Urbanismo en Zaragoza: la plaza de Santa Engracia en el siglo XVIII

Las reformas urbanas acometidas después de Los Sitios (1808) determinaron el actual aspecto de la plaza.

Imagen de Santa Engracia
'Historia del Subterráneo Santuario, hoy Real Monasterio de Santa Engracia de Zaragoza', escrita en 1737 por el padre León Benito Martón, que fue dos veces prior del monasterio (Edición facsímil realizada por el Gobierno de Aragón).
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La actual remodelación de la plaza de Santa Engracia, emblemático espacio de Zaragoza, invita a conocer cómo era esta plaza antes de Los Sitios (1808), puesto que fueron las reformas urbanas después acometidas las que determinaron, casi por completo, el aspecto que hoy presenta.

La plaza data de tiempo inmemorial. Desde el siglo IV, la devoción a los Mártires convirtió en monasterio de Santa Engracia en meta de peregrinación de los zaragozanos. Hacia ella se trasladaban siguiendo una ruta que partía de la Puerta Cinegia y seguía a través de un dédalo de calles por la llamada de Santa Engracia, de la que aún conservamos su traza final en la actual de Inocencio Jiménez. El paseo de la Independencia no existía, era un abigarrado conjunto de callejuelas. El emplazamiento de Santa Engracia, entonces, era ‘las afueras’. El Huerva, encajonado y sin regular, corría a sus espaldas, las huertas -entre ellas la suya propia- rodeaban su entorno y muchas pertenecían a los conventos, dotados de amplios solares y abundantes bienes por regla general.

Para conocer muy bien la estructura de la plaza en el siglo XVIII disponemos de dos fuentes valiosísimas: el ‘Vecindario de 1723’ y el ‘Reconocimiento General de casas de 1766’, completado con una Adición de 1785. El primero es un censo que mandó hacer con carácter nacional el marqués de Campoflorido con fines tributarios. El segundo, lo ordenó el marqués de Avilés con el mismo fin. Ambos se hicieron con carácter itinerante, casa por casa, dando noticia del recorrido de las calles y de los edificios, así como de la familia que los ocupa, detallando profesiones y pertenencias. Gracias a ellos conocemos qué edificios componían la plaza de Santa Engracia. Tomaremos como referencia el de la propia iglesia, situada siempre en el mismo lugar que ahora conocemos, a pesar de las modificaciones que sufrió con el paso de los siglos al pasar de catacumba a templo y luego a formar parte del suntuoso monasterio jerónimo.

Muy cerca de ella, donde hoy se encuentra el lateral del actual edificio de Correos, se hallaba un elemento singular: una de las puertas de la ciudad, la Puerta de Santa Engracia. Nos cuenta el padre Martón, gran historiador del monasterio, que "en 1684 el prior regaló a los parroquianos un cuadro de Santa Engracia ofreciéndole el debido adorno, dentro del Arco de la Puerta de la ciudad y así en 1720 se veía mejorada, ardiendo una lámpara de noche todo el año".

A un lado de la puerta y lindando con el templo había una casita en la que vivía el macero y ministro de la puerta, en el otro lado existía otra vivienda habitada por un funcionario, y un cuartelillo de soldados que hacían guardia. La primera casa era propiedad de la ciudad y la segunda del Estado. Se comprende que no existía el trazado de la actual calle de Tomás Castellano y que los edificios formaban una línea de continuidad.

Lindando con el templo, por el otro lado, se hallaban desde el siglo XV las grandes edificaciones del monasterio con innumerables espacios dedicados a viviendas de monjes y novicios (40, según el ‘Vecindario’) y siervos (45, que trabajaban entre la labor de campo, sacristía, botica, portería...). Existían así mismo dos claustros, los almacenes, los graneros, etc. Estas construcciones hacían un ángulo, conformando parte de su fachada otro de los lados de la plaza, si bien dejaban un pequeño paso a modo de callizo para dar entrada a la torre y huerta de Santa Engracia, de la que tanto habría que decir. En un documento de 1698 se especifica "que confronta el monasterio con la huerta del mismo, con el río Huerva y la plaza de Santa Engracia". De ello da fe el notario real Pedro de Goya, abuelo del pintor. Si siguiéramos el recorrido de la plaza encontraríamos, a continuación, tres pequeñas casas, la última de las cuales ya pertenecía a la calle de Santa Engracia. Las tres eran del Cabildo y tenemos noticia de que, en un determinado momento (1738-1765), fueron derruidas y sobre su solar edificó Julián de Yarza y Ceballos ‘menor’ casas para confesores y mandados.

Ahora, cambiemos el recorrido y volvamos al lado opuesto de la puerta antes citada. Por aquí, encontraremos una inmensa extensión perteneciente al convento de las Carmelitas Descalza de San José. Entre sus pertenencias más emblemáticas hallaremos, contigua a la puerta y conformando parte de la plaza, la finca llamada Torre del Pino, de la que tenemos noticia en documentos muy anteriores al siglo XVIII. Como curiosidad diremos que la tuvo arrendada el pintor Lupicino en 1630 y que destruida en los Sitios forma parte de los grabados de Gálvez y Brambilla. Hoy ocupa su solar la plaza de Aragón. El convento de Carmelitas estaba algo más alejado ya que su iglesia, de la que aún existen vestigios, puede situarse entre las calles de Bilbao y de Casa Jiménez, pero se unía a la plaza por una calle llamada entonces del Juego de Pelota, curiosamente arbolada con sabinas.

Volviendo al inicio de esta calle, encontramos los dos edificios que acababan de conformar la plaza y que tendrían gran papel en la vida de la parroquia y del monasterio. Nos referimos al convento de Capuchinas y al Hospicio de Santa Fe. El convento albergaba a 27 religiosas, el capellán y tres sirvientes. Las religiosas pertenecían a familias nobles y allí se enterraban personajes ilustres como el conde de Fuentes. Cuando se hicieron las reformas urbanas tras los Sitios buena parte del edificio fue derruido para trazar un sector del Paseo de la Independencia. Otra parte la ocupa actualmente el edificio de viviendas levantado entre el paseo y la calle de Inocencio Jiménez.

Terminaba de conformar la plaza el Hospicio de Santa Fe -la palabra ‘hospicio’ alude aquí a una hospedería de religiosos-. En la Zaragoza del XVIII y en el mismo distrito aparecen varios pertenecientes a los grandes monasterios de la provincia (Veruela, Rueda) que debían emplear los monjes en sus desplazamientos a la capital. Tenía esta casa gran raigambre en la parroquia, documentos de los siglos XIV y XV ya dicen que "cuando los obispos de Huesca iban a visitar su parroquia de Santa Engracia los salían a recibir el vicario y beneficiados con la Cruz levantada en procesión, hasta la casa de los Frayles de Santa Fe". Vivían en el edificio el padre procurador, criado y criada.

En la ya citada ‘Adición al empadronamiento de 1766’ aparece un expediente de 1787 incoado por el padre procurador para demolición de este edificio. Realmente se demolió para volverlo a levantar, pero los monjes recibieron una orden municipal para retranquear una de sus fachadas (la que daba a la calle de Santa Engracia) ya que se aspiraba a que "se vea muy bien desde dicha calle todo el magnífico pórtico de la iglesia engraciana". Para compensarles por la pérdida de espacio se les propuso tomar parte del solar que antecedía a las Capuchinas, pero estas se opusieron tenazmente porque les tapaba la vista de su puerta y por otra razón que actualmente nos hace sonreír: "Se va a producir incomodidad para arrimar los coches a la puerta de la iglesia". Hoy, el solar del Hospicio de Santa Fe lo ocupa el edificio de HERALDO DE ARAGÓN.

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