100 años del edificio más aragonés de Barcelona

El inmueble, obra del arquitecto zaragozano Miguel Ángel Navarro, es desde hace un siglo la sede del Centro Aragonés de Barcelona.

La inauguración del Centro Aragonés de Barcelona, en una imagen captada por Alejandro Merletti.
La inauguración del Centro Aragonés de Barcelona, en una imagen captada por Alejandro Merletti.
DPZ

A comienzos del siglo XX, Barcelona se convirtió en un destino escogido por muchos aragoneses para fijar allí su residencia. Tras los desórdenes de la Semana Trágica en 1909, la ciudad se transformó en un escenario lleno de oportunidades para los 50.000 aragoneses que vivían entonces en la Ciudad Condal.


El Centro Aragonés se fundó en 1909 para darles acogida pero desde su creación no había contado con una sede propia. Tras varios cambios de ubicación y no pocos esfuerzos e ilusiones para contar con un emplazamiento fijo su presidente, Pascual Sayos, consiguió finalmente que la entidad dispusiera de un edificio propio.


Contactaron con el arquitecto zaragozano Miguel Ángel Navarro (Zaragoza 1883-1956), quien fue arquitecto municipal desde 1920 y jefe de la Dirección General de arquitectura desde 1932. que en aquel tiempo ya había firmado proyectos en la capital aragonesa como el cine Alhambra y el edificio de Correos, en Valencia.


Navarro era hijo del también arquitecto Félix Navarro (Mercado Central, Palacio Larrinaga, Escuela de Artes y Oficios, Banco de España, monumento al Justiciazgo…) y entre su extensa obra arquitectónica figuran la casa Solans, el parque Primo de Rivera (actual parque Grande José Antonio Labordeta), el cubrimiento del Huerva, la Ciudad Jardín, la terminación de la zona de la Huerta de Santa Engracia y la apertura de las calles Isaac Peral, Zurita y Santa Catalina, la reforma de la plaza de Basilio Paraíso, la prolongación del paseo de la Independencia, el proyecto de las torres tercera y cuarta del Pilar, el colegio Joaquín Costa o las termas Pallarés de Alhama de Aragón, entre muchos otros proyectos y edificios.

Las primeras 3 piedras

El Centro Aragonés adquirió un solar de 1.240 metros cuadrados haciendo chaflán con las calles Poniente –que en 1923 cambiaría su nombre por el de Joaquín Costa, por iniciativa propuesta por el Centro Aragonés-  y Torres Amat y contactó con Miguel Ángel Navarro para que realizara el edificio, cuyas obras comenzaron el 31 de mayo de 1914 con la colocación de 3 piedras traídas de las 3 provincias aragonesas.


La de Zaragoza pertenecía a la muralla romana; la de Huesca, provenía de la muralla de la ciudad oscense; y la de Teruel, era un sillar del torreón de Andaquilla.


La inauguración tuvo lugar el 7 de septiembre de 1916 y contó con la presencia de autoridades aragonesas de las 3 provincias que acudieron en uno de los dos trenes en los que viajaron más de 1.000 personas para presenciar el acontecimiento del que la prensa de la época se hacía eco con titulares como ‘El viaje a Barcelona’  o ‘El tren de la fraternidad’.

Una celebración por todo lo alto

Hubo desfiles, festejos, jotas, exposiciones y celebraciones en el centro desde el día de su inauguración hasta el 11 de septiembre. Jotas, teatro y hasta una corrida de toros con protagonismo aragonés, una mano a mano en la Monumental entre Algabeño II y el diestro zaragozano Florentino Ballesteros, quien moriría 7 meses después tras las heridas sufridas por una cornada en el pecho en Madrid, en una tarde en la que compartía cartel con Joselito.


Centro Aragonés de Barcelona



El escritor y periodista Juan José Lorente, contaba en una crónica publicada en la edición vespertina de HERALDO de aquel 7 de septiembre cómo se había desarrollado el acto inaugural:


“Pocas veces se ha visto tan animada la estación de Madrid como ayer a primera hora de la mañana. Los expedicionarios de los dos trenes especiales llegaron a los andenes de la estación mucho antes de la hora señalada para la partida. Muchos madrugaron por la sencilla razón de que no se acostaron ante el temor de perder el tren. Ni uno solo faltó a la cita. A las seis y pico partió el primer tren especial. En él iba la gente alegre. Los seiscientos y pico de viajeros, un pico bastante largo acondicionáronse con orden perfecto en los coches, y al arrancar el convoy hubo vivas, aplausos y expresivas manifestaciones de franca alegría”.

“Simpatía y afectos grandes”

El marqués de Olérdola, alcalde de Barcelona, tuvo en su discurso, palabras de afecto para los aragoneses, según recogía la crónica de Lorente: “La feliz iniciativa de fundar en Barcelona la Casa de Aragón prueba la fraternidad reinante entre ambas regiones, hermanas de historia y de raza. Decidles a nuestros hermanos que Barcelona entera mira la Casa de Aragón con simpatía y afectos grandes. Saluda a todos los recién venidos y abraza a Aragón en la persona del alcalde de Zaragoza. El expresivo y elocuente saludo del alcalde de Barcelona es acogido con vítores y aplausos”.


Al día siguiente, Lorente publicaba un extenso artículo el que describía con detalle cómo era el interior del Centro Aragonés de Barcelona: “Resulta un modelo en su clase; amplio, lujoso y ventilado. En la planta baja está el hermoso teatro que resulta uno de los mejores de esta capital. Consta de planta y dos pisos, tiene 40 palcos y 370 butacas, siendo su cabida total de 1.500 espectadores. Está espléndidamente iluminado y el decorado, soberbio y elegante, al igual de las principales dependencias, es de estilo imperio”.


También detallaba el coste del solar, 150.000 pesetas y el del valor del edificio, 450.000. Lorente realizó un seguimiento exhaustivo de la inauguración del centro  cuya crónica finalizó con estas palabras: “Eso es descripto a la ligera el nuevo Centro Aragonés de Barcelona.


En la actualidad, el Centro Aragonés de Barcelona cuenta con más de 2.000 socios, es uno de los centros aragoneses en la diáspora más representativos y su presupuesto anual ronda los 300.000 euros.

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