coronavirus

El día a día en Torrero: "Enterrar así a mi padre supone un dolor adicional"

Las familias que pasan por el cementerio se resignan a despedir a sus seres queridos casi en soledad por las medidas de seguridad a las que obliga la pandemia.

Una familia despide a un familiar en el exterior del tanatorio, mientras los pasillos de las salas de velatorios están vacíos.
Una familia despide a un familiar en el exterior del tanatorio, mientras los pasillos de las salas de velatorios están vacíos.
Toni Galán

Los pasillos del Tanatorio de Torrero de Zaragoza están inusualmente tranquilos. Los habituales grupos de amigos o familiares que se amontonaban a las puertas de las salas de velatorios ya no existen. Los muertos ahora se acompañan casi en soledad, ya que las nuevas restricciones obligan a que no haya reuniones de más de diez personas en el interior y quince en el exterior.

Pese a estar en plena pandemia, muchas salas están vacías, ya que hay familias que optan por no hacer velatorios en esas condiciones. Inmaculada Marín y su familia se decidieron finalmente a hacerlo. Su padre, Luis, falleció esta semana a los 80 años, y organizaron el velatorio para que al menos su viuda, sus hijos y sus nietos tuvieran un punto de reunión. “Pensamos en no hacerlo o en hacerlo en el pueblo, pero allí es más complicado porque la gente quiere venir, abrazarte… Pensamos que esto era lo mejor y lo más prudente”, señala Inmaculada.

Al sufrimiento que supone perder a un padre se le añade ahora la forma en la que hay que despedirlo. “Supone un dolor adicional, porque además en la familia siempre hemos sido muy de juntarnos, de tocarnos… Así que lo llevamos mal, pero está claro que lo primero es la seguridad”, apunta.

La situación tampoco es buena para el resto de familiares y amigos, ya que “quien te aprecia te quiere demostrar el cariño de alguna manera, y hacerlo con un mensaje o una llamada es muy frío”, dice Inmaculada. Según señala, todos “han sido conscientes de que no podían venir”.

Esta comprensión se ha instalado, con resignación, entre las familias que pasan por el cementerio para despedir a sus seres queridos. Antonio Huerta, de la funeraria Mémora, dice que cuando comenzaron las restricciones, al comienzo de la pandemia, no siempre era así: “Era muy duro ver protestar a las familias por no poder despedirse de sus muertos. Algunos no lo entendían”. Ahora la situación ha cambiado y “todo se ha normalizado”. “Todos nos hemos acostumbrado a que las normas son estas, aunque sea duro”, apunta este empleado de la funeraria.

Son estas empresas las que, cuando las familias contratan sus servicios, informan de cuáles son las condiciones en la que se va a tener que organizar todo. “Ahora lo asumen con normalidad”, insiste. Estas empresas también se han tenido que adaptar a la situación y, al igual que el cementerio, están listos para lo que pueda venir con la segunda ola: “Estamos preparados para la acometida que llegue, igual que hicimos en marzo y abril”, señala.

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