA) acaba de avalar una de las condenas más importantes impuestas en Zaragoza a un maltratador: trece años y tres meses de prisión. La víctima fue una joven a la que su novio, extremadamente celoso y con el que apenas llevaba saliendo dos meses, hizo vivir una auténtica pesadilla. La violó, la golpeó, la vejó y la amenazó de muerte. A ella y a toda su familia. De no ser por los reflejos y el propio instinto de supervivencia de la chica, que aprovechó el momento en que su agresor fue a por un cuchillo a la cocina para salir corriendo al rellano y pedir ayuda, posiblemente no hubiera podido contarlo. Pero lo hizo. Y si no lo impide el Supremo, ante el que todavía cabe recurso, su verdugo, Miguel Ángel Burillo Roys, pasará una larga temporada entre rejas.

A petición de la Fiscalía y la defensa, el pasado verano la Sección I de la Audiencia de Zaragoza celebró el juicio a puerta cerrada. De ahí que solo el tribunal y las partes pudieran escuchar la versión del acusado, sobre el que ya pesan cuatro condenas firmes por violencia de género hacia sus anteriores parejas y que se encuentra en prisión provisional desde que fue detenido por última vez. El arresto se produjo el 19 de noviembre de 2022, cuando la patrulla del 091 que acudió a auxiliar a la joven lo halló escondido detrás de una puerta. La víctima estaba tan aterrorizada que, al principio, ni siquiera se atrevió a abrir a los agentes, pero estos terminaron convenciéndola para que les dejara pasar.

A la hora de pronunciarse sobre el recurso de apelación, el TSJA ha dado por buenos los hechos declarados probados en la primera sentencia. Según esta, el calvario de la víctima  –a la que representa la abogada Lola Fernández– comenzó el 12 de noviembre de 2022, con motivo de una escapada de la pareja a Salou. Allí, el condenado empezó a presentar «un comportamiento agresivo y posesivo, mostrando una actitud celosa con algún transeúnte». Es más, llegó a encararse con varios de ellos. «Si no estás conmigo no vas a estar con nadie» o «ves como quieres dar pena para que te miren», «quieres que me lleven preso», fueron algunas de las expresiones con las que Miguel Ángel Burillo se dirigió a su pareja.

Logró pedir ayuda a los vecinos

Pero los hechos más graves se produjeron días después en la vivienda de la víctima en Zaragoza. El procesado comenzó de nuevo a dar muestras de unos celos incontrolables. Convencido de que en su ausencia ella había estado con un empleado del mercado, empezó a gritarle e insultarla. «Mientras no he estado te lo has follado. Mírame a los ojos y dímelo. Has movido los ojos, has pestañeado, me has mentido», le dijo.

Aquello infundió un enorme miedo a la joven, que al ver a su novio poniéndose cada vez más violento e impidiéndole levantarse del sofá, se echó a llorar. Aún así, sacó fuerzas para pedirle que se fuera, pero la respuesta del acusado fue rotunda: «Te jodes, yo de aquí no me voy, tú eres mía para siempre».

El hombre insistía en que su pareja le había sido infiel y trató de bajarle los pantalones para «comprobarlo». Ella, presa del miedo, se opuso, pero él le propinó un primer guantazo en la cara que la dejó inmóvil, circunstancia que el acusado aprovechó para desnudarla de cintura para abajo e introducirle los dedos en la vagina. Desde ese momento, las amenazas y agresiones fueron continuas. «¿Tú sabes cómo murió Marta del Castillo?», llegó a decirle él mientras sostenía un cenicero en una mano.

Cada vez que la mujer intentó escapar, su pareja se lo impidió a base de tortazos y puñetazos. No conforme con eso y valiéndose del desvalimiento de la chica, la obligó a practicarle una felación. Cuando él le anunció después que se dirigía a la cocina a por un cuchillo, temiendo por su vida, la víctima se echó a correr y consiguió alcanzar las escaleras del edificio, donde los vecinos la oyeron pedir auxilio y llamaron a la Policía.

Según los informes forenses, «el acusado no presenta ninguna alteración psicopatológica que le impida conocer y entender las consecuencias de su conducta. Esta es finalista y deliberada, sin que se vean afectadas las facultades cognitivas ni volitivas».

La defensa de Miguel Ángel Burillo, a cargo de la letrada Marta Carlota Infante, recurrió ante el TSJA alegando que la pena que impuso la Audiencia por la agresión sexual era excesiva, que su cliente no tenía intención de cumplir las amenazas de muerte o que lo ocurrido en Salou no podía considerarse un delito de maltrato de género. Sin embargo, los magistrados desestiman sus argumentos y concluyen que no hay nada que reprochar a la sentencia.

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