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La muerte de Ateca, un esqueleto real del siglo XVII

El paso, cuyos huesos están engarzados con alambre, está documentado desde 1661 y sale en la procesión del Santo Entierro junto a 300 vecinos. 

El paso de la Muerte de Ateca, en el museo que la localidad dedica a la Semana Santa.
El paso de la Muerte de Ateca, en el museo que la localidad dedica a la Semana Santa.
Macipe

La procesión del Santo Entierro comparte en muchos lugares, además de la fecha, parte de escenificación y de los personajes participantes. Sin embargo, en Ateca, uno de sus pasos rompe con lo habitual y generalmente conocido: la Muerte. Se trata de un esqueleto humano, de cerca de un metro y medio de altura y cuyos huesos están engarzados por alambres y que ocupa el segundo lugar de salida en este acto central de estos días. «Por los antropólogos sabemos que se trata de una mujer: por la pelvis, principalmente», señala Fernando Duce en el Centro de Interpretación de la Semana Santa, inaugurado hace seis años en la antigua casa del sacristán.

«El paso más significativo, claro, es el ‘Cristo de la cuna’, pero el más llamativo es el de la muerte», reconoce Duce, que es hermano mayor y presidente de la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad desde 2007, entidad encargada desde 1661 de la organización de mantener viva la llama y de organizar este acto. «También sabemos, por médicos y forenses, que esa persona tenía artrosis, que es muy antiguo y que está excelentemente conservado para los años que tiene», ahonda. En este sentido, reconoce que «no sabemos si es el que sale desde el origen, pero sí siempre ha tenido un lugar».

Para Duce, lo fundamental es que «lo que simboliza es muy sencillo: todos estamos destinados a encontrarnos con la muerte y todos somos iguales ante ella». También incide en que «como creyentes, nos dice que la muerte es el inicio de la resurrección». A lo largo de sus años al frente, explica que «no tenemos constancia de que en otro sitio se utilice un esqueleto humano de verdad, sí que hay figuras de esqueletos pero no reales». Sin embargo, la jornada del Viernes Santo es mucho más larga, y empieza en la iglesia de San Martín, por la mañana, con el llamado ‘sermón de la bofetada’.

Tras leer el epígrafe, se hace un recorrido por el calvario siguiendo un particular viacrucis y a las 11.00 de la mañana sale el pregón, en el que los nazarenos piden fondos para sostener el funcionamiento de la hermandad y a quienes se agasaja con viandas. A las 18.30 tiene lugar el inicio de los oficios y la entrada a la iglesia de Santa María de las cornetas, tambores y soldados romanos con el Cristo para hacer un ‘pasaclaustros’ por el interior del templo. A las 20.00 sale al exterior, abriendo con el estandarte de la hermandad y al que siguen una treintena de pasos vivientes y escultóricos, a los que se suman autoridades, maceros y la banda de música.

Todo ello es posible por ese trabajo de la Hermandad de la Soledad, que está compuesta por 330 integrantes. «Todos no participan en la procesión, claro, pero en total estamos hablando de una participación de 300 personas, porque se pide colaboración y la gente responde y ayuda a que siga saliendo», explica Duce, que remarca la declaración de la celebración como Fiesta de Interés Turístico de Aragón.

Fundada en 1660, Duce informa de que en estos momentos se encuentran en pleno proceso para que la entidad sea declarada Real Hermandad. «Estamos recopilando toda la documentación que hace falta y confiamos en que se nos conceda, porque así lo merece Nuestra Señora de la Soledad», dice el responsable, al mismo tiempo que recuerda cómo los antecesores «se hacían cargo de las personas que fallecían en la carretera o incluso se acompañaba a presos al cadalso»

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