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El chocolate con churros que se resiste al cierre: "No me lo planteo por los trabajadores. Ahora estoy viviendo de la gente joven"

Mientras muchas cafeterías del Casco Histórico han bajado la persiana debido a las nuevas restricciones, unas pocas chocolaterías sobreviven dando servicio para llevar y con la esperanza de que la situación mejore.

Reyes Lalmolda, en el exterior de la chocolatería, donde estos días no puede dar servicio dentro.
Reyes Lalmolda, en el exterior de la chocolatería, donde estos días no puede dar servicio dentro.
P. B. P.

Basta una simple vuelta por el corazón del Casco Histórico para confirmar el daño que está haciendo esta pandemia a la hostelería y el pequeño comercio. El SOS de la restauración empapela cada vez más locales en pleno centro, mientras los empresarios que se resisten a bajar la persiana buscan alternativas a las que agarrarse para permanecer abiertos.

Este es el caso de Reyes Lalmolda, dueña de una chocolatería con solera en la céntrica calle de Méndez Núñez. Tras permanecer cerrados los meses más duros de la pandemia, las nuevas restricciones –que impiden de nuevo consumir en el interior de los establecimientos– le obligan ahora a reinventarse para no perder clientela este invierno y seguir dando chocolate con churros mientras puedan.

"Yo ahora estoy viviendo de la gente joven, porque muchas de mis clientas de siempre están en residencias. Los que vienen se llevan chocolate con churros para las casas, desayunos a los locales o a la academia de enfrente. La gente mayor no sale, y los clientes que vienen lo hacen con mucha prudencia", cuenta Reyes, quien ha puesto una mesita a las puertas del local y prevé ampliar este servicio de cara a los próximos meses, tal y como ha solicitado al Ayuntamiento. "Para enero he pedido ya unas mesas que colocaré delante de la puerta. Entre tanto, solo con que me dejaran tener cuatro mesas en el interior ya podríamos hacer algo... Pero así no llego al 25% de las ganancias", lamenta.

Junto a la cafetería Lalmolda, que hasta ahora daba servicio en el interior, la churrería La Fama –que sí dispone de terraza– es la otra chocolatería que no ha bajado la persiana en la zona a causa de esta pandemia. Héctor, uno de los hermanos que están al frente de este negocio de la calle de Prudencio, comenta que viven la situación con mucha incertidumbre ante la amenaza de un nuevo confinamiento como el de marzo. "Estamos esperando a ver qué pasa, porque te dicen las cosas de hoy para mañana... Tú haces todo bien y sin embargo cada vez hay más recortes. Aquí en la calle de Alfonso, el 80% de los negocios de hostelería están cerrando. Nosotros estamos aguantando el tirón, pero a ver qué nos dicen la semana que viene", afirma este churrero, que aunque no muestra mucha confianza en que la situación mejore, sí agradece el apoyo de los zaragozanos. 

"La gente está con la hostelería y no comprende que se pueda ir en el transporte público a tope y aquí no te dejen poner cuatro mesas"

"La verdad es que la gente está con la hostelería y no entiende muy bien lo que pasa. No comprenden que se pueda ir en el transporte público a tope y aquí no te dejen poner las 4 mesas que tienes. Hay mucha gente que no está de acuerdo con la situación… pero hay que aguantar, y el que manda manda. A nosotros personalmente nos anima que la gente está dándonos su apoyo y, por lo general, son conscientes y comprenden que el servicio es más complicado darlo ahora mismo y tienen paciencia", destaca. 

"Las prisas porque todo funcionase normal nos han arruinado. Nosotros vivimos con mucha incertidumbre"

A su juicio, la hostelería está pagando ahora la falta de medidas y la "excesiva" rapidez con las que se llevó a cabo la desescalada. "Las prisas porque todo funcionase normal nos han arruinado. Nosotros vivimos con mucha incertidumbre y lo último que falta es que nos manden confinar a todos, que entonces no quedará más remedio que cerrar", cavila. Aun con todo, Héctor confiesa que no le importaría bajar ahora la persiana con tal de salvar la Navidad. "Si hemos de cerrar para que las Navidades se salven, sería el momento, porque el virus avanza y no tiene freno. La hostelería está siendo muy castigada… nos están dando por todos lados, pero como decía aquel, resistiré. Aunque hay negocios de toda la vida que no van a abrir más sus puertas", lamenta. 

En la calle de Alfonso I, el Gran Café Zaragoza –donde muchas tardes de invierno se hacía fila para conseguir mesa– colgó una nota informativa el pasado mes de junio explicando a los zaragozanos los motivos por los que permanece cerrado. En ella, el empresario Javier García Romanos anuncia que tenía previsto abrir en septiembre, pero todavía no lo ha hecho. "He decidido postergar el momento de la apertura hasta tener la convicción de que cuando lo haga podré cubrir al menos el total pago a mi equipo. Mientras tanto, estoy lidiando con la nula comprensión de la arrendadora. Agradezco las muestras de apoyo y de cariño recibidas en todo este tiempo”, se despide –con un “hasta pronto”– este otro hostelero del centro.

El Gran Café Zaragoza, cerrado desde junio.
El Gran Café Zaragoza, cerrado desde junio.
P. B. P.

También la céntrica plaza de Sas luce diferente este otoño al no poder tomarse en ella un chocolate caliente. Pese a disponer de una amplia terraza, Chocolates Valor ha bajado también de forma temporal su persiana por culpa de las restricciones que ha traído esta segunda ola.

Chocolates Valor, en la plaza de Sas, ha cerrado temporalmente.
Chocolates Valor, en la plaza de Sas, ha cerrado temporalmente.
P. B. P.

Reyes Lalmolda, sorprendida por la apertura de bingos y salas de apuestas mientras muchos compañeros del sector se ven abocados al cierre, confiesa que si ella no lo ha hecho aún es por puro "sentimentalismo", pues en plena temporada de "hacer caja" debe conformarse con servir para llevar o hacer envíos a domicilio, de cuya entrega se encarga en buena parte su hija Elisa, que lleva también la comunicación y las redes del negocio.

Nosotros ahora tendríamos que hacer el verano para pagar el alquiler de julio y agosto. Yo vivo de Todos los Santos, El Pilar, Navidad y la Semana Santa, que también es buena, sin contar este año que tuvimos que cerrar en marzo", recuerda.

Con la entrada en vigor de las nuevas restricciones, que prohíben de nuevo la venta y consumo en el interior de los locales, Reyes confiesa que si la chocolatería sigue abierta es más por una cuestión "sentimental", de apego al negocio y a su equipo de camareros.

"No me planteé cerrar por los trabajadores. Cogí y les dije: 'Si podemos vender, vendemos algo, lo que sea'. Porque han estado cinco meses de ERTE, luego los dos de verano en el paro (al ser fijos discontinuos), y no se puede estar así... Si los meto al ERTE ahora les dan el 50%, y si son 15 días prefiero aguantar. Es un poco de sentimentalismo, pero es que llevo 15 y 20 años con ellos…”, dice comprensiva.

El tirón de la pastelería y el apoyo de otros hosteleros

Si hay algo que invita a Lalmolda a ser optimista en estos momentos es el buen funcionamiento que está demostrando la pastelería que tienen enfrente y que antaño llevó su padre. "Gracias a ella salimos también adelante. Yo la hubiera cogido de todas todas, pero ahora mira… Es curioso que, de mantenerla los dos primeros años con las ventas de la chocolatería, ahora pasa lo contrario y es esta casi la que nos está manteniendo", afirma.

Una imagen del exterior de la pastelería Lalmolda, decorada con motivos de Halloween, en la calle de Méndez Núñez.
Una imagen del exterior de la pastelería Lalmolda, decorada con motivos de Halloween, en la calle de Méndez Núñez.
P. B. P.

En estos momentos tan complicados para las cafeterías, Lalmolda se acuerda también mucho de una clientela fiel que, a pesar de las circunstancias, sigue apostando por ellas. "Clientas mayores me viene alguna, pero también hosteleros y comerciantes de la zona. Esta mañana, por ejemplo, me ha venido el de Bodegas Almau a desayunar con cinco y se lo han llevado. Y yo si paso, me tomo algo allí. Nos estamos apoyando haciéndonos gasto", confiesa.

En cualquier caso, los hábitos –al igual que su clientela– han cambiado también al cabo de estos meses de pandemia, y poco o nada queda ya de aquellas largas charradas de invierno que protagonizaban las clientas más mayores en el interior del local.

"Al principio pusimos unos cartelicos en las mesas, y el último fin de semana que se pudo servir dentro muchas señoras se justificaban diciendo que se quedaban sentadas porque no había nadie, si no se levantaban en tomar su ración. La verdad es que conmigo se han portado muy bien todos: las abuelas y los abuelos y la gente joven igual. Solidaridad total. Vienen, se lo toman y se van, y afuera igual. A mí hay veces que hasta me hace duelo, porque digo: 'pobres, qué pronto se van'. Pero es lo que hay", dice convencida de que, con responsabilidad y cumpliendo todos las medidas, aún es posible frenar la curva.

En su local, cuando comenzó la desescalada, insiste en que siguieron todas las indicaciones que estableció Sanidad a la hora de abrir. Y como ella, la inmensa mayoría de hosteleros. Por eso muchos no entienden que esté tan señalado el sector. "Yo tenía las mesas una en cada ventanal y las había puesto todas grandes, porque si había dos, dos; y si venían seis, seis. Pero no llenaba nunca los 36 sitios que tengo. Ahora entiendo que como viene Todos los Santos se esperarán a que pase el puente. Madrid aún tiene La Almudena el día 9, ¿pero aquí? El día 2 ya podrían dejar abrir aunque fuera con cuatro mesas…", pide con la boca pequeña.

El SOS de la hostelería cuelta de un establecimiento del Tubo zaragozano.
El SOS de la hostelería cuelga de un establecimiento del Tubo zaragozano.
P. B. P.
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