Zaragoza

Sucesos

Una grabación clandestina en la cárcel cuestiona ahora la autoría de un crimen en Zaragoza

El sicario al que se imputa la muerte de una joven de 28 años en el barrio de Movera de Zaragoza graba a escondidas cómo otro imputado confiesa ser el autor del disparo mortal.

Algunas de las frases que se pueden escuchar en la grabación realizada en la cárcel de Zuera.
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Cuando después de casi cuatro años de diligencias el conocido como crimen de Movera -del que fue víctima la joven rumana María Marian (28 años) el 21 de noviembre de 2018- estaba ya solo pendiente de juicio, la juez que instruye el caso acaba de recibir una grabación obtenida de forma clandestina con un teléfono móvil en la prisión de Zuera que podría dar un giro importante a la investigación. El vídeo fue grabado a escondidas por Aivaras S., el sicario lituano al que un guante de látex con restos de disparo hallado en el escenario del crimen señalaba hasta ahora como presunto responsable del disparo que acabó con la vida de la víctima.

Las imágenes podrían resultar de gran valor de cara al juicio porque en ellas aparece otro de los ocho encausados por este homicidio. Se trata de, Juan E. O., también en prisión provisional por estos hechos, quien ignorando que estaba siendo grabado a escondidas llega a reconocer en varias ocasiones que fue él quien realmente apretó el gatillo y escondió después el arma homicida. "Yo no quería matar, yo no quería matar… Los nervios, los nervios… Me pegó el puñetazo y me cegué", se escucha decir a Juan E. O. "Fue sin querer, fue sin querer, no fue queriendo… Yo quería tirar a la pierna, se levantó y... Yo no quería matar, fueron los nervios", insiste.

Cabe recordar que el crimen se produjo cuando ya había caído la noche y la víctima y su hermana regresaban a la finca de Movera. María Marian estaba sacando del maletero las bolsas con las compras que habían hecho esa tarde en Puerto Venecia cuando fue abordada por dos pistoleros. Tras herirla mortalmente de un disparo que la atravesó de costado a costado, los criminales huyeron a pie y presumiblemente fueron recogidos por un tercero que los esperaba en un coche.

Durante la conversación que mantienen Aivaras S. y Juan E. O., este último le dice también que se encargó de hacer desaparecer el arma homicida. "No encontraron nada, está escondida la pistola", le explica, tratando de tranquilizarlo. El lituano insiste en varias ocasiones al zaragozano para que reconozca que disparó accidentalmente, algo que desde luego a él le favorecería. Sin embargo, en la grabación queda claro que su interlocutor no está por la labor: "Yo voy a decir que no sé nada, no hay pruebas", manifiesta primero. "Yo no me lo voy a comer, yo no me lo voy a comer", repite después, invitándolo a preparar una estrategia conjunta en la que todos los imputados nieguen su participación en el crimen. "No tienen nada", manifiesta, convencido de que resultará complicado probar la autoría en el juicio.

La grabación que tiene sobre su mesa la juez dura nueve minutos y parece haber sido hecha en el gimnasio de la prisión de Zuera.

La juez debe mover ficha

El vídeo ha sido remitido al Juzgado de Instrucción número 12 por los abogados del sicario lituano, Bernardo Palomares y Mantvydas Bucys, junto a un escrito en el que explican a la juez que la grabación se la envió su cliente a su madre a través de Whatsapp. Apoyándose en estas imágenes e impugnando prácticamente todos los informes periciales que obran en la causa -desde el de la autopsia al cadáver hasta el del laboratorio que prueba la existencia de restos biológicos de Aivaras S. en un guante de plástico-, la defensa solicita su libre absolución.

La instructora del caso ha dado ya cuenta de la recepción de esta prueba a la Fiscalía y al resto de las partes personadas, pero todavía no se ha pronunciado sobre su validez. Los letrados del lituano invitan a la magistrada a que coteje el archivo que le han hecho llegar con el original, que estaría guardado en el teléfono móvil que usó su cliente para hacer la grabación clandestina. No consta que hasta ahora haya dado órdenes de hacerlo, pero es que el terminal habría sido también introducido de forma furtiva en la prisión, donde está terminantemente prohibido su uso y ni siquiera a las visitas se les permite entrar con un teléfono.