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Taberna El Papagayo: sobrevivir a la pandemia con una sola mesa

Ubicada en el corazón del Casco de Zaragoza, el local cuenta con una terraza con dos mesas de las cuales, debido a la restricción de uso del 50%, tan solo puede usar una.

Diego, Guillermo y Jorge Mort, de Taberma El Papagayo
C.I.

En su misma situación, la mayoría de establecimientos han optado por echar el cierre ante la imposibilidad de hacer frente a los gastos que conlleva permanecer cada día abiertos al público. Sin embargo, los propietarios de la taberna El Papagayo, ubicada en el corazón del Casco Histórico de la capital aragonesa, han optado por “resistir como sea. Esta pandemia no va a poder con nosotros”, afirma Diego Mort.

Junto a su madre, Raquel Cotín, y sus dos hermanos, Guillermo y Jorge, decidieron abrir las puertas del establecimiento, ubicado en el número 4 de la calle R. Jordán de Urriés, hace ya tres años. “Somos una familia muy unida y eso se transmite en nuestro día a día y en nuestra forma de hacer las cosas y tratar a nuestros clientes”, reivindica.

De hecho, la razón de ser del local es un buen ejemplo de ello, pues la taberna nace gracias al empeño de una madre de traer a su hijo, Guillermo, de vuelta a casa. El joven, por aquel entonces, trabajaba como chef en el restaurante Aquavit de Londres.

Así pues, el chef zaragozano abandonó el restaurante Michelín londinense para emprender una nueva aventura empresarial junto a su familia. “Era un reto porque podía llevar mi propia cocina y me pareció una buena oportunidad. Ofrecemos una cocina internacional con base española y producto de alta calidad en un ambiente distendido”, explica el cocinero. O al menos, lo hacían antes de que se implementaran las nuevas medidas para prevenir los contagios de coronavirus que afectan directamente al sector de la hostelería.

Y es que, a parte de no poder hacer uso del interior del establecimiento, con capacidad para 55 comensales entre la barra y la sala, el local cuenta con una reducida terraza con tan solo dos mesas, de las cuales; debido a la restricción de uso del 50%, tan solo puede usar una.

Tras lo vivido el pasado 14 de marzo, cuando se produjo el primer estado de alarma que paralizó el país durante varias semanas, aseguran sentirse preparados para vivir esta nueva experiencia, aunque con cautela: “En aquel momento la noticia del cierre fue como un jarro de agua fría porque veníamos de unos meses de mucho trabajo y fue un parón de golpe para el que nadie estaba preparado”, advierte Mort, que asegura que lo peor de la situación es la incertidumbre de no saber qué va a pasar mañana.

"No puedo dormir tranquila ni una noche, y como muchas personas que no saben qué va a pasar mañana"

“Durante el primer confinamiento aprovechamos para trabajar desde casa en nuevos platos, compartimos recetas a través de las redes sociales y consejos con nuestros seguidores y comenzamos a idear un menú ‘Take away’ con el que vamos a intentar salir al paso durante esta segunda ola”, advierte Diego. Así, en mayo arrancaron con los pedidos tanto recogidos en el local como enviados a domicilio, que gozaron de una gran aceptación entre el público zaragozano. “De hecho, fuimos de los primeros en hacerlo durante el primer confinamiento”, advierten.

“No vamos a rendirnos”

Por eso, dadas las circunstancias, y tras el gran esfuerzo que ha supuesto, al igual que ha ocurrido en otros negocios, adaptarse a los tiempos de pandemia; ahora toca volver a innovar y amoldarse a este nuevo formato para no quedarse atrás: “La verdad es que el apoyo de la gente está siendo fundamental y constante. No sabemos lo que va a pasar mañana pero no vamos a rendirnos”.

Sin embargo, a pesar de los ánimos y de la energía que desprende esta familia, aseguran que tampoco faltan los momentos de frustración y enfado. “Nosotros no trabajamos porque no nos dejan, desde el minuto uno hemos cumplido las medidas para garantizar que este fuera un lugar seguro, pero al final parecemos los culpables de la pandemia”, lamenta Mort.

“Si no morimos por la pandemia, será de hambre”

Por eso, en su opinión, aseguran que sería de gran utilidad que se llevase a cabo un control individualizado de los negocios de cada ciudad para comprobar quiénes están cumpliendo la normativa y quiénes no, para tomar las correspondientes medidas sanitarias y “que no paguemos justos por pecadores”: “Que se aclaren. Somos conscientes de que esta situación es muy grave, pero si no nos morimos por la pandemia nos vamos a morir de hambre”, destaca Cotín, que recuerda que detrás de cada local hostelero no hay solo una o varias familias como la suya, también proveedores, empresas y un gran número de damnificados por cada cierre.

Es el caso de esta familia, que vive íntegramente de este negocio, como muchas otras familias aragonesas; se enfrentan a un escenario incierto y sin fecha definida de apertura: “Claro que tienes miedo. No puedo dormir tranquila ni una noche, y como yo muchas personas que no saben qué va a pasar mañana”, admite Raquel.