IMÁGENES DE LA CAPITAL DEL CIERZO / 34. 'artes & letras'

La desconocida Casa Fairén de Zaragoza

Lugares desaparecidos y nunca antes revelados nos devuelven la memoria a una época de semi ruralidad poblada de huertos y encantadores hotelitos 

Para hablar de la Casa Fairén es imprescindible conocer a sus moradores. Varias generaciones de catedráticos y decanos de universidad con el mismo apellido dedicaron su vida a la noble tarea de la medicina y el derecho, y tal fue su éxito en esos campos, como méritos y reconocimientos obtuvieron gracias a su dedicación y empeño.

El primero de la saga, don Hipólito Fairén Andrés, fue Decano de la Facultad de Medicina de Zaragoza y Catedrático de Higiene con prácticas de Bacteriología y de la especialidad en Otorrinolaringología. Tomó posesión de su cargo en 1886, un año después de haber rechazado modestamente la Cruz de Epidemias por los servicios prestados durante el azote de cólera que asoló la ciudad un año antes. Fue académico de la Real de Medicina y Vicepresidente de la Comisión Provincial de Sanidad, y en 1894 presentaba junto a don Ricardo Magdalena, una memoria sobre el estado sanitario de Zaragoza.

Apenas unos años después, en los albores del siglo XX, heredaba una casita en la denominada por el escultor, Dionisio Lasuén; a la postre, vecino de nuestro protagonista, calle del Arte, hoy Bolonia. Ambos vivían, como suele decirse, pared con pared. Hipólito, en su hotelito en el nº 11-13; Dionisio, en su casa-taller en el 15. Desconozco si en alguna ocasión se tocaron el timbre para prestarse la sal o algún huevo para hacer tortilla, pero es de suponer que algún trato tuvieron, sobre todo si pensamos que en aquella época, la actual calle Bolonia no tenía salida y ambos hotelitos eran los últimos de la vía. Quiso don Hipólito instalar allí su clínica, tal y como lo habían hecho con anterioridad otros colegas suyos dedicados a diferentes especialidades en medicina, buscando la paz y sosiego que aquella zona situada en el extrarradio de la ciudad ofrecía por aquella época. De este modo, solicitó una licencia de obras en octubre de 1917 con la intención de ampliar la planta baja, que tenía 110 m² más 465 m² de huertas, espacio este último que dedicaría a jardín cuidado durante décadas por el fiel floricultor, Vistrata. En ese lugar se encontraba un antiguo osario, perteneciente antaño al convento del Sagrado Corazón de Jesús que la familia utilizó para sus prácticas médicas.

Presentados los planos pertinentes al ayuntamiento de la ciudad bajo proyecto de Luis de la Figuera, le fue aceptada la licencia de obras, mas el infortunio quiso que no llevara a cabo esta mejora en el gabinete de esterilización debido a la situación de conflicto que se estaba viviendo al otro lado de los Pirineos. El material y aparatos que don Hipólito necesitaba llegaban desde Suiza, y al parecer, resultaba imposible el envío en ese momento crucial de la I Guerra Mundial, por lo que apenas un mes más tarde, desistió en su empeño. Por desgracia, nuestro primer protagonista fallecía seis meses después por la mal llamada gripe española y sería su hijo, Víctor Fairén Gallán, quien siguiera los pasos de su padre tanto en el campo de la medicina como en su interés por reformar la Casa Fairén. Fue don Víctor un hombre eminente que obtuvo su doctorado con premio extraordinario, estudió en diferentes facultades de Europa y trabajó en Zúrich, Basilea, París y Lyon con los mejores profesionales de la época. Tras el fallecimiento de su padre en 1918, ejercería la enseñanza de Otorrinolaringología en la Facultad de Medicina de Zaragoza, retomando el proyecto en 1920. En esta ocasión sería una reforma más ambiciosa y amplia en una superficie de 57 m² en tres plantas y 25 m² en una planta, así como la construcción de 9,8 m de alero. 

Dicho proyecto era diseñado por Teodoro Ríos en lo que sería una belleza de hotelito que por desgracia no ha llegado hasta nuestros días. Siquiera una fotografía de su fachada conocemos aunque sí presentamos una imagen de su patio interior y jardines, gentileza de la familia, así como el proyecto original de 1920 que se conserva en el Archivo Municipal de Zaragoza. Pasados unos años, en 1933 se volvió a solicitar licencia para una nueva reforma, a pesar de que don Víctor se había trasladado en 1926 a otro inmueble propiedad de la familia en Coso nº 84 donde también pasaba consulta. Esta vez era la ampliación de un pabellón de una planta de 200 m² para clínica y diseño de Regino Borobio en abril de ese mismo año. Unos meses más tarde, debió caer en la cuenta de que era poco aumento, por lo que solicitó nueva licencia para levantar dos plantas más sobre la que ya estaba construyendo y así lo presentó de nuevo con los interiores diseñados por la esposa de Fairén, doña María Guillén Bernad y rejas esbozadas por el mismo Borobio.

Entrado 1935, Víctor Fairén solicitó que el nombre de la calle se cambiara por la de Pedro Ponce de León, un monje benedictino del siglo XVI, pionero en la educación de las personas sordomudas y sobre el que había escrito una memoria en 1922. No prosperó la idea. Pasada la guerra civil, la calle se denominaría de Bolonia llegando con este nombre a la actualidad.

La calle del Arte estaba destinada a ser una avenida con los proyectos que el ayuntamiento tenía en mente para convertir la pasarela del Huerva en un puente grande, desviando el tráfico por la avda. Central, hoy Zumalacárregui, empalmando con la del Arte llegando hasta Miraflores. Se quiso homogeneizar el sector con el nombre de las calles relativos a grandes valores: paz, progreso, arte..., no lejos están las del trabajo y de la previsión social, también la del porvenir... Al final el puente se hizo en Juan Pablo Bonet creando lo que sería una circunvalación, perdiendo así, el valor que la calle pudo alcanzar.

Congreso de médicos otorrinos en 1943 organizado por Víctor Fairén. Se encuentran en la escalera que daba acceso al jardín de la casa. En la imagen, arriba a la izquierda, el catedrático Manuel Fairén Guillén, hijo de don Víctor. Abajo, Marichu Fairén Guillén, hija. Archivo Familia Fairén

La muerte prematura de doña María en el 36 y la llegada de la guerra civil dio al traste con los planes originales, trasladando definitivamente la clínica a Coso nº 84, alquilando estos pabellones para su uso como colegio privado San Ildefonso desde los años 50 hasta su cierre definitivo en 1964, tras el fallecimiento de Víctor Fairén Gallán y la venta del inmueble por parte de sus herederos. Apenas tres años después, en 1967, tan solo quedaba un solar.

En 1970 llegaría la licencia definitiva para la construcción de 38 viviendas subvencionadas (de renta limitada) y locales bajo la cooperativa de viviendas “San José” en los números 11 y 13 de la calle Bolonia, suponiendo una superficie total de 7.496,96 m².

Llegaba así el final de una casa que reflejaba el estilo de vida de una familia burguesa, culta y comprometida con la sociedad zaragozana, perdiéndose para siempre otro de los muchos hotelitos que florecieron al calor del aperturismo del paseo de Sagasta y que tampoco supieron ganar la batalla del dinero ni del tiempo.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión