zaragoza

Montemolín, el desaparecido barrio zaragozano que pervive en el sentimiento de sus vecinos

La demarcación desapareció en 1982, cuando su territorio quedó dividido por la delimitación del distrito de San José y del de Las Fuentes.

La edificación, de estilo modernista, fue un regalo de amor del empresario bilbaíno Miguel Larrinaga a su esposa, Asunción Clavero, oriunda de Albalate del Arzobispo -de ahí su localización, mirando a la localidad turolense. Sin embargo, nunca llegó a ser habitado. Tras la muerte de Asunción en 1939, el palacio se puso a la venta. Actualmente es propiedad de Ibercaja y en sus dependencias en posible la celebración de bodas.
El palacio Larrinaga pertenece al antiguo barrio de Montemolín
O. Duch

Hace al menos 150 que hay registros de uno de los barrios de Zaragoza más antiguos y cuyos vecinos trabajan para que su nombre no se olvide. Se trata de Montemolín, un espacio vertebrado por la actual calle de Miguel Servet y cuya desaparición administrativa se produjo en 1982, cuando la ciudad se distribuyó en 12 distritos. La citada vía, que antes era el centro del barrio, se convirtió, entonces, en el límite de dos nuevos distritos, el de San José y el de Las Fuentes. Nuevas designaciones que hicieron que Montemolín pasara a ser un recuerdo.

Pero para buena parte de sus vecinos, sobre todo los más antiguos, el sentimiento de pertenencia al barrio no ha desaparecido y trabajan, a través de la asociación Larrinaga-Montemolín, en favor de los intereses de este sector zaragozano. Entre sus integrantes y miembros de la junta directiva está el historiador José Ignacio Sauca, quien con sus investigaciones aporta luz sobre el origen y la historia de este barrio.

A través de sus estudios, se han dado a conocer datos y curiosidades de un barrio del que todavía quedan más que recuerdos. Algunos de los edificios más emblemáticos que albergaba, como el cuartel de San José, el antiguo colegio de La Salle Montemolín, la torre de Talleres Diesel y los edificios de la Granja Experimental han desaparecido. Pero otros, como el antiguo Matadero, el Palacio de Larrinaga, Torreluna o las escuelas del barrio de Montemolín (antiguo colegio Tomás Alvira) siguen en pie, recordando el esplendor pasado del que fuera uno de los primeros barrios obreros de Zaragoza. La estación de Utrillas también forma parte de esta antigua delimitación, un edificio remodelado cuya chimenea todavía se conserva.

El primer documento que hace alusión a este barrio como Montemolín es el nombre de una posada construida a la entrada de la ciudad por la carretera de Castellón, en 1872. Y en 1878 ya estaba registrada la policía rural de Montemolín. Pero, aunque la urbanización y el asentamiento poblacional del barrio fuera entre finales del siglo XIX y principios del XX, allí vivió, un siglo antes, una importante población de la zona rural. Y es que este terreno era una huerta y aquellos primeros pobladores vivían en torres (como se conoce a las casas en el campo, cerca del terreno de cultivo) próximas a las acequias de Miraflores, Adulas y Canal Imperial.

Con la industrialización, al igual que Zaragoza vivió años dorados, este barrio se benefició de muchos habitantes provenientes del éxodo rural que encontraron en esta zona, próxima a la salida de la ciudad, su nuevo hogar. Pronto sucederían grandes hitos para Montemolín, como la construcción de varias residencias de alta burguesía, dos especialmente conocidas: Villa Asunción o el palacio de Larrinaga (1902) y la Torre de Gil González Marcilla, conocido actualmente como Torreluna (1935). También se ampliaron las cocheras de los tranvías de aquella época así como las casas de los trabajadores del entorno de la estación de Utrillas.

Imagen histórica del colegio La Salle-Montemolín.
Imagen histórica del colegio La Salle-Montemolín.
Archivo HA/La Salle.

En paralelo al crecimiento de la población, también lo hacían los niños, por lo que en Montemolín se crearon unas escuelas de barrio y también el colegio la Salle Montemolín, que todavía existe y cuyo nombre es de los pocos que sigue recordando a esta olvidada zona de Zaragoza. Otro dato curioso es que el actual parque Torre Ramona debe su nombre a un edificio cercano que, en tiempos fue la torre Guallart y cuyos usos han sido dispares y un tanto siniestros. Fue un reformatorio, un manicomio, albergó una escuela y un convento. Actualmente, el complejo pertenece al barrio de Las Fuentes y sus movimientos vecinales han reclamado en varias ocasiones que se catalogue el edificio para protegerlo y recuperarlo.

En los últimos tiempos de la existencia administrativa del barrio de Montemolín, la urbanización siguió creciendo por todas aquellas calles que estaban vacías. Así, entre los años 60 y 70 del siglo pasado, los pocos espacios que quedaban de las antiguas torres, como eran el entorno de Camino Cabaldós y Comín, enfrente de la estación de Utrillas, y sobre todo en la calle Miguel Servet, se llenaron de grandes bloques de edificios. Consecuencia de la saturación del centro del barrio, en el entorno de esta vía, se desarrollaron nuevas barriadas en los viejos caminos, el de San José y el de Las Fuentes, que bordeaban Montemolín. Estas zonas crecieron y se desarrollaron tanto que terminaron convirtiéndose en dos barrios con identidad propia, los actuales Las Fuentes y San José.

Así es como el barrio que dio origen a dos de los que actualmente están más consolidados y poblados empezó a ver el principio del fin, quedando en tierra de nadie, en medio de dos nuevos barrios cuyas necesidades de servicios sanitarios, educativos, administrativos y sociales se iban cubriendo conforme crecía su población, en detrimento de un cada vez más olvidado Montemolín.

Donde antes había campos de cultivo ahora hay polígonos industriales y en las zonas rurales de Montemolín, como La Granja, ya solo se levantan edificios. Para que esto no quede solo en el recuerdo o en una anécdota que contar a los nietos, desde la asociación vecinal Larrinaga-Montemolín se llevan a cabo distintas acciones. Entre las últimas, al menos de las más sonadas, estuvo en 2019 la petición a la RAE de que incluyera en el diccionario el gentilicio ‘montemolinero’. La cosa no cuajó pero, al menos, el nombre de este desaparecido barrio zaragozano volvió a ponerse en primer plano.

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