cultura

Casa Solans, la 'joyica' de la burguesía zaragozana, cumple cien años

En mayo de 1921 Miguel Ángel Navarro daba por concluidas las obras de construcción de Casa Solans, que de inmediato fue conocida como ‘la casa de los azulejos’. El palacete modernista se abandonó en los 70, fue un foco chabolista y a punto estuvo de derruirse en 1988 cuando se declaró en ruina.

In extremis se salvó de la ruina. También de la piqueta que todo lo sometía a finales de los 80. Aunque no ha conseguido atraer una actividad permanente que le dé aún mayor relevancia, Casa Solans luce resplandeciente como uno de los mejores ejemplos de la arquitectura modernista (y ecléctica) de Zaragoza. Esta semana se cumplen justo cien años desde que concluyó de su construcción, que un proceso que incluye algunas anécdotas divertidas como el hecho de que sus primeros moradores tuvieron que echar abajo una pared para introducir una mesa de billar.

Hace unos años que la luz regresó al número 60 de la avenida de Cataluña. Ahí vuelven a brillar los azulejos, las vidrieras y los mosaicos cargados de vegetación. También las figuras antropomórficas, los angelotes y los dragones que vigilan cada estancia desde lo alto de los muros. Pero, ¿cuál es la historia de esta joya arquitectónica y por qué estuvo a punto de perderse hace no tantos años?

El origen del palacete está vinculado a la boyante burguesía zaragozana de los años 20 del pasado siglo. Don Juan Solans y Solans era un rico hombre de negocios, dueño de la fábrica 'La nueva Harinera', situada en el entonces Camino del Gállego (hoy la avenida de Cataluña). En 1913, ya casado con Rafaela Aísa Asín, compró por 25.000 pesetas la finca contigua a la fábrica, en la que existía una casa de campo. Cinco años después, con la decidida oposición de su esposa, que prefería vivir en el paseo de Sagasta, decidió encargar la remodelación y ampliación de la quinta a Miguel Ángel Navarro para fijar allí su residencia.

En la construcción se invirtieron 750.000 pesetas, toda una fortuna en aquella época

Navarro era ya entonces un prestigioso arquitecto -con obras como el Palacio de Comunicaciones de Valencia o las Escuelas Pías- y responsable de actuaciones urbanísticas que transformaron Zaragoza. En el palacio de la avenida de Cataluña desarrolló un eclecticismo pleno que fundía los mayoritarios elementos modernistas con otros historicistas y propios de la arquitectura aragonesa. Remató la construcción en mayo de 1921 y en ella empleó 750.000 pesetas, toda una fortuna en aquella época.

Juan Solans y Solans no llegó a habitar su mansión, aunque la ofreció como sede de tertulias artísticas y económicas, fiestas y conciertos de música. Artistas, banqueros, arquitectos y otras personas de relevancia social hicieron del edificio su refugio en la primera mitad de este siglo. En las visitas teatralizadas que se hacen a Casa Solans cada cierto tiempo (no fallan en San Valero), los guías cuentan anécdotas como que después de construir la casa tuvieron que derribar un muro para meter una mesa de billar o que sigue siendo un misterio por qué sólo se representan los signos de aries, cáncer, libra y capricornio en los mosaicos que miran hacia la avenida. ¿Será porque coinciden con los que inician las estaciones?

Los signos del zodiaco en la fachada del edificio.
Los signos del zodiaco en la fachada del edificio.
Heraldo

Sea como fuere, lo cierto es que Solans falleció en 1926 y, paradójicamente, fue su mujer quien acabó instalándose permanentemente en la mansión del Arrabal zaragozano. Allí falleció Rafaela Aísa en 1965. En 1972 los sobrinos del matrimonio venden a una inmobiliaria la propiedad y es entonces cuando comenzó su época más dura. El edificio permaneció abandonado y pasó casi 40 años siendo objeto de expolio y vandalismo sistemático. Acogió un asentamiento chabolista, con varias familias en una furgoneta que permanecieron durante años en sus jardines. Poco a poco fueron apropiándose también de una mansión venida a menos que perdió su rico oratorio y vio cómo se ennegrecían los techos por las hogueras que se prendían dentro.

En 1988, la casa fue declarada en ruina: el papel de los muros ya era irrecuperable, una bóveda se había desplomado y las filtraciones de agua dañaban toda la estructura. En 1995 se sopesó el derribo y fue únicamente una inversión de más de 360.000 euros y su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) en 2002 lo que azuzó una reconstrucción que se prolongó entre 2002 y 2006. Los arquitectos municipales Ramón Velasco y Úrsula Heredia, fallecida hace pocos días, se tuvieron que hacer cargo de la recuperación del palacete con un trabajo “arduo y minucioso”, dado que la casa “se estaba cayendo a trozos”, según explicaba en una entrevista durante la restauración.

El rico artesonado, sobre el hueco de la escalera.
El rico artesonado, sobre el hueco de la escalera.
Heraldo

Su objetivo fue siempre respetar la creación del constructor, Miguel Ángel Navarro, a pesar de los daños que sufrió Casa Solans tanto en la Guerra Civil como en los años de expolio. Lo que más trabajo llevó fue recuperar los artesonados, adecuar la cerrajería de las puertas y reconstruir el suelo original, para lo que hubo que comprar baldosa hidráulica en Túnez. No menos meticulosa fue la labor para devolver su policromía original a los azulejos de toda la casa. En la zona destinada antiguamente a la cocina se habilitaron unos aseos, y un ascensor ocupó el hueco reservado a la escalera de caracol que permitía el acceso a la segunda planta. En las visitas guiadas, los zaragozanos siempre se quedan boquiabiertos con los acabados dorados que adornan el dormitorio de los señores y con el arco presidido por el rostro de una dama de la planta baja.

En 2007 saltó la polémica por desviar fondos
de Acción Social para decorar el palacete

Una vez se recuperó el brillo de ‘la carcasa’ tocaba redecorar los 680 metros cuadrados del interior, en una operación que resultó de lo más polémica allá por 2007. El Ayuntamiento de Zaragoza gastó más de 65.000 euros en muebles de época y diversas antigüedades para decorar la Casa Solans, pero lo hizo inexplicablemente con cargo a partidas de las áreas de Acción Social y Juventud. En concreto, se adquirieron a anticuarios de Barcelona y Zaragoza una pareja de veladores ingleses del siglo XIX, armarios, sofás, lámparas art decó o un plafón modernista de hierro y cristal emplomado.

Otro de los problemas que siempre ha arrastrado tan insigne edificio es saber qué hacer con él, buscar un uso adecuado a su singularidad. Entre de 2005 a 2015 la ocupó la Oficina de Naciones Unidas de Apoyo al Decenio del Agua, pero este organismo se batió después en retirada. Ahora el inmueble alberga Ebrópolis y la oficina de Cooperación al Desarrollo, pero los vecinos lo proponen como posible museo de historia del Rabal. También desde las entidades vecinales apuestan por intentar recuperar o recrear de algún modo los que debían ser muy bellos jardines originales, dado que ahora está circundado por losetas y pavimento sin apenas verde alrededor. Aún con estos pequeños ‘peros’, la Casa Solans de Miguel Ángel Navarro sigue siendo uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad como también lo son el Museo de Bellas Artes de Ricardo Magdalena y Julio Bravo, la Escuela de Artes y Oficios de Félix Navarro, o el Antiguo Casino Mercantil de Francisco Albiñana.

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