sucesos en zaragoza

Arden dos narcopisos en la zona más conflictiva del Gancho en fuegos que parecen intencionados

La Policía Científica investiga el origen de los incendios y si se usaron acelerantes. Un hombre de 38 años, posible responsable de las llamas, fue rescatado por los Bomberos de Zaragoza.

No gozaron de muchas horas de sueño la madrugada del domingo los vecinos de los edificios cercanos al número 41 de la calle Cerezo, donde los bomberos tuvieron que extinguir dos incendios en el mismo bloque con focos más que separados. A falta de que concluya la investigación de la Policía Científica, los fuegos de ambos pisos, que están okupados y sirven de base para operaciones de tráfico de droga, habrían sido intencionados, indicaron fuentes policiales. El responsable, según las primeras pesquisas, sería un varón de 38 años y origen mauritano que responde a las iniciales S. A. Y. El sospechoso, que en la segunda intervención fue rescatado por los bomberos cuando observaba el fuego desde un balcón del último piso, fue identificado pero no acabó siendo detenido.

El primer aviso se registró pasadas las 23.10. Hasta el lugar –la esquina de las calles San Pablo y Cerezo, una de las zonas más conflictivas del Gancho– se desplazaron varias dotaciones de los Bomberos, que emplearon dos vehículos y una escalera de 18 metros para sofocar las llamas en el último piso del edificio, unos trabajos que se prolongaron durante algo más de dos horas.

Poco duró la tranquilidad en el lugar, ya que a las 3.36 las llamas consumían con virulencia el piso inmediatamente inferior. En esta ocasión fue necesario desalojar a los vecinos de los inmuebles colindantes, que bajaron en pijama a la calle y se refugiaron en la calle del Conde de Aranda. Fue entonces cuando se rescató con la autoescala al sospechoso de ser responsable del fuego. Los trabajos de extinción tampoco fueron sencillos en esta segunda ocasión y acabaron durando casi otras dos horas.

El nuevo incendio fue completamente independiente del de la tercera planta. Este extremo, así como la rápida propagación de ambos, hizo pensar a los bomberos que intervinieron y a los agentes de las brigadas Científica y Judicial que se desplazaron a la zona que fueron intencionados y que se utilizaron acelerantes, como puede ser la gasolina.

El edificio, construido en 2006 y propiedad de la Sareb, fue clausurado a media mañana por la Policía Local. Antes de colocar la cadena en el portal, los agentes descubrieron que en el interior del inmueble había al menos un butrón que conectaba un piso con otro edificio anexo. Las distintas estancias de los pisos «quedaron completamente calcinadas e inhabitables», según apuntaron los agentes, si bien entre los restos se podían distinguir jirones de mantas, algunas prendas y también vestigios de algunos muebles. Los pisos, en líneas generales, habían sido «arrasados» previamente por los okupas, indicó un funcionario.

Cuando los dos últimos agentes abandonaban la calle Cerezo apareció uno de los habituales del inmueble, un joven que reclamó a gritos recuperar «una mochila del Barça» donde tenía «sus cosas». Tras unos minutos, los policías lograron apaciguar los ánimos. Lo identificaron y le explicaron que no podía acceder ya que la casa estaba cerrada y no se podría entrar en ella hasta pasados unos días.

La Policía Local ha detenido a una persona en el marco de estos hechos.
La Policía Local ha detenido a una persona en el marco de estos hechos.

«El incendio es un alivio»

El olor a humo seguía flotando en el aire horas después de que se extinguieran las llamas. También era visible en la fachada, especialmente a pie de calle, donde cayó una persiana que prendió por completo, dejando una gran marca.

Lo que desde luego era patente es el malestar vecinal con la deriva del edificio quemado. «Que se haya quemado es casi un alivio, porque es una vergüenza la guerra y el mal que daban. Fíjate lo que te digo: si no se llega a incendiar así, lo habría acabado quemando yo. Ahora no volverán», sentenciaba uno de ellos, que igual que el resto prefirió no identificarse con su nombre. «Aquí nos conocen a todos y no nos apetecen más amenazas», razonaba.

Otros vecinos apuntaban a «una rencilla» como posible explicación a los dos incendios. «Al parecer ha sido una venganza por temas de drogas. De hecho, el que se ha llevado la Policía ha intentado escaparse por su propio pie, pero no ha podido y ha tenido que esperar a los bomberos», matizaba una testigo. A última hora del domingo, los okupas que se marcharon del edificio cuando llegaban los agentes ya estaban volviendo al lugar. «Llevan toda la tarde buscando la forma de meterse. Los vecinos estamos vigilando para llamar al 091», contaba uno de los ‘centinelas’.

Adiós a ‘La esperanza del Gancho’

El edificio que ardió este domingo no era uno cualquiera en el barrio. Al menos, hasta que varios okupas decidieron tomarlo. El inmueble tenía nombre propio, ‘La esperanza del Gancho’, un alias que se ganó en 2015, cuando las ocho familias en situación de vulnerabilidad, de la mano de la plataforma Stop Desahucios, lograron un acuerdo con la Sareb para quedarse en los pisos en los que vivían a cambio de un alquiler de 150 euros y una pequeña cantidad con la que compensar las mensualidades no abonadas. El banco malo accedió a una quita del 50% de las deudas particulares.

Nada queda de aquello seis años después. «Poco a poco, con muy malas maneras, los vecinos que tenían voluntad de convivir, que eran buena gente y que solo pretendían tener un lugar en el que hacer su vida y prosperar fueron echados por traficantes, por personas de mala fe que no saben vivir en una sociedad civilizada», lamentaba ayer un habitante del barrio que pedía «que caiga todo el peso de la ley sobre este tipo de gente».

«Todos sabemos lo que se cocía ahí dentro. Era mejor no acercarse, como a muchos otros edificios del barrio, que se ha llenado de drogas y peleas diarias desde hace unos años, sobre todo en el último lustro», apuntaba otra.

‘La esperanza del Gancho’ se levantó en 2006 y su promotor comercializó las viviendas en régimen de alquiler. Seis años después, crisis inmobiliaria mediante, este se fue a la quiebra y Caja España se quedó con la propiedad. Según adujeron entonces, las ocho familias se quedaron sin interlocutor y «en situación de abandono». Ya en 2013, Caja España transfirió el activo a la Sareb, que un año más tarde comenzó a negociar con los vecinos. En 2015 se rubricaron los alquileres sociales. No pasado tanto tiempo, pero ya no cabe ‘la esperanza’.

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